LONDRES, 26 de julio de 2003 (ZENIT.org).- Los líderes de centro izquierda de todo el mundo se reunieron en esta ciudad del 11 al 13 de julio como parte de su búsqueda de una identidad. La reunión culminó en un encuentro de jefes de gobierno y de estado de 14 países que hicieron pública una declaración final. La mezcla de conferencias internacionales y publicaciones académica comenzó con el título «La Tercera Vía», pero se formalizó posteriormente en una corriente de pensamiento conocida como Red Política. La conferencia de Londres tuvo como lema la Conferencia Progresista de Gobierno.

Los líderes en funciones incluyen a los primeros ministros Tony Blair de Gran Bretaña, Jean Chrétien de Canadá, y Goran Persson de Suecia, y los presidentes Thabo Mbeki de Sudáfrica y Alexander Kwasniewski de Polonia. También estuvo presente el anterior presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, junto a algunos representantes de los partidos políticos de centro izquierda europeos. A pesar del número de influyentes líderes políticos presentes, el encuentro recibió poca cobertura de prensa fuera de Gran Bretaña. ZENIT presenta un resumen de algunos de los principales puntos planteados en el encuentro.

Los temas de las conferencias incluían el tratamiento del envejecimiento de la población y los cambios en la estructura familiar; reforma de los servicios públicos; la búsqueda de un nuevo equilibrio entre derechos y responsabilidades; hacer frente al aumento de la emigración; y la mejora de la ética empresarial.

En su discurso del 11 de julio, Tony Blair subrayó algunos puntos que «un acertado gobierno de centro izquierda» necesita tener presentes. Hizo notar la importancia de la capacidad económica y el deseo del público de tomar el control de sus vidas. Defendió la inversión en los servicios públicos en lugar de reducir los impuestos. Insistió en que los gobiernos deberían entender las nuevas tecnologías, así como las oportunidades y amenazas de la globalización. También pidió formas efectivas de tratar con temas tales como la emigración, el asilo y el crimen.

Blair subrayó los éxitos económicos en Gran Bretaña y afirmó que su gobierno ha «cambiado el paradigma esencial de la derecha: usted tiene que escoger entre más prosperidad o más justicia social». Reconoció, sin embargo, que los rápidos cambios del mundo de hoy obligan a los gobiernos social demócratas a adaptar sus políticas.

Un parte fundamental de esto implicará «la modificación de la relación entre el ciudadano y el estado; hasta algo que no sea ni dependencia, ni abandono, sino una relación de dos partes basada en los derechos y responsabilidades mutuos para proporcionar oportunidades y seguridad para todos de cara a la globalización». Esta relación entre el ciudadano y el estado demanda una mayor flexibilidad e innovación por parte de los gobiernos.

Interés en Latinoamérica
Tres jefes de Estado latinoamericanos asistieron a la conferencia de Londres. Los presidentes Ricardo Lagos de Chile, Néstor Kirchner de Argentina, y Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil, todos los cuales tienen un pasado de izquierdas, observaba el 11 de julio el Financial Times. Pero una vez en el cargo han tomado una postura más pragmática, distanciándose del radicalismo de Fidel Castro en Cuba y Hugo Chávez en Venezuela.

La nueva generación de líderes social demócratas de Latinoamérica ven su labor recortada. El lento crecimiento económico y el creciente desempleo en los últimos años ha hecho más difícil equilibrar una economía de libre mercado con las preocupaciones sociales, afirmaba el Financial Times.

Coincidiendo con la conferencia, el diario británico Guardian publicó algunos artículos escritos por líderes políticos que asistían al encuentro. En un ensayo publicado el 12 de julio, el presidente Lula denigraba el hecho de que Brasil tenga una de las más desiguales distribuciones de riqueza del mundo. Afirmaba que el Partido Brasileño de los Trabajadores está formulando un proyecto para combinar crecimiento económico con redistribución de riqueza, junto con una profundización de la democracia política.

