El cardenal de La Habana analiza el impacto de este pontificado

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«Un colosal esfuerzo por sacar a la historia de su inercia actual»

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LA HABANA, 18 noviembre 2003 (ZENIT.org).- El cardenal Jaime Ortega Alamino, arzobispo de La Habana, ha hecho un balance de los veinticinco años de este pontificado definiéndolo como un colosal esfuerzo por sacar a la historia de su inercia actual.

El purpurado cubano, en esta entrevista concedida a Radio-Televisión España, analiza al mismo tiempo las repercusiones que tuvo la visita de Juan Pablo II a Cuba.

–Eminencia, ¿pudiera usted hacer un balance del papado de Juan Pablo II?

–Cardenal Jaime Ortega: No es posible en pocos minutos referirse al extraordinario Pontificado de Juan Pablo II, el Papa más conocido de la historia, el más visto, el que ha recorrido el mundo en más de cien viajes a distintos países, cuyos mensajes, encíclicas, homilías y discursos llenan decenas y decenas de libros; un Papa de pensamiento preclaro, de corazón grande, hombre de oración que despliega al mismo tiempo actividad incansable, venciendo los obstáculos de la enfermedad, del dolor físico y de las penas que causan en su corazón de Padre universal los males que aquejan a hombres y mujeres de hoy.

El Papa Juan Pablo II pasará a la historia como un luchador, como un testigo firme y valiente de Jesucristo en medio de un mundo que ha ido transitando durante el tiempo de su fecunda vida, de las falsas seguridades suministradas por las ideologías a la frustración y la sospecha del largo periodo de guerra fría que ha dejado en las nuevas generaciones una calculada indiferencia.

Juan Pablo II no ha cesado de anunciar al mundo el Evangelio de Jesucristo para derribar precisamente el muro de indiferencia ante el hambre y la desnutrición de tantos seres humanos, ante la acción devastadora de la pobreza, de la sequía, del SIDA, especialmente en África, para despertar las conciencias de los satisfechos de la tierra a una solidaridad con los desposeídos de vastas regiones del planeta. Los Papas siempre han hablado a escala planetaria, pero Juan Pablo II lo ha hecho a un mundo en trance de globalización, intercomunicado técnicamente, pero falto de comunicación vital, humana, solidaria.

El Pontificado de Juan Pablo II es un colosal esfuerzo por sacar a la historia de su inercia actual.

–¿Qué ha aportado el Papa Juan Pablo II a la Doctrina Social de la Iglesia?

–Cardenal Jaime Ortega: Comencemos por decir que ha sido publicado un Diccionario de Doctrina Social de Juan Pablo II; porque no sólo en sus grandes encíclicas como Centesimus annus o Sollicitudo Rei Socialis, sino en múltiples discursos, homilías y diversas intervenciones del Papa hay abundantes referencias a distintos aspectos de la Doctrina Social de la Iglesia.

El mundo se habituó a escuchar un lenguaje sobre el hombre y la sociedad que habla de derechos individuales, de libertad y democracia con poca o ninguna referencia a la justa distribución de la riqueza o a la atención social de los ciudadanos. De otro lado, se pone un fuerte acento en repartir los bienes de la tierra y procurar una justicia social amplia, pero se silencian o quedan preteridos los derechos individuales de la persona humana y el estado se torna autoritario para cumplir su programa social. La Doctrina Social de la Iglesia es integradora y su proyección puede resumirse en unas pocas palabras del Papa Juan Pablo II en su homilía del 25 de enero de 1998 en la Plaza de la Revolución en La Habana: «Para muchos de los sistemas políticos y económicos hoy vigentes el mayor desafío sigue siendo el conjugar libertad y justicia social, libertad y solidaridad, sin que ninguna quede relegada a un plano inferior. En este sentido, la Doctrina Social de la Iglesia es un esfuerzo de reflexión y una propuesta que trata de iluminar y conciliar las relaciones entre los derechos inalienables de cada hombre y las exigencias sociales, de modo que la persona alcance sus aspiraciones más profundas y su realización integral…».

¿Cuál ha sido su papel en los procesos históricos de la posguerra fría?

–Cardenal Jaime Ortega: Terminada la guerra fría el mundo tiende a estancarse. Alguno llegó a hablar del fin de la historia. El Papa Juan Pablo II ha tratado de dinamizar el tiempo del final de un milenio y del comienzo del otro por medio de las energías latentes en el Evangelio. A los cristianos los llama a una nueva evangelización del mundo y a todos los pueblos los invita a abrir sus puertas a Jesucristo. En los procesos históricos de la posguerra fría en Europa oriental, en Cuba o en cualquier parte del mundo el Papa no ha cesado de proponer el diálogo como camino para la solución de conflictos, incluso cuando este exige la reconciliación y el perdón. Y ante los grandes desafíos económicos que repercuten en la vida social de los pueblos, el Papa recomienda la solidaridad que tenga en cuenta al más débil.

