CIUDAD DEL VATICANO, 22 diciembre 2003 (ZENIT.org).- La «plaga funesta» del terrorismo y el «retorno del antisemitismo en nuestra vieja Europa» son dos de los desafíos que se plantean al «hombre inmerso en este mundo nuevo», advirtió el cardenal Roger Etchegaray el domingo pasado.
«Nada es más difícil de llevar a cabo y de combatir que el terrorismo –reconoció en una entrevista concedida al diario turinés “La Stampa”–. Se trata de una palabra del vocabulario afectivo y de un término jurídico».
El terrorismo «acentúa la precariedad del hombre, que frente a los cambios acelerados y a menudo radicalizados de este mundo ya no le agrada vivir con todos sus hermanos, en la variedad de los cultos y de las religiones», constató el presidente emérito del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz.
Por ello, la lucha contra el terrorismo, no puede sólo limitarse «a las operaciones represivas y punitivas», sino que «es esencial que el recurso a la fuerza, si es necesario, esté acompañado de un análisis valiente y lúcido de las motivaciones subyacentes a los ataques terroristas», sugiere el prelado citando el reciente mensaje de Juan Pablo II para Año Nuevo.
Actualmente «nos damos cuenta de que es más difícil construir la paz en tiempos de paz que en tiempos de guerra –añadió–. Nunca como hoy la guerra se ha instalado en el seno mismo de la paz».
En este sentido, «la plaga funesta del terrorismo es una gravísima y central prueba para nuestro tiempo».
Igualmente es innegable «un retorno del antisemitismo en nuestra vieja Europa»: «no reconocerlo, no llamarlo por su nombre, es un modo inconsciente de aceptarlo», si bien «sus contornos son vagos y no se reducen al conflicto palestino israelí», alerta el cardenal Etchegaray.
«El camino que conduce a Auschwitz está siempre ante nosotros y empieza por pequeñas debilidades», observó.
De ahí que «debamos dar prueba de una vigilancia constante y de una franca solidaridad con las comunidades judías», sugirió.
El cardenal Roger Etchegaray, protagonista para el Vaticano de numerosas misiones diplomáticas, también ante Sadam Hussein, afirma: «Ahora que la luz de la Navidad penetra hasta el fondo de todas las prisiones –dice–, oro para que pueda descubrir hasta qué punto Dios es “clemente y misericordioso”, así lo dice la expresión del Corán».
Finalmente, el purpurado francés expresa su deseo «de que el pueblo iraquí construya su porvenir pensando en que si no hay paz sin justicia, tampoco hay justicia sin reconciliación».