MOSCÚ, 16 diciembre 2003 (ZENIT.org–Avvenire).- 150 años después de su muerte, a mediados del pasado noviembre, católicos y ortodoxos se reunieron en Moscú en un congreso dedicado a Joseph Friedrich Haas, héroe de la caridad entre los detenidos en Siberia, cuyo proceso de beatificación también ha recibido el respaldo del patriarcado ortodoxo de Moscú.
En el encuentro en torno al «médico de los pobres» participaron el arzobispo de Colonia –el cardenal Joachim Meisner–, el postulador de la causa de beatificación de Haas –el padre Helmut Moll–, y el representante oficial de la Iglesia ortodoxa rusa, el padre Vsevolod Ciaplin.
Cuando se supo en prisión la grave enfermedad del doctor Haas, los detenidos pidieron a su sacerdote una «molieben» –oficio de oración— por su salud. En aquella época, como se decía, los muros de la división llegaban hasta el cielo y el sacerdote ortodoxo, para orar públicamente por un católico, debía pedir permiso al metropolita Filaret.
Éste no sólo lo autorizó, sino que se acercó personalmente a ver al doctor moribundo. Haas estaba escribiendo su testamento: «Estoy reflexionando sobre la gracia –pudo leer el metropolita–, estoy contento de todo, no tengo otro deseo más que se cumpla en mí la voluntad de Dios».
El metropolita acarició la dolorida espalda de Haas, hizo el signo de la cruz sobre él y dijo: «¡Que el Señor te bendiga, Fedor Petrovich! Toda tu vida ha estado llena de gracia. Se ha realizado en ti lo que dijo el Salvador: “Bienaventurados los mansos, los misericordiosos, los puros de corazón, los que trabajan por la paz”. ¡Así entrarás en el Reino de Dios!».
«En los siglos pasados, Occidente llevaba a Rusia las guerras –afirmó el cardenal Meisner–, pero en la persona de Joseph Friedrich Haas hemos llevado a un hombre santo».
«A él he pedido que interceda ante el Señor para que realice el milagro de la visita del Papa a Moscú», reconoció el purpurado.
El cardenal Meisner depositó una corona de flores sobre la tumba de Haas y regaló un cáliz al metropolita católico de la archidiócesis de la Madre de Dios en Moscú –el arzobispo Tadeusz Kondrusiewicz— para la iglesia de los Santos Pedro y Pablo, de la que Haas era parroquiano y que, sin embargo, aún no ha sido restituida a los fieles.
«Cuando leí el libro sobre el doctor Haas, descubrí la imagen de un gran cristiano», reconoció el padre Ciaplin, mano derecha del metropolita Kirill de Smolensko y Kaliningrado –responsable de relaciones exteriores del Patriarcado de Moscú–.
«Apoyo plenamente el proceso para la causa de su beatificación, y considero que también la Iglesia ortodoxa tiene una actitud positiva respecto a dicho proceso», admitió.
«El doctor Haas se convirtió en un Evangelio vivo –observó el padre Moll–. Él es el puente entre la Ortodoxia y el Catolicismo, entre Occidente y Oriente, entre Europa y Asia».
El proceso de beatificación arrancó oficialmente el 31 de marzo de 1998, pero tuvo su inicio algunos años antes, después de una carta de un grupo de católicos de Moscú a monseñor Kondrusiewicz.
Dicho grupo, respaldado por muchos ortodoxos, también compuso una oración al doctor Haas, en sus tiempos milagro viviente de la misericordia y que en nuestros días podría realizar también otro milagro, el del amor fraterno. Devoto católico, Haas dedicó toda su vida al pueblo ortodoxo, que lo venera como santo.
«Es necesario que las dos Iglesias le canonicen juntas», concluyó el cardenal Meisner.