Monseñor Mirás, nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Argentina

Elegida la nueva Comisión Ejecutiva

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BUENOS AIRES, 11 noviembre 2002 (ZENIT.org).- Los obispos de Argentina eligieron este martes al arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Vicente Mirás, como nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, cargo que ejercerá durante el trienio 2002-2005.

Sustituye en el cargo al arzobispo de Paraná, monseñor Estanislao Karlic, quien había estado al frente del episcopado durante dos trienios.

En la sesión también se eligió en tan sólo 30 minutos de votaciones la nueva Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina, integrada de la siguiente forma:

Vicepresidente 1º : Cardenal Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina (elegido en primera elección).

Vicepresidente 2º : Mons. Domingo Salvador Castagna, Arzobispo de Corrientes (elegido en segunda elección)

Secretario General : Mons. Guillermo Rodriguez-Melgarejo, Obispo Auxiliar de Buenos Aires (elegido en primera elección).

La elección de monseñor Mirás, quien se desempeñaba hasta el momento como vicepresidente primero, se efectuó durante la Asamblea Plenaria que se desarrolla en la casa de ejercicios María Auxiliadora, de la localidad bonaerense de San Miguel.

Monseñor Mirás nació en Buenos Aires el 14 de noviembre de 1929 y fue ordenado sacerdote el 3 de agosto de 1952. Juan Pablo II lo nombró obispo titular de Ambia y auxiliar de Buenos Aires el 1 de marzo de 1984 y lo promovió a arzobispo de Rosario el 20 de noviembre de 1993.

En la tarde de este lunes, al hacer un balance de su actuación al frente de la Comisión Ejecutiva del Episcopado, cargo que dejará tras haberlo ejercido durante dos trienios consecutivos, monseñor Karlic destacó el diálogo que ha promovido el episcopado con los diversos sectores de la sociedad y comunidades religiosas, en plena crisis económica argentina.

El prelado constató la presencia de la Iglesia «en el campo doctrinal de lo temporal, que ha constituido un verdadero magisterio social» y fue «un modo estupendo de evangelización de la cultura y de educación del pueblo de Dios, sirviendo también a otros que no se confiesan miembros de la Iglesia».

En este sentido, subrayó la presencia de la Iglesia en el Diálogo Argentino, «sin duda un hecho fuera de la pastoral ordinaria» que constituyó «una decisión riesgosa tomada con madura reflexión y que, aún reconociendo que sus frutos son limitados, han tenido un resultado muy valioso: ha contribuido a profundizar el diálogo como instrumento para hacer el tejido social».

Otro punto que consideró importante fue la «firme unidad episcopal», que «ha sido uno de los mayores regalos del Señor a la iglesia en la Argentina. Fruto de la caridad fraterna de los Obispos entre sí a lo largo de muchos años, hemos sido herederos de una comunión humilde y real que nos permitió servir a nuestros hermanos con mayor verdad y riqueza a lo largo de estos años».

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Publicamos a continuación el texto completo del mensaje de monseñor Karlic.

1- Cuando hace seis años empezábamos nuestra función en la Conferencia Episcopal como Comisión Ejecutiva, recordando que el Concilio Vaticano II había enseñado que la Iglesia tenía como misión evangelizar a todo el hombre y su cultura, a los individuos y a los pueblos, salimos a visitar a los diversos sectores de la sociedad para manifestarles nuestro espíritu de servicio y nuestro deseo de comunión en nombre de nuestro Señor. Empezamos con vistas a comunidades de cristianos, hebreos y musulmanes, continuamos con los poderes políticos nacionales – ejecutivo, legislativo y judicial- y nos acercamos a los enfermos en una institución que atiende discapacitados.

Quisimos ser un eco de lo que Juan Pablo II dijo al empezar su Pontificado: «Abran las puertas a Jesucristo».

Centrados en el mismo Señor, conforme a lo expresado en «Líneas Pastorales para una Nueva Evangelización», nuestra vida de Iglesia tuvo su momento culminante en el Año Jubilar, cuyo acto central fue el «Encuentro Eucarístico Nacional» en Córdoba en el que intentamos por los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía alejarnos del pecado y llevarnos a la vida de la gracia de Nuestro Señor Jesucristo. Para confesar la fe, sostener la esperanza y enriquecer la caridad del Pueblo de Dios, elaboramos un documento que acompañase, desde nuestra meditación el ingreso al Tercer milenio. «Jesucristo Señor de la historia» es ese escrito que nos expresó como episcopado y pueblo, porque la cultura argentina ha sido sellada por el evangelio del Señor, aunque haya en nuestro territorio otras cosmovisiones con las cuales debemos dialogar.

