Intervención vaticana ante la Comisión de la ONU sobre el desarme

NUEVA YORK, 2 abril 2003 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención del martes del observador permanente de la Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas, el arzobispo Celestino Migliore, durante la sesión anual de la Comisión de la ONU sobre el desarme.

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Señor presidente:

Mi delegación se une para darle la enhorabuena por su elección para presidir esta importante Comisión. Queremos igualmente expresar nuestros mejores deseos al resto de los miembros del departamento.

Meses atrás, la delegación de la Santa Sede declaró ante el Primer Comité de la 57ª Sesión de la Asamblea General de la ONU que «las antiguas políticas de disuasión nuclear, que prevalecieron durante la Guerra Fría, ahora deben conducir a medidas concretas de desarme, basadas en el diálogo y la negociación multilateral, que son valores esenciales en el proceso de desarme. A través de los instrumentos del Derecho Internacional, facilitan la resolución pacífica de los conflictos, ayudan a una comprensión mutua mejor y fomentan un clima de confianza, cooperación y respeto entre todos los Estados. De esta forma, promueven la afirmación efectiva de la cultura de la vida y de la paz, que está basada en los valores de la responsabilidad, la solidaridad y el diálogo».

Estas palabras parecen adquirir mayor relevancia hoy, cuando el mundo escucha una vez más ante el creciente ruido de las armas. Nos enfrentamos a dos perspectivas opuestas: la primera se basa en la convicción de que los conflictos pueden resolverse mediante una determinada y ampliamente difundida voluntad de negociar eficazmente a la luz de los caminos y la sabiduría de la ley; la segunda perspectiva mantiene que, en vista de las amenazas que resurgen y son difíciles de evitar, la fuerza es más eficaz y directa. En cualquier caso esta última parece que sólo reduce la cooperación internacional en materia de desarme, en lugar de incrementarla, provocando repercusiones negativas en el multilateralismo. Un claro mensaje a favor de la fuerza de la ley y no de la ley de la fuerza debería salir de esta importante sesión.

Hemos venido a este foro con un objetivo preciso: respaldar los medios para alcanzar el desarme nuclear, así como las medidas en el terreno de las armas convencionales. Las técnicas de mediación, negociación y verificación están desarrollándose hoy. El sistema de control de armas parece que ha dado un resultado eficaz y que ha conducido a resultados significativos en las últimas décadas. Sólo necesita consolidarse para resolver mejor nuevos desafíos y enfrentar nuevas amenazas. Por ello, la Santa Sede desea reiterar su apoyo a los principios y a la efectiva puesta en práctica de los objetivos contenidos en el Tratado de No Proliferación Nuclear así como en el Documento Final de la Conferencia de Revisión del 2000.

Señor presidente:

La extraordinaria movilización de hombres y mueres que estos días contemplamos prácticamente en todo lugar indica que la causa de la paz está experimentando un gran progreso en la conciencia de la humanidad. Se muestra, cada vez más, como una sentida aspiración entre los pueblos a vivir en seguridad, en justicia, en esperanza y en una cultura de la paz, que –es bueno recordarlo— se centra en el valor del ser humano y en el respetuoso diálogo y coexistencia entre los pueblos.

El conocimiento de la acentuada interdependencia entre las naciones y del riesgo de la destrucción recíproca exige subrayar más el multilateralismo, que, lejos de poner un indebido énfasis en la fuerza o en la aplicación selectiva de los tratados, requiere que todos los Estados e individuos respeten decididamente las leyes y procedimientos que han sido establecidos para el desarme nuclear y la eliminación de las amenazas planteadas por las armas convencionales.

Este es el momento en que cada uno de nosotros, conscientes de la gravedad de la situación presente en que la ley debe elegirse por encima de la fuerza, debe moverse por un profundo sentido de responsabilidad hacia el proceso de desarme. La manera más efectiva para lograr que cada miembro de la comunidad internacional cumpla con sus propios compromisos es la clara voluntad de parte de todos y cada uno de los Estados de cumplir sus obligaciones en el marco de los tratados y entre ellos en un genuino espíritu de multilateralismo.

Gracias, señor presidente.

[Traducción del original inglés realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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