CIUDAD DEL VATICANO, 18 abril 2003 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que Juan Pablo II había preparado para el Vía Crucis de este Viernes Santo en el Coloseo, pero que no pronunció, pues prefirió ofrecer una meditación improvisada sobre la Cruz de Cristo, salvación para el mundo. Para los archivos de la Santa Sede, el texto preparado, es considerado como el texto leído.
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1. «Adoramus Te, Christe, et benedicimus Tibi, quia per sanctam Crucem tuam redemisti mundum» (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, pues con tu santa Cruz redimiste al mundo»). ¡Con tu Cruz! En cada estación del Via Crucis hemos cantado esta invocación que no sólo expresa el sentido del Viernes Santo, sino también el misterio mismo de nuestra salvación. Con la Cruz, Jesús nos ha arrancado del poder de la muerte y del pecado; con la Cruz nos ha redimido y ha vuelto a abrirnos las puertas de la dicha eterna.
Al final de este día de penitencia y de oración, nos quedamos en silenciosa contemplación de Dios que ha sacrificado a su Hijo, su único Hijo, por la salvación del mundo.
El Via Crucis nos ha hecho revivir la pasión de Cristo, pasión que misteriosamente continúa en nuestro tiempo y hasta el final de los tiempos.
2. ¡Cuántos hermanos y hermanas nuestros están reviviendo en su carne el drama del Calvario! ¡Qué numerosos son los «vías crucis» olvidados! Pienso en las trágicas imágenes de violencia, de guerras y de conflictos, que diariamente nos llegan desde tantos lugares; en la angustia y el dolor de individuos y de pueblos de todo continente; en la muerte por hambre y por privaciones de miles de adultos y de niños inocentes; afrenta de la dignidad humana, perpetrada por desgracias en ocasiones en nombre de Dios.
¿Podemos quedar indiferentes ante este desgarrador grito de dolor que se eleva desde tantas partes del planeta?
3. Con tu Cruz redimiste al mundo. Cuando los seres humanos callan impotentes ante estas inquietantes preguntas, la respuesta es ofrecida por la fe. Es una respuesta presente en el mismo acontecimiento que hoy conmemoramos: la muerte de Cristo. En efecto, mientras la noche es todavía oscura, se entrevé ya en la aurora del nuevo día, el día de la resurrección. La muerte no tiene la victoria definitiva. La última palabra la tiene Dios, que resucitará al tercer día a su Hijo unigénito, inmolado por nosotros.
4. «Stabat Mater dolorosa iuxta crucem lacrimosa». A los pies de la Cruz estabas tú, Madre dolorosa, esperanza y apoyo de todos los hombres peregrinos sobre la tierra. También bajo la Cruz experimentaste el silencio y el abandono, pero tu fe no vaciló.
Virgen fiel, ayúdanos a permanecer en contemplación orante del misterio que hoy conmemoramos. Ayúdanos a abrazar con amor a Cristo crucificado, el tesoro más precioso que el Omnipotente nos ha dado.
«Adoramus Te, Christe, et benedicimus Tibi, quia per sanctam Crucem tuam redemisti mundum». Tu Cruz, Cristo, es nuestra salvación.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]