MADRID, lunes, 29 marzo 2004 (ZENIT.org).- Para el filósofo Carlos Díaz, profesor de las materias religiosas de la Universidad Complutense de Madrid, la verdadera diferencia entre las religiones estriba en que sean «personalistas» o «transpersonalistas».
De hecho, para Díaz, es inadecuada la división entre religiones de Oriente y religiones de Occidente, ante todo pues «todas las religiones –las orientales y las occidentales– han nacido en lo que geopolíticamente llamamos Oriente, ya sea en el oriente próximo (judaísmo, cristianismo , islamismo), ya en el remoto (hinduismo, budismo)».
Por otra parte, señala, «en la actualidad se han extendido con distinto vigor a lo largo del planeta Tierra, aunque prevalezcan en determinadas zonas».
Además, añade en declaraciones a Zenit, «tampoco es correcta la distinción entre religiones sapienciales (hindu-búdicas) y en proféticas Judeocristiano-islámicas), pues, ¿cómo ignorar la carga sapiencial de estas últimas, especialmente relevante en los Salmos judíos?», se pregunta.
Al argumento, ha dedicado su último libro, «Religiones personalistas y religiones transpersonalistas» (Desclée de Brouwer).
Según Díaz, las religiones «transpersonalistas» son «aquellas en las cuales ni existe Dios (al menos en el sentido en que en esta cultura suele atribuirse; ni siquiera faltan autores que, como Nietzsche, las han calificado de ateas), o existe de forma no-personal, y además la salvación no afecta a la persona humana en su identidad, sino por el contrario postula la desaparición de toda identidad tenida por inidéntica en el absoluto impersonal del nirvana».
Su característica, añade, consiste en «hacerse-uno-con-el todo, pero sin el yo personal, constituye la esencia de hinduismo y budismo: la unión infinita de todo con todo en el seno del Todo».
Para Díaz, el cristianismo es una religión «personalista comunitaria». «Como es bien sabido –aclara–, no todas las religiones monoteístas son personalistas, sino tan sólo el cristianismo, donde el Dios unitrino (no triteísta) se revela a través de la persona del Hijo, que sólo es Hijo por el Padre y el Padre sólo es Padre por el Hijo, y donde ambos se expande a la entera humanidad por la persona del Espíritu Santo, formando con él la iglesia pneumática todas las gentes de buena voluntad abiertas a la trascendencia».
«De lo antedicho se desprende que en el cristianismo la persona es relacional, y por ende comunitaria», subraya.
«Y esto sí lo comparte con los otros dos grandes monoteísmos, judaísmo e islam, dado que la salvación en el pueblo judío se da por la sempipaternidad de Dios sobre su pueblo, lo mismo que en el Islam a través del lenguaje árabe, ambos a su vez con voluntad de universalidad», añade.
Carlos Díaz distingue, desde la clave de la religión personalista comunitaria, «entre dos idolatrías básicas: la del yo sin el tú o a costa del tú, y la del dinero y el poder».
«Si el ser humano es capaz de superar desde la actitud religiosa las anteriores tentaciones, que las «postrimerías» antiguas denominaban «mundo, demonio y carne», habremos dado un primer paso abismal», añade.
«Vivir religiosamente» implica, además, concluye Carlos Díaz, «convivir con entrañas de misericordia con las demás personas, es decir, tratándolas como seres con dignidad, con valor y no con mero precio, como fines en sí mismos».
El autor es profesor de las tres materias de religión que se imparten en la Universidad Complutense: Filosofía de la Religión, Fenomenología de la Religión e Introducción al Cristianismo.