«Nobel asiático» a una misionera por su lucha contra la lepra en Pakistán

Ruth Pfau levantó el estigma de la enfermedad y consiguió su control

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MANILA, 27 noviembre 2002 (ZENIT.org).- Por su servicio desinteresado a la sociedad pakistaní, la religiosa Ruth Pfau ha sido una de las premiadas en la edición de este año del «Ramon Magsaysay Award», considerado como el «Premio Nobel asiático».

«El empeño de una vida orientada a erradicar la lepra y el estigma que ésta impone en Pakistán, y los demás regalos ofrecidos a su país de adopción» han motivado este reconocimiento a la misionera de setenta y dos años, de las Hijas del Corazón de María (Instituto fundado en Francia en 1790), informa la agencia misionera MISNA .

«Para nosotros, el control de la lepra ha significado desde el principio trabajar para cambiar la vida de nuestros pacientes, para ayudarles a recuperar su propia dignidad», explicó la religiosa de origen alemán, médico de carrera.

«Mientras nos ocupamos de la recuperación de su salud y de su dignidad, nos hemos encontrado cambiándonos también nosotros, reforzándonos en nuestros valores y en nuestra identidad, poniendo a la persona en el centro de nuestras preocupaciones», añadió.

Cuarenta años atrás, de camino a la India –donde había sido destinada–, la hermana Ruth Pfau se detuvo en Karachi, donde sintió la profunda necesidad de ayudar a los rechazados de la ciudad: los numerosos afectados por la enfermedad de Hansen.

En la ciudad pakistaní, su congregación ya contaba con un pequeño dispensario, pero no era suficiente. Así que la misionera se lanzó totalmente al proyecto involucrando a la Asociación para la Ayuda a los Leprosos de Alemania y a otros generosos donantes.

En dos años trasladó la sede del MALC –Centro para los Leprosos «María Adelaida» (así llamado por el nombre de la fundadora de su instituto religioso)– a un nuevo edificio con centro de rehabilitación incluido. Allí, junto a sus colaboradores, siguieron atendiendo a los pacientes gratuitamente.

En 1968, con el apoyo del gobierno pakistaní, lanzó la idea del Programa Nacional para el Control de la Lepra. La hermana Ruth Pfau y su equipo pakistaní viajaron por el país fundando centros de control para la lepra en donde fueran necesarios. El proyecto incluyó la preparación de enfermeros voluntarios. Pfau entrenó a su equipo para tratar siempre a la persona, no solo la enfermedad.

En la actualidad, el MALC ocupa un edificio de ocho plantas en Karachi, administra 170 centros en todo Pakistán y emplea a 800 personas. Aunque la lepra no ha sido erradicada del todo, la Organización Mundial de la Salud declaró en 1996 que Pakistán era el primer país de Asia que había controlado la enfermedad.

La hermana Ruth Pfau fue la primera en el país asiático que no quiso recluir o aislar a los leprosos, como era la práctica habitual en ese momento: «se les mantenía a distancia, tenían que esconderse en cuevas, en las montañas o en los desiertos». En algunos entornos tribales incluso eran asesinados.

«Lo que hicimos –testimonia la misionera– fue ir a los pueblos, casa por casa, a explicar que la lepra no es contagiosa y que se cura con relativa facilidad».

«Cuando era joven, viajé muchas veces en compañía de colaboradores varones, y eso no se aceptaba del todo en una sociedad de enraizados principios islámicos», recuerda.

«Al explicar mi estado religioso y mi deber de respetar tres votos, uno de ellos de castidad, era admirada por ello. Los musulmanes me respetan no sólo porque decidí no casarme, sino por la imposibilidad de la maternidad, para ellos un sacrificio supremo», reconoce.

Después de haber dejado muchos de sus centros en manos de colaboradores pakistaníes, puesto que está jubilada, la hermana Ruth Pfau ha decidido quedarse en Pakistán como consultora del gobierno y ha aceptado formar parte del «Consejo de los Ancianos», importante iniciativa en una realidad cultural donde, según la religiosa, «las comunidades necesitan aún de personas con experiencia a las que dirigirse para una opinión o un consejo».

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ZENIT Staff

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