¿Cuál es su valoración de la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba?

–Cardenal Jaime Ortega: Ha sido una de las visitas más esperadas por el Papa y por el mundo, y una de las más seguidas por los medios de comunicación. Enfocada políticamente por muchos, fue percibida por algunos como el encuentro entre Juan Pablo II y Fidel Castro, por otros como la presencia en un país de la antigua órbita comunista, del más destacado representante de los valores de la fe cristiana. Expectativas políticas se suscitaron así entre los observadores.

Para los católicos en Cuba se trataba de una visita pastoral largamente esperada por el Papa y por nosotros, un encuentro del Pastor universal con la parte del rebaño que vive en Cuba, y así vino el Papa, confirmó a los obispos en su misión, encontró a las familias y a los jóvenes, a los enfermos y al mundo de la cultura y dejó una estela de luz y de esperanza en los católicos cubanos y en nuestro pueblo en general, de modo que la Iglesia recibió un impulso nuevo y perdurable en su misión. Como nuestras expectativas eran éstas fueron colmadas con creces. Las expectativas de tipo político, por no estar bien fundadas, quedaron frustradas.

¿Qué problemas dejará pendientes el Papa Juan Pablo II en la Iglesia para su sucesor?

–Cardenal Jaime Ortega: Cada época tendrá sus problemas y lo que hoy se percibe como tal queda mañana modificado por circunstancias diversas. El próximo Papa tendrá también la gracia de Dios para enfrentar los problemas que encuentre o que se han de generar lógicamente después; pero éstos no pueden describirse hoy, pues cada problema depende del tiempo en que se gesta y en que desaparece.

Juan Pablo II ha sido el Papa más visible. Ha ampliado las fronteras de la Iglesia hasta los confines del mundo. Pero su doctrina moral ha sido contestada o ignorada en Occidente. ¿Se encamina la Iglesia Católica hacia una Iglesia exigente en lo moral y por lo tanto de minorías?

–Cardenal Jaime Ortega: No olvidemos que la doctrina moral del Papa incluye ante todo el servicio del amor al prójimo, la lucha contra el egoísmo personal o de grupo y el llamado continuo a la solidaridad. También en estos aspectos es desafiante la moral cristiana. No reduzcamos la moral a su aspectos sexuales, a la relación matrimonial.

Nuestro mundo no es malvado, no rechaza algunas doctrinas morales porque haya hecho una opción por el mal o la corrupción, es más bien un mundo frágil, el hombre o la mujer de hoy se hayan inmersos en una realidad sensorial múltiple que lo solicita. Ante interpretaciones estadísticas y sicológicas de lo correcto o de lo aceptable se pierde el sentido de lo verdadero. Estamos ante un ser humano aparentemente muy informado, pero poco formado. Ante esta crisis no se debe callar. Se debe proponer una y otra vez la verdad aunque pocos parezcan aceptarla, aunque rechacen más o menos las exigencias que ellas conllevan.

Siempre han sido pocos los que acogen plenamente el mensajes de Jesús y sus
exigencias en la vida social, política, familiar y personal.

La Iglesia ha actuado siempre como el hombre que lanza la piedra en aguas estancadas y produce un movimientos de círculos concéntricos que se desplazan de un punto focal hasta la periferia. Los pequeños círculos cercanos al lugar del impacto lo reciben más plenamente, pero hay un influjo que llega hasta el borde. Esto lo sabe el Papa, él actúa así y la Iglesia seguirá actuando de este modo. Es el estilo de las parábolas de Jesús: el grano de mostaza que produce un gran arbusto, el puñado de levadura que fermenta la masa. El mensaje de Jesús es siempre de impacto en minorías y de influjo universal.

Wojtyla ha cambiado la figura del Papa, ¿Qué cualidades debe tener su sucesor?

–Cardenal Jaime Ortega: Las propias de su personalidad sacerdotal, de su espiritualidad, de su modo de ser pastor. Nadie podrá imitar al Papa Juan Pablo II y nadie lo pretenderá. Parecía insustituible el papado brillante de Pío XII, y Juan XXIII le dio un sello propio de sencillez y de ternura a su Pontificado. Muy distinto será a Juan Pablo II su sucesor, pero estoy seguro que siempre será el hombre que Dios querrá para ese momento de la historia de la Iglesia y de la humanidad.

[Transcripción distribuida por «Ecclesia in Habana»]

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ZENIT Staff

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