CIUDAD DEL VATICANO, 28 abril 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II recordó que la auténtica libertad y unidad de Europa se basa en sus valores espirituales al elevar a los altares al beato Marco d’Aviano (1631-1699).
Este sacerdote de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos, contribuyó de manera decisiva a la liberación de Viena del asedio turco, el 12 de septiembre de 1683, y fue consejero de los líderes cristianos de la Europa de su época, en particular del emperador Leopoldo I de Austria.
«Este contemplativo itinerante por los caminos de Europa estuvo en el centro de una amplia renovación espiritual gracias a una valiente predicación acompañada por numerosos prodigios», constató este domingo el Papa durante la homilía pronunciada en la ceremonia de su beatificación.
«Profeta desarmado de la misericordia divina, fue llevado por las circunstancias a comprometerse activamente para defender la libertad y la unidad de la Europa cristiana», añadió.
«Al continente europeo que se abre en estos años a nuevas perspectivas de cooperación el beato Marco d’Aviano le recuerda que su unidad será más firme si se basa en las comunes raíces cristianas», concluyó.
Con motivo de su beatificación, los medios de comunicación italianos han citado una de las anécdotas que han hecho famoso a este discípulo de San Francisco de Asís.
A él se debería la costumbre, introducida en Viena, de suavizar el sabor amargo del café venido de Oriente con leche. Por este motivo, se dio a la bebida el nombre de su orden religiosa: el «Capuchino».