CIUDAD DEL VATICANO, 1 julio 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha presentado el diálogo –valiente y perseverante— como el instrumento para enfrentar las tensiones que padece el mundo al recibir este martes al jefe de la misión libia ante la Santa Sede, Abdulhafed Gaddur, en la presentación de sus credenciales.

«El diálogo, basado en sólidas leyes morales, facilita la solución de los conflictos y favorece el respeto de la vida, de toda vida humana», constató el Papa. Por ello, según el Santo Padre, el recurso a las armas para dirimir las controversias representa «siempre una derrota de la razón y de la humanidad».

En este contexto, Juan Pablo II manifestó su preocupación por la situación en Oriente Medio, por el terrorismo, por los conflictos que impiden el desarrollo en muchas regiones de África y por la desigual distribución de los bienes de la tierra y de los frutos de la investigación tecnológica, humana y espiritual.

El Papa recordó ante el diplomático libio que la acción de la Santa Sede en el escenario internacional se caracteriza precisamente por la búsqueda del diálogo «a fin de favorecer el acuerdo entre las naciones, el logro de la paz y la defensa de las legítimas peculiaridades de todo pueblo, así como la solidaridad concreta hacia los menos afortunados».

«La sincera voluntad de honesta colaboración –añadió-- constituye la base para una beneficiosa cooperación entre los creyentes y todos los hombres», algo que es especialmente válido para «los seguidores del islam y los cristianos».

Por ello, ante los intentos de falsificar la religión o utilizar ilegítimamente las sagradas tradiciones «es necesario subrayar con fuerza que son contrarias a Dios y al hombre las prácticas que incitan a la violencia y al desprecio de la vida humana», advirtió el Papa.

La Iglesia, consciente de estas circunstancias, desea «llevar adelante su misión de paz, exhortando a todos a hacerse cargo el uno del otro para construir un mundo más justo, más solidario y más libre», afirmó el Santo Padre.

«Hay que alentar con firme determinación el camino del diálogo y de la mutua comprensión en el respeto de las diferencias –invitó--, de forma que la auténtica paz pueda lograrse y tenga lugar el encuentro entre los pueblos en un contexto de solidario acuerdo».

El Papa dirigió también su pensamiento a la comunidad católica en Libia, «que desea proseguir con su labor, cultivando el espíritu de comunión fraterna y la disponibilidad hacia el prójimo con una presencia discreta y amorosa».