CIUDAD DEL VATICANO, 16 julio 2003 (ZENIT.org).- El motivo más profundo de alegría que puede experimentar una persona consiste en sentirse amada por Dios con amor de madre, considera Juan Pablo II.
El Papa llegó a esta conclusión este miércoles al meditar en el cántico del capítulo 66 (versículos 10-14) del libro de Isaías, junto a unos dos mil peregrinos que participaron en la audiencia general de este miércoles, en la residencia pontificia de Castel Gandolfo, donde transcurre sus vacaciones.
«Como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo», afirma Dios en el pasaje bíblico comentado por el Santo Padre.
Poco antes, en el mismo libro de Isaías (capítulo 49), el Señor pregunta «¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido».
La composición poética comienza describiendo la alegría del pueblo de Israel cuando Jerusalén, recupera la paz y la prosperidad.
Este gozo producido por esta «existencia rodeada de ternura materna» es descrito por el profeta con una imagen entrañable: «Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán».
Pero, «esta ternura materna», que el autor bíblico describe en Jerusalén, «será ternura del mismo Dios», recordó el Papa al seguir repasando el cántico.
Este es el motivo de la más profunda felicidad, constató el Papa, al explicar el motivo por el que la composición comienza con tres imperativos: «Festejad», «gozad», «alegraos».
Al ver la alegría descrita por el profeta en Jerusalén, y la misma alegría que la escena provoca en Dios, el Santo Padre concluyó que es fácil comprender también la dicha que experimentan los hijos de la Iglesia.