Etiopía: El nuncio al gobierno: «La Iglesia no es una ONG»

Impulso a la evangelización y al diálogo ecuménico, entre las prioridades

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ADDIS ABEBA, 27 noviembre 2002 (ZENIT.org).- La Iglesia en Etiopía vive momentos difíciles: a la alarmante carestía que planea sobre toda la región viene a sumarse el avance del Islam. Son desafíos arduos, sobre todo por la escasez de misioneros.

El arzobispo Silvano Tomasi, nuncio apostólico en Etiopía, Eritrea y Djibouti desde hace seis años, comentó en una reciente entrevista publicada por la agencia MISNA , la compleja situación que atraviesan en Etiopía, cuyas circunstancias demandan más que nunca la correcta formación del clero autóctono y el impulso al diálogo con el resto de las Iglesias.

–Monseñor Tomasi: Vivimos años muy críticos, como en el resto del Cuerno de África. El impresionante avance del Islam debe impulsarnos a ir entre las numerosas poblaciones no lo bastante evangelizadas y donde el Islam no ha penetrado todavía. Toda espera inútil juega en nuestra contra. Las grandes regiones que, partiendo de Eritrea, siguen la frontera sudanesa hacia el sur, están habitadas por poblaciones en buena parte animistas, pero que demuestran apertura a la Iglesia católica y aspiran a alcanzar mejores condiciones de vida a través del desarrollo de las infraestructuras educativas y sanitarias. Es un reto que hay que aceptar. Un desafío no fácil, sobre todo por la escasez de misioneros.

–¿Puede hacer un breve balance de la Iglesia católica en Etiopía?

–Monseñor Tomasi: Administramos 220 escuelas, 60 clínicas, hospitales y centros sanitarios. Una intensa actividad de promoción que aún requiere una ingente inversión de medios y energías y que podría hacer perder de vista la importancia de una seria formación de agentes pastorales autóctonos, única garantía de continuidad. Pero también es importante hacer hoy una seria autocrítica reconociendo que, como Iglesia, hemos creado grandes estructuras, hemos invertido e invertimos importantes medios económicos y, en general, en las instituciones religiosas se vive un clima un poco burgués y apartado de las condiciones de pobreza de la población. Mientras, en la Iglesia ortodoxa, sacerdotes y diáconos, viviendo en humildad y pobreza, ofrecen un testimonio y una espiritualidad más profunda y radical, y más fácilmente recibida por poblaciones que viven en condiciones de subsistencia.

–¿Qué desafíos presenta el mundo islámico?

–Monseñor Tomasi: Toda la Iglesia católica en el Cuerno de África tiene ante sí el desafío de la simple supervivencia, pero es básico para poder afrontar el resto. Basta con mirar las estadísticas: la Iglesia católica es una minoría tan exigua (menos del 1%) que si perdiera los próximos diez años –necesarios para consolidarla– no es exagerado afirmar que se arriesgaría a la total extinción. Si de hecho la Iglesia ortodoxa –enraizándose y consolidándose a lo largo de los siglos en las extensas mesetas– ha sabido hacer frente durante 1.500 años a la expansión musulmana que intentó barrerla, lo mismo podría no suceder a la Iglesia católica en esta fase de fortísimo impulso al expansionismo islámico.

Por otro lado, si cayera la Iglesia ortodoxa, que ha atravesado en los últimos años una crisis muy grave, se abrirían de par en par al Islam las puertas para la conquista de todo África subsahariana. Este es, de hecho, el proyecto de los países árabes. Las señales de tal proceso en Etiopía y en el Cuerno, sobre todo a partir de los sectores comercial y económico, son muy visibles. Los gobernantes aún están convencidos de que los peligros mayores provienen de la expansión de las sectas –pero muchos han tenido que cambiar de opinión tras el 11 de septiembre–. En realidad, se guardan bien de criticar la expansión musulmana para evitar enemistarse con los países árabes que garantizan masivas inversiones y apoyo financiero.

De esta forma, han permitido la construcción en Baher Dar de una enorme mezquita; por todas partes se multiplica el número de pequeñas mezquitas y de escuelas coránicas; además se ha aprobado el proyecto de dos universidades islámicas. Por nuestra parte, es urgente que nos hagamos presentes en las áreas que mencioné antes, porque puede tener al menos un efecto de ralentizar, si no interrumpir totalmente, la expansión islámica, como en las regiones del sur (Sidamo, Kambata), donde la evangelización está consolidada.

–¿Y el empeño ecuménico?

