CIUDAD DEL VATICANO, 9 diciembre 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II considera que a la crisis de vocaciones es necesario responder con seminarios donde se preparen sacerdotes con una sólida formación humana, en particular afectiva y moral.
Así lo ilustró el pontífice en el discurso que entregó este viernes al segundo obispos de Francia, de las provincias eclesiásticas de Rennes y Rouen, que están cumpliendo en estas semanas con su quinquenal visita «ad limina apostolorum» a Roma.
En su intervención, se concentró en la «grave crisis de vocaciones» que experimenta Francia, al igual que otros países occidentales, a la que se han referido constantemente los prelados en el informe que han presentado al Papa con motivo de su peregrinación a la Ciudad Eterna.
Se trata de «una especie de travesía del desierto que constituye una auténtica prueba en la fe tanto para los pastores como para los fieles», reconoció el sucesor del apóstol Pedro con comprensión.
En lugar de ceder «al desaliento», el obispo de Roma invitó a los obispos franceses a «asumir el desafío con firme esperanza» prestando particular atención a la formación de los futuros sacerdotes en el seminario, «comunidad educativa en camino».
La formación de los jóvenes que quieren ser sacerdotes, explicó, debe tener en cuenta cuatro dimensiones complementarias: «formación humana, espiritual, intelectual y pastoral».
Entre estas dimensiones, en «un ambiente social –caracterizado por el relativismo generalizado de «valores» difundidos por los medios de comunicación y por la banalización de la sexualidad–», el pontífice recomendó a los obispos que presten particular atención a «la formación humana, afectiva y moral de los candidatos».
Juan Pablo II alentó a los formadores de los seminarios, asistidos por especialistas competentes, a que ayuden a los jóvenes a «conocer claramente las exigencias objetivas de la vida sacerdotal», estimando «en su justa medida el don del celibato», «don de amor ofrecido al Señor y a aquellos que les serán confiados».
«En la formación humana y afectiva de los candidatos al sacerdocio, así como en todas las demás dimensiones de su formación, se trata de buscar y contemplar a Cristo, Verbo encarnado y hombre nuevo y perfecto, se trata de tomarle por modelo para imitarle en todo, para ser sacerdote en su nombre», concluyó.