El estudio, recogido en el libro «¿Hacia dónde vamos?» circula bajo el sello de Editorial Diana y ha sido auspiciado por la Fundación México Unido en sus Valores Culturales.
Entre los objetos de investigación está la jerarquía de los valores religiosos entre la gente de un país con el segundo mayor número de católicos del mundo.
En términos generales –afirma el grupos de investigadores– las tendencias muestran una disminución de los valores ligados a las formas religiosas tradicionales y, en concordancia, una baja en los aspectos de tipo comunitario de la religión.
Sin embargo, y por paradójico que parezca, esta pérdida del sentido de «religión por herencia», no trae consigo la merma del sentido de religiosidad. Al contrario: si bien de forma diversa y en ocasiones confusa, en México va a la alza la necesidad de adherirse a una religión.
Cabe resaltar que de 1960 a 2000, México ha experimentado un crecimiento en el número de adeptos de las confesiones protestantes y de los que declaran no tener religión.
Los católicos se situaron por debajo de la tasa de crecimiento poblacional. En términos gruesos, mientras la población católica creció en ese período 121 por ciento; la protestante avanzó 965 por ciento. En la actualidad –según los datos del último censo (en el año 2000)– los católicos bautizados representan 89 por ciento de la población mexicana, mientras los protestan llegan a siete por ciento.
Datos cruzados del estudio son de mucho interés, sobre todo si se enfocan desde la pastoral de la Iglesia católica en México, pues comienza a disgregarse la tendencia religiosa.
En el principio del siglo XXl hay más mujeres (seis por ciento) que hombres (5.2 por ciento) que han pasado al protestantismo en las últimas cuatro décadas. Por lo demás, más hombres (3.7 por ciento) que mujeres (2.3 por ciento) se declaran sin religión al transcurrir y finalizar el período de análisis (1960-2000).
La religiosidad en México –añade la investigación– se está moviendo hacia la busca de nuevas formas de expresión. Quizá por los muchos años de insistencia gubernamental de separar la expresión religiosa de la vida pública, y de reducirla, por tanto, a la esfera privada, los mexicanos ponen en primer lugar –por encima de la tradición y de la religiosidad popular–, la herencia familiar, es decir, la conservación en la intimidad del sentido religioso y la práctica comunitaria.
De acuerdo con las categorías aplicadas en el estudio, las tendencias a la alza en lo que se refiere a valores religiosos de los mexicanos son «Herencia familiar»; «Búsqueda de contacto con Dios» y «Carácter celebrativo».
Y a la baja «Tradición, religiosidad popular»; «Ceremonias, ritos»; «Símbolos, simbolismo»; «Expresar gratitud» y «Devociones marianas».
Mientras que «Esperanza» y «Fe» quedan sin cambio, en el penúltimo y último lugar, respectivamente, de la jerarquía de valores religiosos de los mexicanos.