Argentina, amenazada porque no tiene moral social

Según el arzobispo de Resistencia

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BUENOS AIRES, 22 noviembre 2002 (ZENIT.orgAica).- El arzobispo de Resistencia y flamante presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social de Argentina, monseñor Carmelo Giaquinta, reconoció que un posible acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) no debe lesionar la independencia del país, pero aclaró que «la primera amenaza a nuestra independencia proviene de nosotros mismos».

«Un país, aunque sea grande como el nuestro, pero sin moral social, no es respetable». Un país pequeño, pero con moral social, acaba por imponerse al poderoso, como David a Goliat, graficó el prelado chaqueño en una entrevista concedida al diario Norte.

Admitió, asimismo, que «nunca antes de ser obispo había imaginado el salto mortal que debería dar para entender las situaciones de extrema pobreza que he verificado, primero como obispo de Posadas, y ahora en Resistencia».

«Recién aquí en el Nordeste (NEA) entendí lo que significa ‘Tercer mundo’», reconoció.

Consultado sobre cuáles podrían ser las causas de la pobreza, monseñor Giaquinta subrayó: «las causas morales, en especial las del resto de la sociedad para con los pobres».

Si bien no negó «otras causales muy graves, de orden económico y político», precisó que «sin una pobreza extrema de moralidad social en la dirigencia del NEA y del resto de la república, sería inexplicable el hambre que en estos días denuncian los periódicos».

Pero le encontró el lado positivo a esta noticia «muy dolorosa», dado que a su entender esto significa que «resolver la pobreza del Chaco y del NEA, lo mismo que la del resto del país, está fundamentalmente en las posibilidades de los argentinos, incluidos los chaqueños. Basta que lo queramos».

Aclaró luego que «a la Comisión (de Pastoral Social) no le corresponde atender ni resolver conflictos sociales. Para eso están las instituciones civiles. No es bueno que la Comisión sea mirada como una instancia mediadora».

Tras puntualizar que «salvo en casos excepcionalísimos, y sólo contando con el mandato expreso del Episcopado, le corresponde asumir el papel de mediador», el pastor aseguró: «de hacerlo ordinariamente, ello favorecería el debilitamiento del Estado y de las instituciones civiles. Y se insinuaría un anacrónico estilo clerical de sociedad, lo cual no sería bueno ni para la República ni para la Iglesia».

Por el contrario, explicó que la tarea será la de siempre. Es decir, «abierta a todos los que quieran dialogar con ella, sabiendo que el estudio que ella ha de hacer de las cuestiones económicas, sociales y políticas, ha de ser no sólo académico sino conectado con la realidad».

Por último, monseñor Giaquinta consideró un honor seguir las huellas de monseñor Italo Di Stefano tanto como obispo del Chaco como en la Pastoral Social, y confió en que «comiencen a fructificar tantos sudores. Sobre todo, mediante una más clara conciencia y un más serio compromiso del ciudadano cristiano con la justicia practicada en su vida cotidiana».

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ZENIT Staff

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