CIUDAD DEL VATICANO, 2 abril 2003 (ZENIT.org).- Incluso cuando Dios parece guardar silencio ante la opresión, la injusticia o el sufrimiento, sigue amando al ser humano y sale en su ayuda si es invocado, asegura Juan Pablo II.
«Descubrir con los ojos de la fe la presencia divina en el espacio y en el tiempo, así como en nosotros mismos, es fuente de esperanza y de confianza, incluso cuando nuestro corazón está turbado y sacudido», afirmó en la audiencia general de este miércoles.
Al encontrarse con varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano, ofreció una meditación sobre el cántico que aparece en el capítulo 42 del libro del profeta Isaías (10-17), en el que presenta el misterioso «silencio de Dios», experiencia del creyente en tiempos de prueba.
«El profeta nos hace ser conscientes de que incluso cuando [Dios] parece callar ante la opresión, la injusticia u otra forma de mal que toca al hombre, no deja de amarlo y sale en su ayuda siempre, si el hombre se dirige a él con confianza», afirmó el Papa en el resumen que ofreció al final del encuentro en polaco.
«Al creyente, sobre todo si lleva el peso de una experiencia dolorosa, puede parecerle que Dios calla –siguió constatando–. Incluso los grandes santos místicos han vivido este estado que san Juan de la Cruz llamó “noche obscura del alma”».
«El profeta Isaías nos enseña que quien, a pesar de todo, cree con confianza que Dios está cerca y actúa, podrá sobrevivir al tiempo de prueba y con alegría dará gracias a Dios por su constante amor que libera de todo mal», aclaró al finalizar su resumen en polaco.
El «silencio» de Dios «no indica una ausencia, como si la historia quedara en manos de los perversos y el Señor permaneciera indiferente e impasible», había aclarado el Papa en su meditación dirigida en italiano.
Al superar la prueba, al creyente, «que estaba ciego, se le abren los ojos para que goce de la luz que deslumbra. El camino se hace rápido y florece la esperanza, para poder seguir confiando en Dios y en su futuro de paz y de felicidad».
El objetivo, por lo tanto, es «percibir los signos de la acción divina incluso cuando está escondida por el devenir aparentemente monótono y sin meta del tiempo».
El pontífice concluyó citando a uno de los pensadores más influyentes del siglo XX, Romano Guardini (1885-1968), quien explicaba cómo en la tierra «se da una realidad y una presencia eterna que, sin embargo, normalmente duerme bajo el velo de la costumbre».
«La realidad eterna ahora tiene que revelarse, como en una manifestación de Dios, a través de todo lo que existe», afirmaba el teólogo alemán nacido en Italia.
Juan Pablo II continuó con esta meditación la serie de audiencias generales que está dedicando a los Salmos y Cánticos del Antiguo Testamento, que pueden consultarse en la sección Audiencia del miércoles de la página web de Zenit.