Caza abierta de los medios de comunicación al catolicismo

Esta vez abre el fuego una película mexicana

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LONDRES, 9 noviembre 2002 (ZENIT.org).- Da la impresión de que algunos medios de comunicación haber convertido en su deporte preferido el tiro al blanco contra la Iglesia católica durante todo este año.

Un ejemplo es la última película, “El Crimen del padre Amaro”. El filme, que se podrá ver el 15 de noviembre en Estados Unidos, ha sido un éxito de taquilla en su México natal, informaba el New York Times el 21 de octubre. La cobertura dada por los medios de comunicación estadounidenses se ha centrado en aspectos de la película relacionados con pasiones prohibidas y el abuso de poder en la Iglesia.

Las protestas de la Iglesia contra la película han recibido por respuesta los acostumbrados llamamientos al derecho de libertad de expresión. “Es muy sano que la Iglesia entienda que ya no tiene tanto poder, que su poder no es absoluto”, afirmaba el director de la película, Carlos Carrera, según el Times. “Debe quedar muy claro que ahora la Iglesia, al menos en términos de censura, no tiene influencia”.

Los obispos de México explicaron en una declaración del 12 de agosto que en realidad no se trata de una cuestión de censura, sino de algo más profundo. La película, afirman, “constituye una ofensa contra las creencias religiosas de los católicos y mancha los símbolos más sagrados de la comunidad católica”. Libertad de expresión, aseguran, no significa el derecho a denigrar las personas o las instituciones.

Como el arzobispo de Morelia, Alberto Suárez Inda, decía en declaraciones concedidas al semanario mexicano «El Observador», en su edición del 25 de agosto, la ofensa más grave de la película no es el intento de destruir la imagen de los sacerdotes. Es el tratamiento sacrílego de la Virgen María y de los sacramentos, incluyendo la Eucaristía, afirmaba. En una escena de la película, por ejemplo, una mujer toma la hostia consagrada de su boca y se la da a un gato.

Otro ejemplo reciente es “The Magdalene Sisters”, ganadora del León de Oro en el festival de cine de Venecia de este año. La película cuenta la historia de tres voluntariosas chicas enviadas a vivir a una casa llevada por monja en la Irlanda de los años sesenta. La película, presentada como una historia verídica, muestra cómo las tres sufren abusos mentales y físicos.

El film es lanzado por Miramax, famosa por su hostilidad contra la Iglesia. La película de 1995 de la compañía, “Priest”, llevó a un boicot de Disney, propietaria de Miramax, por parte de algunas iglesias. En 1999, Miramax sopesó el lanzamiento de “Dogma”, pero el plan se abandonó cuando surgieron protestas por su contenido blasfemo.

¿Hasta qué punto es verídico el contenido de “The Magdalene Sisters”? El escritor católico italiano, Vittorio Messori, analizaba la película en un artículo aparecido el 14 de septiembre en el periódico milanés Corriere della Sera.

Para empezar, hacía notar que las escuelas-reformatorio irlandesas estaban bajo estricta supervisión del gobierno. Además, casi todas las chicas internadas habían sido sentenciadas por crímenes juzgados por los tribunales juveniles. En la película, sin embargo, las tres chicas son internadas en el colegio de monjas a petición de sus padres.

Messori también hacía notar que los reformatorios católicos de la época no eran peores que los demás –ya funcionaran a cargo del estado o de instituciones religiosas–, lo que significa que la película selecciona injusta e intencionalmente a la Iglesia como blanco de sus ataques.

Messori va más lejos, al explicar que el castigo corporal era común incluso en los costosos internados privados de la época. Además, en la vida real, las chicas podrían haber abandonado las instituciones a petición de los padres, lo que difiere de la versión ofrecida por la película.

La realidad ignorada
Cuando no ataca las creencias religiosas, la industria del cine con frecuencia simplemente las ignora. En un comentario del Washington Post el 2 de agosto, Donna Britt publicaba un comentario sobre la película “Signs” en el que admitía que “estaba asombrada de escuchar en un filme hablar de la deidad en general”.

