TOKIO, 3 julio 2003 (ZENIT.org).- Durante más de 20 años se encargaban de la alfabetización y de la instrucción de los jóvenes y familias pobres de las montañas del Nepal. En el 2001 a causa de la violencia de los grupos de guerrilla maoísta, se vieron obligadas a cerrar su escuela. Hoy las Religiosas de Notre-Dame retoman su insustituible labor en Nepal.

«La situación no es del todo pacífica» explica a la agencia misionera de la Santa Sede Fides sor Tanaka Shoko, que era la directora del colegio que fue cerrado. «Pero muchos habitantes del lugar desean la reapertura de la escuela por lo que hemos decidido volver. Esperamos que todo vaya bien».

La actividad de las religiosas en el pequeño país del Asia tibetana comenzó al inicio de los años ochenta cuando la congregación envió cuatro religiosas a Bandipur, localidad montañosa entre Pokkara y Kathmandu. En 1985 las religiosas fundaron un jardín de infancia, después una escuela elemental y en 1997 un colegio que acogía a numerosas jóvenes de religión hindú y budista.

Los problemas comenzaron en 1996 cuando los grupos guerrilleros maoístas, que todavía luchan por instaurar una «república del proletariado», lanzaron una serie de atentados y ataques armados que provocaron 7.000 víctimas en seis años, a pesar de los intentos de reconciliación por parte del gobierno nepalí.

La escuela de las Religiosas recibió tres cartas amenazadoras que intimidaban a las religiosas a cerrar el instituto y abandonar el país bajo pena de represalias violentas. Las religiosas debieron suspender, muy a pesar suyo, la actividad educativa, sobre todo por no exponer al peligro a los estudiantes. El jardín de infancia permaneció abierto gracias a la labor de voluntarios del lugar en colaboración con algunos sacerdotes.

El 29 de enero pasado el gobierno de Nepal alcanzó un acuerdo de alto al fuego con los rebeldes por lo que las religiosas decidieron reabrir la escuela. La Congregación ha enviado a sor Imamura Seiko y sor Kanatani Miyoko que han trabajado en Nepal desde el inicio de la misión.

Las dos religiosas recuerdan con alegría su experiencia en Nepal y están felices de poder continuarla. Sor Imamura dice: «Hace veinte años no conocíamos la lengua local, tanteábamos a ciegas, pero recibimos una buenísima acogida por parte de la gente del poblado. Trabajando allí teníamos la certeza de ser guiadas por Dios. Yo sé que el proyecto ha seguido adelante gracias al apoyo espiritual y material de muchos amigos. Hoy los chicos nepalíes mas grandes que recibieron instrucción de nosotras, nos ayudaran en la educación de los más pequeños».

En Nepal, nación en su mayoría hindú, de 23 millones de habitantes, hay unos 6.000 católicos.