CARACAS, 27 noviembre 2002 (ZENIT.org).- Publicamos el «Comunicado» hecho público este martes por la Conferencia Episcopal de Venezuela ante la «quiebra institucional» que se vive en el país.
«El que odia a su hermano es un asesino»(1 Juan 3,15)
1. De nuevo, sentimos la urgencia de decir una palabra como pastores, ante la gravísima crisis del país. El pueblo sufre la creciente pobreza, y padece la indefensión a causa de unos poderes públicos muy deficientes en su función primordial de servicio a la ciudadanía.
2. Experimentamos en el país una violación sistemática de los Derechos Humanos, principalmente el derecho a la vida, a la seguridad, a la libre expresión, a la propiedad, al libre tránsito, sin que existan culpables o responsables, lo que hunde al país en una fragante impunidad que está abriendo posibilidades a mayor violencia y descalificación intolerante.
3. Mayor gravedad reviste esta situación con la actual desinstitucionalización de algunos órganos policiales del país, como la intervención de la Policía Metropolitana, que ha dejado a la población de la capital, indefensa, a merced del hampa y del abuso de grupos radicales, a tal punto que ha habido un aumento de criminalidad desde el inicio del conflicto.
4. La violencia y la descalificación no pueden convertirse en herramientas de presión de ningún sector del país, ni del gobierno ni de ninguna otra persona, grupo o institución. No se puede hablar de genuina democracia sin tolerancia, sin respeto a la legalidad, sin poderes públicos autónomos, sin escuchar las angustias y los reclamos de un sector más creciente de la población venezolana. O sea gobierno para todos por igual, o el sectarismo y la anarquía se apoderan de la sociedad.
5. El Tribunal Supremo de Justicia y la Asamblea Nacional, como poderes autónomos, al servicio del bien de toda la colectividad tienen una responsabilidad histórica en estos momentos de quiebra institucional del país. De sus decisiones depende, en máxima medida, la paz de todos los venezolanos.
6. La Fuerza Armada Nacional a lo largo de su historia, ha sido garante de la soberanía y la integridad de la nación; ella debe seguir cumpliendo este rol fundamental y evitar convertirse en un componente de represión contra la ciudadanía y sus derechos.
7. Reiteramos que ante una fractura tan grave como la que sufre Venezuela, es imperiosa y urgente una salida pacífica, negociada, política, que devuelva la paz y la armonía a todo el país.
8. La frase bíblica que titula este Comunicado nos debe recordar que el rostro de cada venezolano es el de un hermano, así piense distinto a uno. Ignorar o excluir a nuestro prójimo es inhumano; eliminarlo es criminal. Entenderse y concertar es de sensatos.
9. Rogamos a todos los creyentes orar de modo incesante por la paz, ser constructores de justicia y de fraternidad, trabajar sin descanso por una Venezuela en la que quepamos todos. Jesucristo, Señor de la historia, por intercesión de María de Coromoto, en este año jubilar, nos obtenga la unidad de la Nación y una paz duradera.
Con nuestra bendición
+ Baltazar E. Porras Cardozo
Arzobispo de Mérida
Presidente de la CEV
+ Ignacio A. Cardenal Velasco García
Arzobispo de Caracas
Vicepresidente de la CEV
+ Ubaldo R. Santana Sequera
Arzobispo de Maracaibo
2do. Vicepresidente de la CEV
+ José Luis Azuaje Ayala
Obispo Auxiliar de Barquisimeto
Secretario General de la CEV