“Película tras película”, observaba Britt, “programa televisivo tras programa televisivo, la gente se enfrenta al terror, al crimen, la enfermedad, la traición sin referencia alguna, o incluso sin reconocimiento alguno de un poder más alto”.

La religión se presenta sólo en raras ocasiones “como algo de lo que la mayoría de la gente desea formar parte”, afirmaba Britt, citando al director de cine Sushama Austin-Connor. Censurando de esta manera un parte importante de la vida de la gente, los personajes representados en los medios a duras penas parecen reales, afirmaba Austin-Connor.

El crítico de cine Michael Medved observaba en su ensayo “That’s Entertainment: Hollywood’s Contribution to Anti-Americanism Abroad”, en la edición del pasado verano de The National Interest, que las encuestas sugieren que cerca del 40% de los estadounidenses asisten a servicios religiosos semanalmente –cifra cuatro veces superior a la de quienes van al cine–. “La asistencia a la iglesia o a la sinagoga, sin embargo, aparece difícilmente en los retratos que Hollywood o la televisión hacen de la sociedad norteamericana contemporánea”, observaba Medved.

La radio también tiene sus problemas con la religión. En Inglaterra, el programa “Thought for the Day” de la BBC Radio 4, que lleva mucho tiempo en antena, ha sido un lugar donde la gente con trasfondo religioso contribuye con una breve reflexión para los oyentes. Hace poco, la National Secular Society, la British Humanist Association y otras organizaciones pidieron a esta radio un tiempo para contribuir con sus pensamientos no religiosos.

El rechazo de la BBC a conceder esta petición ocasionó las críticas de Polly Toynbee en el Guardian del 6 de septiembre. Reservar diariamente 2 minutos y 45 segundos para un comentario espiritual era, según su punto de vista, una decisión peligrosa en una época en la que el fundamentalismo religioso “amenaza con un armagedón global”.

Según Toynbee, el fundamentalismo cristiano ha convertido a “cada” político de Estados Unidos en un “cruzado” –a la par de los radicales islámicos–. Incluía al Papa en esta categoría porque “mata a millones a través de su imprudente forma de afrontar el sida”. Para Toynbee, “la religión no es buena, mata: es tóxica en los lugares donde la gente realmente cree”.

¿Y cómo le gustaría a ella que se usara “Thought for the Day”? “Debería presentarse el secularismo militante, con celo misionero”, escribía Toynbee. “La religión pertenece a la esfera personal, nunca a la pública”.

¿Un accesorio de moda?
La reciente decisión de Juan Pablo II de sugerir otra serie de misterios al rosario ha encontrado una reacción general favorable. El periódico británico Independent, sin embargó, logró encontrar un motivo de crítica.

En un artículo del 20 de octubre, Catherine Pepinster se lamentaba de que los cambios del Papa le han hecho perder el dinero que se gastó el año pasado cuando compró un rosario para un amigo. Los misterios propuestos, afirmaba Pepinster, son parte de un plan siniestro de la Iglesia para “traer dinero a las arcas del Vaticano”, pues la gente tendrá que comprar ahora rosarios nuevos.

Pepinster no sabía ni siquiera que el hecho de que el Papa haya añadido una nueva serie de misterios al rosario no implica ningún cambio en el tradicional rosario de cinco decenas.

La escritora considera que el rosario es ampliamente ignorado por los fieles de hoy día. Como remedio, recomienda que la Iglesia pida consejo a expertos en imagen para convertir el rosario en un objeto de moda –tal y como ha sucedido con el crucifijo que ha tenido mucho éxito c
omo accesorio de moda–, afirma.

Como observaba el decreto sobre los medios de comunicación social del Vaticano II, «Inter Mirifica», los medios, “si se utilizan rectamente, proporcionan valiosas ayudas al género humano”. Sin embargo, la Iglesia también siente «angustia a causa de los daños que de su mal uso se han derivado con demasiada frecuencia para la sociedad humana». Aquel decreto parece tener tanta vigencia hoy como el 4 de diciembre de 1963 en que fue publicado.

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ZENIT Staff

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