CIUDAD DEL VATICANO, 30 noviembre 2003 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención que pronunció Juan Pablo II este domingo a mediodía al dirigirse a los miles de peregrinos congregados en la plaza de San Padre del Vaticano para rezar la oración mariana del «Angelus».
* * *
Queridos hermanos y hermanas:
1. Inicia hoy el Adviento, itinerario de renovación espiritual en preparación de Navidad. En la liturgia, resuenan las voces de los profetas, que anuncian al Mesías invitando a la conversión del corazón y a la oración. El último de ellos y el más grande, Juan el Bautista, grita: «Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas» (Lucas 3, 4), pues «vendrá para visitar a su pueblo en la paz».
2. ¡Viene Cristo, el príncipe de la paz! Prepararnos para su Natividad significa despertar en nosotros y en el mundo entero la esperanza de la paz. Ante todo la paz en los corazones, que se construye deponiendo las armas del rencor, de la venganza, de toda forma de egoísmo.
¡El mundo tiene una gran necesidad de esta paz! Pienso de manera particular, con profundo dolor, en los últimos actos de violencia en Oriente Medio y en el continente africano, así como en los episodios que registra la crónica cotidiana en muchas otras partes de la Tierra. Renuevo mi llamamiento a los responsables de las grandes religiones: ¡unamos las fuerzas para predicar la no-violencia, el perdón y la reconciliación! «Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra» (Mateos 5, 5).
3. En este itinerario de espera y de esperanza, el Adviento, la comunidad eclesial se recoge más que nunca en torno a la Virgen Santísima. Que ella, Virgen de la espera, nos ayude para que abramos los corazones a Aquel que trae, con su venida entre nosotros, el don inestimable de la paz a toda la humanidad.
[Después de rezar la oración mariana del «Angelus», el Papa dirigió este saludo a los peregrinos:]
Mañana tiene lugar la Jornada Mundial del Sida, enfermedad que por desgracia está todavía en fuerte crecimiento, especialmente en los países más pobres. Mientras rezo por aquellos que han sido golpeados por este flagelo, aliento a cuantos en la Iglesia desempeñan un estimable servicio de acogida, atención y acompañamiento espiritual a favor de estos hermanos y hermanas.
Saludo a los peregrinos de lengua italiana, en particular a los miembros de la Comunidad de San Egidio, que hoy, en contacto con numerosas ciudades del mundo, relanzan la campaña internacional contra la pena de muerte.
A todos les deseo un buen domingo.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]