CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 11 enero 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II lanzó este sábado un llamamiento a todas las partes implicadas en el grave conflicto interno que vive Costa de Marfil a que abandonen las armas al recibir al nuevo embajador de este país ante la Santa Sede.
«Que el diálogo de las armas deje lugar a las armas del diálogo», afirmó el pontífice en el discurso que entregó al señor Kouamé Benjamin Konan, diplomático de carrera.
Costa de Marfil quedó sumida en la guerra civil el mes de septiembre de 2002, tras un fallido golpe de Estado. El norte y el occidente del país fue tomado por varios movimientos guerrilleros, dirigidos por antiguos soldados que exigían su reintegración en el ejército nacional.
En estos momentos, al país le cuesta alcanzar la estabilidad política e institucional interna, a pesar del acuerdo de París de enero de 2003 que llevó a la creación de un gobierno de unidad nacional.
«Deseo profundamente que continúe y se intensifique el proceso de reconciliación nacional», afirmó el Papa, reconociendo que «la voluntad de llevar a término el desarme de diferentes partes involucradas en el conflicto es una etapa importante en el camino de la paz».
La paz, aclaró el Papa, que ha visitado en tres ocasiones Costa de Marfil, «manifiesta la noble aspiración de decir sí a la concertación y no a la violencia para que avancen juntos, por los caminos de la concordia y de la unidad nacional, los diferentes componentes de la nación».
«No dudo de que el desarme afectará a todas las armas detenidas por la población, contribuyendo así a la estabilidad interior del país», exigió.
Por último, el Papa hizo un llamamiento a «los responsables religiosos y a los miembros de todas las comunidades a comprometerse con todas sus energías en esta tarea esencial para la estabilidad, para el desarrollo y para que resplandezca la nación».
«La confianza mutua, que debería inspirar e impregnar siempre la vida social, política y económica de un país a todos los niveles, se arraiga en la promoción de los valores morales universales, como el respeto de los derechos humanos y el sentido de la dignidad de cada persona», aclaró.
Costa de Marfil, país de algo menos de 17 millones de habitantes, cuenta, según algunas fuentes, con un 30% de cristianos, un 40% de musulmanes, y un 17% de animistas.