Hundimiento del «Prestige»: El mar es don de Dios, no un vertedero, dicen los obispos

Comisiones de España, Francia y Portugal publican un documento común

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MADRID, 22 noviembre 2002 (ZENIT.org).- La injusticia, la corrupción y la irresponsabilidad ponen constantemente en peligro el mar. Por eso, los responsables de la Pastoral del Apostolado del Mar en España, Francia y Portugal han hecho un encarecido llamamiento a la Unión Europea y a la ONU para que sucesos como el del «Prestige» no se repitan.

Los miembros de la Conferencia Episcopal Española, reunidos en la 79 Asamblea Plenaria, siguieron con preocupación la catástrofe acaecida en las costas de Galicia a raíz del hundimiento del petrolero «Prestige», auténtico desastre ecológico de enormes proporciones económicas.

Más de 400 kilómetros lineales litoral gallego sufren ya las consecuencias de la marea negra provocada por los 11.000 litros de fuel vertidos de la nave, hundida con 70.000 toneladas de carburante aún en sus depósitos, sin que se descarte que estén teniendo fugas por la presión a la que están sometidos.

La Conferencia Episcopal Española, al concluir este viernes la Asamblea Plenaria, manifestando su solidaridad con las familias afectadas por esta tragedia, ha hecho saber su adhesión a las notas publicadas por el arzobispo de Santiago de Compostela y por los obispos responsables del Apostolado del Mar en España, Francia y Portugal.

El «Prestige» es un barco que, en opinión de los expertos, no debería haber navegado desde hace años dado su evidente mal estado. Así lo constataron los obispos responsables de la Pastoral del Apostolado del Mar en España, Portugal y Francia en una Declaración de este jueves titulada «El mar no es un vertedero, sino un don de Dios».

«Queremos hacer oír nuestra voz de pastores, preocupados por el bien común, de la suerte de las familias y de las personas, de sus condiciones de vida y de su medio ambiente», afirmaron los firmantes de la declaración, Luis Quinteiro, obispo de Orense, Pierre Moléres, obispo de Bayona y Januario Torgal Ferreira, obispo Castrense de Portugal.

La declaración recoge la explotación frecuente de las tripulaciones de marineros, reclutados a menudo en países del Tercer Mundo, a costes más bajos; las astucias de ciertas compañías o armadores para escapar al control de sus buques a través de pabellones de conveniencia, y su voluntad de utilizar peligrosamente, «hasta la usura», buques que la opinión llama «buques-basura».

«Apoyamos todas las acciones y las organizaciones que tratan de que una situación semejante de injusticia, de corrupción y de irresponsabilidad cese lo antes posible», expresan los responsables del Apostolado del Mar.

Además hacen un encarecido llamamiento a la Unión Europea y a la ONU para que las «leyes de la dignidad y del bienestar de los marineros, de la seguridad de los mares, de la protección de las especies, del control de los buques y de las técnicas de la pesca, se apliquen eficazmente» en el marco europeo y en todo el mundo.

«Como obispos, rechazamos, que ciertas minorías de poderosos, de coaliciones de intereses, de maneras mafiosas de hacer, actúen en la impunidad y ejerzan su poder de contaminar el mar e incluso de destruirlo», denuncian.

Las razones económicas que se invoquen para tolerar estas prácticas se califican en la declaración como «graves errores de juicio» y «perversiones de la conciencia moral». «La evidencia es que el coste humano de estas prácticas es demasiado elevado», advierten.

«Que se escuche nuestra llamada al sentido común, a la justicia, al respeto y a la solidaridad internacional: el mar no es un vertedero, es lugar de vida y don de Dios», concluyen los obispos.

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ZENIT Staff

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