Eliminar el trabajo infantil, un esfuerzo rentable a largo plazo

Así lo constatan algunos informes

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GINEBRA, sábado, 6 marzo 2004 (ZENIT.org).- Un reciente informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) dice que los beneficios de eliminar el trabajo infantil compensan los costes necesarios.

El estudio, «Invertir en cada Niño, un Estudio Económico de los Costes y Beneficios de eliminar el Trabajo Infantil», calcula que, en el mundo, son cerca de 246 millones los niños que trabajan. De éstos, 179 millones están expuestos a lo que OIT califica como peores formas de trabajo, que ponen en peligro su bienestar físico, mental o moral.

Apartar a estos niños del trabajo y educarlos, en un esfuerzo gradual hasta el 2020, costaría aproximadamente 756.000 millones de dólares. Esto sería compensado con creces por los beneficios a largo plazo, que la OIT estima en 5.100.000 millones de dólares.

El informe definía como trabajo infantil a todos los niños económicamente activos con menos de 12 años, a todos los niños entre 12 y 14 años que trabajan más de 14 horas a la semana, y todos los niños por debajo de los 18 años en las peores formas de trabajo infantil.

«La política que es buena socialmente es también buena económicamente», afirmaba el Director General de la OIT, Juan Somavia, en una nota de prensa del 6 de febrero que acompañaba la publicación del informe. «Eliminar el trabajo infantil llevará a un enorme rédito en inversión – y un impacto que no tiene precio en las vidas de los niños y las familias».

El informe fija las metas de la educación primaria universal para el año 2015 y de la educación secundaria universal para el 2020. La OIT afirmaba que se necesitaría un esfuerzo adicional para apartar y rehabilitar a los niños implicados en las peores formas de trabajo, como trabajos en fábricas y prostitución, así como a los refugiados y a los niños de las castas más bajas.

Transferencias de ingresos
El informe considera algunos factores a la hora de totalizar los costes de apartar a los niños del trabajo. Se ayudaría a las familias con un programa de transferencias de ingresos diseñado para pagar el coste que supone a los hogares el transferir a los niños del trabajo a la escuela. Estos programas tendrían como objetivo todas las familias con hijos en edad escolar que ahora viven en la pobreza. Proporcionaría beneficios según una fórmula que tuviera en cuenta el valor medio del trabajo de los niños, el número de niños por hogar, y el grado de pobreza del hogar.

El informe no consideraba, sin embargo, el valor de esta transferencia de ingresos, tomando en consideración sólo los costes asociados a la administración del programa. Pero, incluso con la transferencia de ingresos, el estudio pone de relieve los costes adicionales soportados por los hogares debido al valor del trabajo infantil perdido, que los investigadores consideran de 246.800 millones de dólares.

El estudio también estimaba tanto el capital como los costes recurrentes que implican el hacer accesible la educación a un mayor número de niños, o reducir el número de alumnos por clase y mejorar los estándares. Esto suma unos 493.400 millones de dólares de los costes totales de 760.000 millones de dólares.

En el lado de los beneficios de esta ecuación, la OIT afirmaba que sería sustancial la capacidad productiva añadida de una futura generación de trabajadores, gracias a su superior educación, sumando casi los 5.100.000 millones de dólares. Asimismo, habría ganancias económicas anticipadas por la mejora de la salud debida a la eliminación de las peores formas de trabajo infantil.

El estudio advierte que las cifras de costes y beneficios son aproximadas y que hay «grandes incertidumbres en las medidas que rodean muchos aspectos de este estudio. Otro dato que se debería tener en cuenta es que la recogida del valor económica de un aumento de educación depende de que los países sean capaces de crear nuevo trabajo que saquen ventaja de niveles más altos de capital humano y puedan desarrollar políticas económicas apropiadas».

Sin embargo, el informe sostiene sus afirmaciones observando que otras instituciones, como el Banco Mundial, están de acuerdo que el aumento en el nivel de educación de los niños tendrá un efecto económico positivo.

No será fácil financiar el programa a corto plazo. El informe admite que hasta el 2016, los costes superarán a las ventajas, que no se alcanzarán hasta que la primera generación de niños complete los años extra de educación.

