SOFÍA, 14 febrero 2003 (ZENIT.org).- La Dirección para el Culto de Bulgaria ha negado los permisos de permanencia a las Misioneras de la Madre Teresa de Calcuta y a los Salesianos, tras la entrada en vigor de la nueva ley de confesiones religiosas.
Según la nueva legislación, constata el portal de las comunidades religiosas en Roma Vidimus Dominum, todas las comunidades religiosas deben registrarse ante los tribunales, a excepción de las que pertenecen a la Iglesia ortodoxa tradicional.
El procedimiento de registro es de competencia de la misma Dirección, que es una institución ministerial autónoma para las cuestiones religiosas. En estos momentos, en los que la ley ha sido aprobada pero en los que no se ha establecido todavía el mecanismo burocrático, no se pueden otorgar permisos de permanencia para los misioneros extranjeros.
«Con esta inseguridad no podemos programar nada», explica una Misionera de la Caridad a la que se la ha negado el permiso de permanencia. Una hermana añade que los permisos de permanencia cuestan solamente a su comunidad de Varna, el principal puerto de Bulgaria, 4000 euros al año.
«Con nuestra ayuda a los más pobres ayudamos también al país y este método burocrático es absolutamente injusto», explica.
Los mismos problemas afectan también a los protestantes y a todos los extranjeros que trabajan en el campo religioso búlgaro.
Después de la visita del Papa en mayo de 2002, las relaciones entre el Estado y la Santa Sede han mejorado notablemente y los religiosos extranjeros católicos, que representan más de la mitad de los religiosos en Bulgaria, esperaban que también la Dirección del Culto cambiara el sistema de registro, pues requiere viajar a la capital y pasar mucho tiempo en trámites burocráticos.
El presidente de la Conferencia Episcopal de Bulgaria, monseñor Christo Proykov, junto a los protestantes y a los musulmanes ha expresado al Presidente de la República su desacuerdo con la ley.
Según los medios de comunicación social las nuevas normas tendrían, sobre todo, la intención de eliminar el sínodo «alternativo» surgido en 1992 a consecuencia de una separación interna en la Iglesia ortodoxa local.