40 mártires albaneses en proceso de beatificación

Cardenal Sepe: Tras la noche de la persecución, el amanecer de la fe

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ESCUTARI, 13 noviembre 2002 (ZENIT.org).- Albania, país europeo que vivió con Enver Hoxha el régimen comunista maoísta, celebró el domingo pasado el comienzo de la fase diocesana del proceso canónico de beatificación de 40 siervos de Dios de la Iglesia de ese país. Todos ellos derramaron su sangre por amor al Señor y al prójimo, perdonando a sus asesinos.

El acontecimiento ha tenido lugar con ocasión de la visita a Albania (8 al 12 de noviembre) del cardenal Crescenzio Sepe, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.

Después de celebrar la Santa Misa en la catedral de Escutari, inició el proceso de canonización de dos sacerdotes, el padre Luigj Paliq, O.F.M., asesinado en Kósovo en 1913, y Gjon Gazulli, ahorcado en una plaza de Scutari en 1927, junto a otras 38 víctimas del periodo de la dictadura comunista (1944-1990).

«Tiene una valor muy importante y significativo para la nación albanesa, ya que los santos y los mártires no son únicamente mediadores entre Dios y el hombre, sino también modelos en los que inspirarse para dar un aspecto nuevo y un futuro a este pueblo que tanto ha sufrido», explicó en un comunicado difundido por la Agencia Fides el obispo auxiliar de Escutari, monseñor Zef Simoni.

El viernes pasado, en la catedral de San Pablo Apóstol, en Tirana, el cardenal Sepe afirmó «la atenta preocupación del Papa por Albania» y recordó a los numerosos mártires de la fe: «Aquí han sido masacrados obispos, sacerdotes, monjas y una larga lista de laicos, incluidos los más débiles… Todo ello sucedió no hace tantos siglos, sino hace pocos años… La Iglesia de Albania se inscribe, a pleno derecho, en la lista de honor del martirologio del siglo XX».

Fidelidad a la Iglesia
«El clero católico – explica monseñor Simoni — se distinguió por su fe, su patriotismo y su cultura. Al padre Prendushi la dictadura le propuso separarse de la Santa Sede de Roma para fundar la Iglesia nacionalista. Todos rechazaron valerosamente semejante propuesta».

La misma se hizo a Frano Gjini, obispo y delegado apostólico, quien respondió con firmeza: «Jamás separaré mi rebaño de la Santa Sede». Monseñor Gjini fue fusilado en 1948. Ningún sacerdote aceptó el cisma y ello desencadenó la reacción que condujo a la encarcelación de unos 170 sacerdotes.

El clero, torturado y asesinado
El prelado, en su comunicado, relató la experiencia de martirio de aquellos testigos de la fe. Don Lazër Shantoja fue torturado y le amputaron las manos y los pies; viéndolo en aquel estado, su madre exclamó desesperada: «Compro yo la bala para matarlo, pero no lo dejéis más en estas terribles condiciones», recuerda monseñor Simoni.

Mientras aquél era fusilado en Tirana, capital de Albania, otro sacerdote, Ndre Zadeja, lo era también en la vieja e histórica ciudad de Escutari, centro del catolicismo y de la cultura albanesa.

Mas tarde serían fusilados el padre Giovanni Fausti y el padre Daniel Dajani, jesuitas; el Padre Gjon Shllaku, O.F.M.; el seminarista Mark Çuni, los señores Gjelosh Lulashi, Qerim Sadiku y Fran Mirakaj y el padre Antón Harapi, Superior Provincial de los Hermanos Menores. Igual suerte corrió el padre Mati Prendushi, guardián del convento San Francisco de Gjuhadol, Escutari.

El arzobispo de Escutari, monseñor Gaspër Thaçi, el arzobispo de Durrës, monseñor Vinçenc y el padre Çiprian Nika fueron acusados, injustamente, de haber escondido armas debajo del altar de San Antonio, en su iglesia.

El padre Benerdin Palaj murió, tras ser torturado, a causa del tétanos, en el Convento de los Franciscanos, convertido en cárcel para más de 700 detenidos. Don Lekë Sirdani y Don Pjetër Çuni, murieron sumergidos boca abajo en un pozo séptico.

Alfons Tracki y Zef Maksem, sacerdotes alemanes, fueron fusilados. El padre Serafín Koda exhaló su último suspiro con la laringe fuera de la garganta. Papa Josif, sacerdote católico de rito bizantino, quien cayó exhausto en el pantano de Maliq, fue sepultado vivo en el barro.

A Don Mark Gjani le pidieron que renegara a Cristo y su respuesta fue: «¡Viva Cristo Rey!» Fue asesinado y su cuerpo echado a los perros. Don Mikel Beltoja fue torturado en la sala del proceso, que se celebró a puerta cerrada. La policía le hirió gravemente con punzones y, unos días más tarde, le fusilaron.

Destrucción de las iglesias
«Después de estos hechos, comenzó una terrible propaganda cultural anticlerical y antirreligiosa con la así llamada “lucha de clases” –relata monseñor Zef Simoni–. En todas las instituciones y en todas las conferencias, lecciones, discursos y conversaciones, se hacía propaganda de que Dios no existía y de que la religión era ilusión y explotación».

El 6 de febrero de 1967, el dictador dio inicio a la «revolución cultural china». Dicha revolución se extendió, con idéntica intensidad y ferocidad, especialmente contra la Iglesia, hasta en los más remotos rincones del país. «¡Se cerraron todas las Iglesias y las Mezquitas!», añade monseñor Simoni.

La Catedral de Escutari se transformó en un Palacio de los Deportes. La iglesia franciscana de Gjuhadol se convirtió en un cine. El Santuario de la Virgen del Buen Consejo, en el Castillo «Rozafa», en Escutari, fue destruido.

La iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, en Tirana, se convirtió en otro cine. El cierre de la iglesia de Lezha tuvo lugar el 26 de marzo de 1967, precisamente el día de Pascua. El Santuario de San Antonio de Laç Kurbini también fue destruido; en su lugar se construyó un campo militar.

La pequeña iglesia de Laç Vau i Dejës, del siglo XIII y de valor inestimable, se dinamitó. El resto de las iglesias que no se destruyeron fueron transformadas en graneros, salas de cultura, tribunales, establos, talleres, etcétera.

«No se veía a ningún sacerdote por ninguna parte. Había control en todo lugar; se registraba hasta en los baúles del ajuar de las mujeres», constata el prelado.

Otro ejemplo de la situación que atravesó el país tuvo lugar el 10 de julio de 1968, cuando se inauguró en Escutari la exposición ateísta: «Sobre el papel retrógrado de la fe».

En 1967 Albania fue proclamada en la Constitución «Estado Laico».

Siguiendo a monseñor Simoni, «esta terrible situación prosiguió hasta el 4 de noviembre de 1990, día en que, con la celebración de una Santa Misa en el cementerio católico de Escutari, tuvo inicio una nueva época para la religión y para la profesión de la fe».

«A esa fecha seguirían otros felices acontecimientos, como la visita de la madre Teresa de Calcuta, la apertura de la Nunciatura Apostólica de Tirana, la visita del Santo Padre, Juan Pablo II, la constitución de la jerarquía eclesiástica, la apertura del Seminario Interdiocesano “Virgen del Buen Consejo” y la llegada de muchos misioneros desde las Iglesias hermanas», recuerda agradecido el obispo auxiliar de Escutari.

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ZENIT Staff

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