Pero el informe coloca este coste dentro de un contexto más amplio de gasto público. En cuanto al coste concerniente al Estado, «la cantidad media anual durante la primera década palidece en comparación con las actuales cargas para financiar las obligaciones de la deuda o lo militar», defiende la OIT.

La OIT calcula que el programa de eliminación del trabajo infantil representaría «un aumento sensible pero no desorbitado en los gastos sociales actuales». El estudio calcula que la carga fiscal media para los gobierno en la primera década representa un 11,1% del gasto militar del año 2000, con costes en la segunda década que subiría hasta un equivalente del 27,5%. Pero «esto es más bien una cuestión política que económica» que debe tratarse en el más amplio contexto de los debates sobre la ayuda al desarrollo y el perdón de la deuda, indica el informe.

Informe sobre el trabajo de Estados Unidos
También se ha hecho público en febrero el décimo tercer informe sobre trabajo infantil de la Oficina Internacional de Asuntos Laborales del Departamento de Trabajo de Estados Unidos. El informe encargado por el congreso comparaba los gastos militares y de educación básica de los gobiernos de 73 países en vías de desarrollo.

El informe, titulado «Advancing the Campaign Against Child Labor: The Resource Allocations of National Governments and International Financial Institutions», (Avanzar en la Campaña contra el Trabajo Infantil: las Asignaciones de Recursos de los Gobiernos Nacionales y de las Instituciones Financieras Internacionales), determina las tendencias relacionadas con la cantidad de financiación que los gobiernos, el Banco Mundial y otras instituciones financieras internacionales han invertido para prevenir el trabajo infantil abusivo y mejorar el acceso a la educación básica.

El estudio descubrió que muchos países dedicaron una parte mayor de sus gastos centrales de gobierno a educación más que al gasto militar. Sin embargo, muchos bancos multilaterales de desarrollo invirtieron una porción relativamente pequeña de sus recursos en estos países a la educación básica y el trabajo infantil.

En África, por ejemplo, la mayoría de los países gastan de un 10% a un 20% del presupuesto central de gobierno en la educación, con un gran número gastando menos del 10% en defensa. Las excepciones incluyeron a Angola, Burundi, Etiopía y Sudán, que gastaron más del 20% en defensa, y tienen asignaciones más altas para el gasto militar que para educación. Angola dedica no menos del 40,1% del presupuesto gubernamental al gasto militar, contra un 10,7% a educación.

En Asia, el gasto de educación como porcentaje del presupuesto del gobierno va de un 7,4% en Vietnam hasta un 25,2% en Malasia. En esta región un gran número de países dedican más del 20% del presupuesto al gasto militar. Birmania es el número uno, dedicando el 93,6% de su presupuesto a este sector.

La mayoría de los países de Latinoamérica y el Caribe asignan de un 10% a un 20% de su presupuesto a educación. La mayoría dedica menos del 10% al gasto militar.

En esta región el informe de Estados Unidos observaba que de los 282.300 millones de dólares que el Banco Mundial prestó a los países miembros en 1990-2002, cerca de un 4% financió proyectos de educación básica y cerca de 1,6% financió la lucha contra el trabajo infantil relacionado con aspectos de proyectos de protec
ción social. Contando otros fondos de proyectos relacionados, el estudio estimaba que cerca de 6 dólares de cada 100 de los prestados por el Banco Mundial durante este periodo se destinaron ya sea a educación básica o a proyectos de protección social con aspectos relacionados con el trabajo infantil.

El informe urgía a mayores esfuerzos para reducir el trabajo infantil y mejorar la educación. «Dejando a un lado la actual etapa de desarrollo de una nación, la educación desempeña un papel crucial en el aumento de las oportunidades generales a disposición de las personas, y en el proporcionar salidas lejos de empobrecidos futuros».

El mensaje cuaresmal de Juan Pablo II para este año exigía una mayor atención a las necesidades y sufrimientos de los niños. Apartar a millones de niños del trabajo y llevarlos a un aula no será fácil ni barato, pero tendría un efecto decisivo para mejorar su situación.

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ZENIT Staff

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