Aunque las políticas económicas de su gobierno se han centrado hasta ahora en la estabilidad fiscal y en restaurar el crecimiento, Lula explicaba que el «nuevo modelo económico» de su partido tiene como preocupaciones sociales prioritarias la lucha contra el hambre y el apoyo a los pequeños agricultores. También ha proclamado la necesidad de que el estado «actúe con decisión para llevar a cabo su papel regulador en la economía».

El presidente brasileño también pedía «una nueva forma de política exterior para ayudar a construir un nuevo orden mundial que sea más justo y más democrático». Criticó los excesos de la globalización y la inestabilidad de los mercados financieros. También solicitó una reforma de organismos multilaterales tales como las Naciones Unidas, donde, añadió, Brasil ha reclamado el derecho a un puesto como miembro permanente del Consejo de Seguridad.

Declaración final
La declaración hecha pública por los jefes de gobierno y de estado proclamaba: «Compartimos la fe en la libertad, en la justicia y la imparcialidad; y en la solidaridad y la responsabilidad mutua. Compartimos la convicción – respaldada por la historia- del poder de la acción colectiva para mejorar las vidas de las personas. Y compartimos la experiencia de haber visto cómo se ponían en práctica nuestras propias políticas progresistas».

En la esfera internacional, los líderes acentuaron la importancia de una postura multilateral basada en el derecho internacional y el papel de las Naciones Unidas a la hora de tratar con problemas tales como la pobreza, el medio ambiente, los derechos humanos y la lucha contra el terrorismo.

Los líderes políticos se comprometieron a trabajar juntos en toda una serie de temas. Las prioridades de acción incluían: eliminar barreras al comercio internacional y reducir los subsidios agrícolas; trabajar hacia un sistema financiero internacional más estable que minimice las crisis; mejorar las políticas de emigración; desarrollar nuevas fuentes de energía y ocuparse del cambio climático; mejorar la gestión empresarial y la transparencia; y asegurar un mayor acceso a la sanidad.

El área de la seguridad la declaración condenaba el terrorismo y se comprometía a trabajar junto para abordar esta amenaza. Los líderes invitaron a todos los estados a que cumplieran con los tratados internacionales relativos a las armas de destrucción masiva, e impulsaron un progreso a largo plazo para reducir el armamento convencional.

En cuanto a la agenda doméstica, la declaración identificaba ocho desafíos principales: estrategias progresivas de crecimiento; asegurar una distribución equitativa de la riqueza; reformar los servicios públicos para mejorar su calidad; aumentar la inversión para la infancia; garantizar la seguridad comunitaria frente al crimen y a los conflictos violentos; asegurar la cohesión social promoviendo la tolerancia y el respeto; mejorar la democracia y asegurar mayor transferencia y responsabilidad; y alcanzar el pleno empleo.

¿Y ahora hacia dónde?
Uno de los principales ideólogos de la Tercera Vía ha sido Anthony Giddens. Actual director de la London School of Economics, escribió un artículo para el Financial Times del 11 de julio expresando la confianza en el futuro de este movimiento. Cuando se lanzó la Tercera Vía hace seis años, los partidos de centro izquierda estaban en el poder en 11 de los 15 países de la Unión Europea y Bill Clinton era presidente de Estados Unidos.

Las perdidas que siguieron para el centro izquierda en Estados Unidos y Europa se han visto compensadas, mantenía Giddens, por los logros electorales en países tales como la República Checa, Hungría y Polonia. Y otros gobiernos están ahora sigu iendo programas «fuertemente influenciados por las ideas y las políticas de la Tercera Vía», defendía.

Admitía que las derechas han conseguido algunas victorias electorales en los últimos años. Pero las acusaba de ganar gracias a la explotación de temas populistas. «Sus éxitos han sido en gran parte oportunistas», afirmaba.

En contraste, decía que el pensamiento de la Tercera Vía tiene mucho más contenido y que «nuestros discursos tendrán un impacto práctico y pueden articular el pensamiento y la práctica del centro izquierda para los años venideros».

Este optimismo no era compartido por todos. Algunos de los artículos de prensa sobre la conferencia de Londres comentaban las dificultades políticas que tienen que afrontar Blair y otros líderes actuales. La gran pregunta sigue siendo hasta qué punto pueden influir en el futuro los campeones del «gobierno progresista».