Últimamente, con motivo de la profunda crisis económica, política y cultural, volvemos a confesar a Jesucristo en la Oración por la Patria, cuando decimos: «Jesucristo, Señor de la Historia, te necesitamos. Nos sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza»

2- Hemos querido servir al Reino de Dios, como hace cada Diócesis en su parroquias, capillas, comunidades religiosas, asociaciones y movimientos laicales, a lo largo y a lo ancho del país, en la pastoral ordinaria, que tiene la importancia del alimento cotidiano de verdad y de gracia, cuyo centro es la Misa Dominical, cuya iluminación es la catequesis y cuya acción de promoción y asistencial se ha desarrollado por tantos modos institucionales, como, por Caritas o por redes solidarias.

Hemos tenido también hechos extraordinarios como han sido encuentros de laicos, de catequesis, de liturgia, de educación, de familia, que han suscitado entusiasmo y han enseñado la verdad del Evangelio con la fuerza del testimonio y el gozo del compromiso.

3- Importa destacar la presencia episcopal en el campo doctrinal de lo temporal, que ha constituido un verdadero magisterio social, aunque haya sido hecho con ocasión de hechos concretos. Por su profundidad y definición en las ideas, por su capacidad iluminadora de los acontecimientos y por su coherencia con los principios, por su espíritu caluroso y comprometido, han sido un modo estupendo de evangelización de la cultura y de educación del pueblo de Dios, sirviendo también a otros que no se confiesan miembros de la Iglesia.

La presencia de la Iglesia en el Diálogo Argentino fue sin duda un hecho fuera de la pastoral ordinaria. Ella fue una decisión riesgosa tomada con madura reflexión y que, aún reconociendo que sus frutos son limitados, han tenido un resultado muy valiosos: ha contribuido a profundizar el diálogo como instrumento para hacer el tejido social.

Es que el deseo del diálogo está en las entrañas del hombre, que sólo se comunica como hombre, cuando con el propósito de relacionarse con los otros y entrar en sociedad, manifiesta a ellos por gestos y palabras, sus ideas y sentimientos, y espera ser creído, y recibir de ellos también una manifestación semejante. Así debe nacer la amistad social, desde la cual se teje la sociedad, en el marco de una confianza mutua.

Haber contribuido a que el diálogo entre más hondamente en el corazón argentino nos gratifica. El diálogo, que es anterior a la sociedad, y debe ser una actitud permanente en ella, ha de ayudar a hacer una sociedad más transparente, confiada y pacífica.

Nuestro servicio en el Diálogo Argentino ha sido un servicio pastoral en el ámbito de la ética social, que no nos sacó de nuestro ministerio sino que nos hizo entrar en el corazón de la vida social de nuestro pueblo con la luz del evangelio y el acompañamiento de la caridad fraterna.

También importa señalar la actividad generosa, incansable de Caritas en tareas de promoción y asistencia en toda la Nación. Sola, o acompañando acciones oficiales, Caritas y otras instituciones de la Iglesia han ofrecido sus brazos, su corazón y su honestidad, para que los pobres y necesitados, reciban ayuda de sus semej
antes.

No podemos dejar de recordar para felicitarlos y bendecir a Dios por todos aquellos que por las Redes solidarias que se han multiplicado en Argentina han mostrado una capacidad de servicio fraterno extraordinario.

Todo esto que hay, un tesoro moral escondido, recatado, pero real, que está buscando canales confiables para manifestarse y comunicarse para bien de todos.

4- La profunda y firme unidad episcopal ha sido uno de los mayores regalos del Señor a la iglesia en la Argentina.

Fruto de la caridad fraterna de los Obispos entre sí a lo largo de muchos años, hemos sido herederos de una comunión humilde y real que nos permitió servir a nuestros hermanos con mayor verdad y riqueza a lo largo de estos años. Las dificultades nunca faltan, pero el Señor nos ha bendecido con su gracia y seguimos nuestra fe con serenidad y confianza.

Sabemos que el Episcopado es un misterio de comunión con el Papa y bajo su autoridad, entre todos los Obispos.

El afecto profundo al Papa, es garantía de nuestro afecto colegial auténtico.

Y nuestra comunión debe ser frente a nuestro pueblo, garantía de autenticidad y motivo de esperanza y de paz.

5- Inspirados en Tertio Millenio Ineunte, quiera el Señor que nuestras comunidades sean escuelas de oración, de santidad y de conversión.

Que desde la Eucaristía, sacramento de la Pascua, fuente y cima de la vida de la Iglesia, con la fuerza del Espíritu de amor de Cristo resucitado, anunciemos y hagamos presentes el misterio de la redención.

Somos deudores de nuestro pueblo, como pastores.

Somos deudores del mundo, como pueblo argentino.

El mundo esperó en nosotros.

Debemos ser otra vez motivo de esperanza para todos los hombres de buena voluntad.

El Papa nos invita: «Duc in altum».

Navega mar adentro.

Para tener ese coraje, cada uno de nosotros le decimos a María, nuestra madre: «Totus tuus».

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ZENIT Staff

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