CIUDAD DEL VATICANO, 14 de diciembre de 2003 (ZENIT.org).- El amor de Dios es el fundamento de la alegría cristiana, que las pruebas o el dolor no pueden «arañar», afirmó Juan Pablo II este domingo al invitar a los cristianos a prepararse espiritualmente a la Navidad.
«El Adviento es tiempo de alegría, pues permite revivir la espera del acontecimiento más alegre de la historia: el nacimiento del Hijo de Dios de la Virgen María», afirmó a mediodía antes de rezar la oración mariana del «Angelus».
En un día en que la liturgia de la Iglesia invitaba al gozo al acercarse la Navidad, el pontífice dedicó su reflexión, dirigida a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano, a la alegría cristiana.
«Saber que Dios no está lejos, sino cercano; que no es indiferente, sino compasivo; que no es ajeno, sino un Padre misericordioso que nos sigue con cariño en el respeto de nuestra libertad: este es motivo de una alegría profunda que las cambiantes vicisitudes cotidianas no pueden arañar», afirmó.
«Una característica inconfundible de la alegría cristiana es que puede convivir con el sufrimiento, pues se basa totalmente en el amor», siguió diciendo el Papa, quien leyó íntegramente la intervención que había preparado con voz más clara que en otras ocasiones.
«De hecho, el Señor que «está cerca» de nosotros, hasta el punto de hacerse hombre, viene a infundirnos su alegría, la alegría de amar». subrayó.
«Sólo así se comprende la serena dicha de los mártires incluso en medio de las pruebas, o la sonrisa de los santos de la caridad ante quien está en el dolor: una sonrisa que no ofende, sino que consuela», concluyó.