BRUSELAS, 11 diciembre 2003 (ZENIT.org–Veritas).- El Partido Popular europeo acaba de entregar a la presidencia italiana 650.000 firmas que piden incluir una referencia al cristianismo en la Constitución europea. Entre los promotores españoles de la iniciativa se encuentra la eurodiputada de Convergencia i Unio (CIU) Concepció Ferrer.
En una entrevista concedida a la agencia Veritas, la eurodiputada española explica la importancia del cristianismo no sólo en la cultura europea, sino en el propio proceso de construcción de la Unión.
–¿De qué manera cree que pueden influir las firmas que acaban de entregar a la presidencia italiana en las decisiones que tomará el Parlamento europeo este fin de semana?
–Concepció Ferrer: No sé hasta qué punto podremos influir, pero me parece fundamental que hagamos llegar la preocupación e interés de muchos ciudadanos europeos, para que el Proyecto recoja en el preámbulo de la Constitución una referencia a las raíces cristianas de Europa.
No se trata tanto de obtener un éxito, difícil en las actuales circunstancias, cuanto de manifestar la voluntad de que se oiga la voz de tantos ciudadanos que piden este reconocimiento.
–¿Por qué el empeño de algunos países por negar la evidencia?
–Concepció Ferrer: El problema se ha planteado porque se ha confundido el deseo de justicia histórica que implica el reconocimiento de las raíces cristianas (no sólo de las que han configurado Europa, sino, y esto es importante destacarlo, el propio proceso de la Unión) con la voluntad de imponer el cristianismo e ir contra la laicidad.
Nadie pretende poner en duda la separación entre la Iglesia y el Estado, pero el reconocimiento histórico del papel del cristianismo es un acto de justicia, el otro debate es falso, aunque la negativa, sobre todo de dos países, se ha impuesto a los 25.
–El constitucionalista judío Joseph Weiler, que también está a favor de la referencia al cristianismo en la Constitución, dijo este miércoles en Madrid que es falso que la laicidad garantice el pluralismo ¿está de acuerdo?
–Concepció Ferrer: Es indudable que no lo hace. Nos imponen la laicidad, negando el pluralismo. Lo recordaba Weiler, con quien coincidí ayer en Barcelona, y lo ha sostenido en Europa el grupo de demócratas cristianos en reiteradas ocasiones.
Como grupo, y en una de las tantas resoluciones que han tratado sobre la inclusión del cristianismo en la Constitución europea, pedíamos que se incorporara el mismo texto de la Constitución polaca, que se dirige tanto a los que creen como a los que no creen. Lo otro, es imponer «ninguna creencia», por encima del necesario respeto a la libertad religiosa, practicada y manifestada públicamente.
Cuando decía que en las reuniones para definir el texto constitucional se ha planteado un falso debate, me refería precisamente a esto, porque no se trata de optar entre secularismo, pluralismo y cristianismo. La auténtica laicidad que practicamos promueve el respeto a todas las religiones y a la vez reivindica el derecho a que el Parlamento europeo reconozca la evidencia histórica del cristianismo.
–¿Cree usted que «hay demasiada prisa» por aprobar la Constitución?
–Concepció Ferrer: Éste es un problema complejo. Yo creo que no ha habido prisa por llegar al texto constitucional. La Convención hace ya un tiempo que fue creada y empezó largos trabajos, en los que han participado diputados de todos los parlamentos de los estados miembros.
Sobre esos trabajos ha habido luego diversas posturas. Unos han considerado que se podría aprobar el texto elaborado por la Convención sin hacer retoques, y sin que la Conferencia intergubernamental tuviera que modificarlo.
Otros, entre los que me encuentro, creíamos que la base del texto podía mejorarse para garantizar la eficacia de las instituciones europeas y también para incluir la referencia a la herencia cristiana.
El problema es que se ha reabierto todo el texto y se han querido introducir demasiadas modificaciones, aunque la principal dificultad era la falta de consenso en puntos fundamentales como la ponderación de votos, la política de defensa o la mención a las raíces cristianas.
Esto ha impedido que se avanzara, pero es necesario contar con un texto constitucional, sobre todo porque es importante que en marzo del año próximo, con la Europa de los 25, hayamos logrado un sistema de tomas de decisiones basados en la unanimidad.
Tal vez la presidencia italiana tenga prisa para que el Proyecto esté concluido en Roma, pero si el texto no es óptimo sería mejor prolongar los trabajos de la Conferencia intergubernamental, aunque sería absurdo partir cada vez de un nuevo texto, como pasó en Niza.
Es decir, por un lado podría hablarse de cierta prisa, pero esto no puede hacernos olvidar que este texto debería ser ya el definitivo para que pudiera ser sometido a referéndum y todos los ciudadanos votaran su aprobación.
–¿Cree que el Parlamento Europeo carece de sensibilidad religiosa para reconocer la importancia que la religión tiene en el continente?
–Concepció Ferrer: Está claro, por lo sucedido hasta ahora, que la mayoría del Parlamento no está por la labor. Mi grupo, cada vez que se ha aprobado un texto sobre la Constitución ha presentado enmiendas en este sentido, que nunca han prosperado, porque siempre hay una mayoría en contra.
En el Parlamento, se ha puesto de moda incluso estar en contra de la afirmación de lo religioso y de los valores que inspiraron las instituciones europeas. Cuando hablo de raíces cristianas no sólo lo hago en sentido cultural o histórico, sino sobre todo, en el sentido de la propia construcción europea.
Los «padres fundadores», como son llamados los demócratas cristianos que impulsaron la Unión, eran sobre todo cristianos coherentes con sus creencias, que precisamente por serlo buscaron la reconciliación europea y una civilización de los pueblos del continente basada en los valores del cristianismo.
Sin embargo, la moda hoy no es ya afirmar el laicismo, sino imponerlo rechazando el pluralismo religioso.
–¿Qué puede pasar este fin de semana?
–Concepció Ferrer: Puede pasar de todo, es imprevisible depende de las posturas de los distintos Estados, y yo creo que el papel de España será fundamental.
Si el presidente Aznar, sobre todo, es capaz de tener la altura de miras necesaria para hacer que prevalezca el interés comunitario sobre el bien particular de España, sobre todo respecto al reparto en la toma de decisiones, se habrá superado uno de los obstáculos.
Hay que reconocer, por otra parte, que la Presidencia italiana estaba comprometida para conseguir un acuerdo en el que se contemplara la mención a las raíces cristianas.
En su momento, se contempló la posibilidad, a propuesta de la presidencia, de reconocer a la vez las raíces cristianas y la laicidad, ésta era una fórmula
que podría haber sido buena, pero que no prosperó, sobre todo por la cerrazón de Francia y Bélgica, que han intentado imponer su criterio en nombre de la laicidad.
Otra fórmula era incluir la referencia a las raíces cristianas en un anexo (como se hizo con el artículo sobre el status de las iglesias, que antes estaba en un anexo aunque ahora se incluye en el preámbulo). Pero esta no parece una buena solución porque sería una lástima que la referencia a las raíces cristianas no estuviera en el lugar del texto constitucional donde se explica quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos y lo que nos proponemos hacer.