–Monseñor Tomasi: Tendremos que buscar mayor diálogo con las demás Iglesias, especialmente con la ortodoxa, pero el gobierno no lo ve con buenos ojos por miedo a que se forme una coalición con inevitables consecuencias de naturaleza política. De hecho, aunque la libertad religiosa esté contemplada en el artículo 27 de la constitución, el Islam es la única religión mencionada y capaz de obtener financiación pública para sus propios tribunales de la Sharia. El riesgo de un crecimiento del Islam tal que lo haga mayoritario reside en que imponga en el futuro una política fundamentalista que llevaría a la lucha abierta contra todo lo que conoce como occidental. Por ello no podemos discutir más sobre cuestiones no esenciales, como la de los ritos, sino que debemos unirnos con todas las Iglesias y hallar estrategias comunes.

–¿Cómo son las relaciones con el gobierno?

–Monseñor Tomasi: El rechazo gubernamental a reconocer a las Iglesias un claro estatus jurídico crea enormes dificultades para obtener permisos de trabajo a misioneros y personal extranjero. Es tiempo de que el gobierno exprese claramente su postura y nos diga si acepta o no la presencia de la Iglesia católica, favoreciendo sus actividades y colaborando a satisfacer sus exigencias de personal extranjero. Hay que prestar atención al riesgo de reducirnos al nivel de una simple ONG, como parece decidido a hacer el gobierno. También los obispos y muchos sacerdotes y religiosos se dejan tentar por una exagerada atención a proyectos y financiación para mejorar las propias condiciones de vida. Quien está en fase de formación, crece a menudo condicionado por estos modelos; es por lo tanto urgente una comprobación y una renovación valiente de los métodos y de las estructuras formativas.

El gobierno ignora astutamente el problema del reconocimiento del estatus jurídico porque cambiaría las condiciones de colaboración entre las partes: por un lado sabe que la Iglesia invierte cada año más de quince millones de dólares en sus actividades, que se suman a los cientos de millones de las numerosas ONG presentes en el país. Al gobierno le interesa sacar el mayor provecho de los recursos de las Iglesias manteniendo la libertad de poderse librar de los trabajadores cuando su presencia sea incómoda a la propia política.

Un aspecto bien conocido de la mentalidad etíope es que los extranjeros no pueden entender hasta el fondo la realidad del país y son utilizados mientras se obtengan ventajas de ellos. Mentalidad también difundida desgraciadamente en muchos agentes pastorales autóctonos (obispos, sacerdotes, religiosos). Pero dado que sólo las autoridades regionales y locales están en contacto directo con los misioneros y conocen que la actividad de promoción humana y la pastoral se realizan paralelamente, es importante favorecer mayor comunicación entre ellos y las autoridades políticas centrales. Ello ayudaría a superar prejuicios y a manifestar concretamente la contribución de la Iglesia al desarrollo integral del país.

–¿Qué piensa del proceso de descentralización administrativa emprendido por el gobierno tigrino?

–Monseñor Tomasi: En un período de tiempo demasiado limitado se ha pasado del centralismo absoluto de los 17 años del gobierno marxista de Menghistu Haile Mariam a la promoción de una autonomía administrativa exagerada, cuya máxima expresión fue la introducción acelerada en las escuelas del uso de las
lenguas locales en sustitución del amárico, lengua nacional tradicional y desde siempre único vínculo en la comunicación entre las decenas de grupos étnicos en Etiopía. Los efectos negativos no se han hecho esperar en forma de tensiones étnicas entre grupos limítrofes y un constante incremento de la imposibilidad de comunicarse a causa del gradual abandono del uso del amárico, que las nuevas generaciones acabarán olvidando del todo.

Avanza la carestía

El arzobispo Silvano Tomasi, ha querido llamar la atención –en los micrófonos de Radio Vaticana — de la comunidad internacional acerca de la amenaza que pesa sobre una cantidad de población inimaginable en el Cuerno de África.

Según las previsiones expertas más pesimistas, en el próximo abril sólo en Etiopía entre 14 y 15 millones de personas necesitaran alimentos urgentemente. Significa que de los 67 millones de habitantes del país, más del 20% estará en situación de necesidad.

«Ante esta emergencia –explica monseñor Tomasi– debemos tener presentes dos cosas: ante todo renovar la respuesta positiva a la emergencia misma, de manera que la gente no muera por esta sequía y falta de alimento; segundo, continuar trabajando a largo plazo para obtener cambios estructurales».

Dichos cambios, permitirían «modernizar la agricultura, extender la propiedad privada, también para los campesinos –de manera que se sientan estimulados a la creatividad y a producir lo necesario para el mantenimiento de la población–, crear carreteras que faciliten la distribución de alimentos, incluso en las zonas más remotas del país y crear una gestión del agua que pueda, incluso en la sequía, garantizar un mínimo de producción de alimento», puntualiza el prelado.

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ZENIT Staff

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