ROMA, lunes, 7 junio 2004 (ZENIT.org).- Los cristianos, como comunidad «abierta» al diálogo y tiene una importante misión en el contexto multiétnico y pluriconfesional de Tierra Santa, actualmente ensangrentada por el conflicto palestino-israelí, explica a Zenit Sami Basha, experto en política en Oriente Medio
Profesor de Teología Pastoral en la Facultad de Teología de la Universidad de Italia Central (Florencia), alerta además en esta entrevista de la «gran confusión antropológica» que subyace en el actual conflicto y de la necesidad de encaminarse a un proyecto formativo de paz en el diálogo para poner fin a dicha confusión.
–¿Podría explicar cuál es la identidad de la comunidad cristiana en Palestina y como es percibida a nivel social, en el diálogo con las demás comunidades religiosas y en su promoción del mensaje de Paz?
–Sami Basha: Creo que la comunidad cristiana palestina como minoría tiene enormes potencialidades pasadas, presentes y futuras. Me explicaré mejor, refiriéndome a la expresión utilizada por un musulmán en el norte de Italia, entrevistado por la televisión, respecto a la Constitución Europea, quien afirmaba que Europa tiene una deuda con el cristianismo.
Esta frase me parece apta también en mi contexto, porque el cristianismo en Oriente Medio y en todo el mundo árabe, ha representado la democracia, la formación educativa a todos los niveles y la defensa de los derechos humanos.
Esta comunidad a la que me refiero no cree en la paz como una estrategia política, sino como un estilo de vida, de caridad y de gratuidad hacia la persona humana. Y aún siendo minoría, en mi opinión no está cerrada en sí misma, sino que es una comunidad que quiere salvaguardar su identidad, su historia, su cultura y su fe.
Es el propio patriarca de Jerusalén [Su Beatitud Michel Sabbah] en su [carta pastoral, ndr] «Leer y vivir la Biblia hoy en el país de la Biblia» (p. 28), quien traza la figura de los fieles cristianos en Tierra Santa: «Nosotros esperamos que nuestro mensaje, además de las comunidades cristianas, pueda ser acogido también por nuestros hermanos musulmanes y judíos como contribución de nuestra parte a la coexistencia y a la paz, en el respeto de las creencias de cada uno. Permanecemos abiertos a todo diálogo, porque el camino por recorrer es largo y difícil».
En otras palabras, el patriarca lanza un gran llamamiento a la esperanza en Tierra Santa. A nosotros, cristianos, nos corresponde sólo permanecer en el corazón de esta herida (que ha llegado a un nivel insoportable) y quedarnos en medio de un conflicto que parece sin salida. Son palabras pronunciadas hace unos diez años, pero que dibujan perfectamente la vocación de Tierra Santa: ésta es por su naturaleza multiétnica y pluriconfesional. Sólo en una convivencia diaria pueden madurar las soluciones.
–Hace unos días, usted participó en una conferencia celebrada en la Universidad Pontificia Gregoriana con una intervención titulada «El diálogo como apuesta para la minoría cristiana en Palestina en un contexto pluriconfesional». ¿Podría resumir brevemente los puntos clave y las problemáticas expuestas?
–Sami Basha: Claro; estoy convencido de que la experiencia confesional es ya una solución, porque ninguna de las tres religiones monoteístas admite lo que está ocurriendo hoy en Palestina. La fe debería afectar también las opciones políticas, que no pueden estar lejos de aquello en lo que se cree. Y también esto: la enseñanza cristiana debería orientarse a un cristianismo activo. La responsabilidad para nosotros, cristianos, significa no dejar dormir la conciencia, decir no a la indiferencia y sí a la implicación.
La novedad que he intentado presentar es la de hallarnos frente a un nuevo descubrimiento de Palestina, como tierra que esconde la verdadera imagen de toda la humanidad, así como ésta va constituyéndose en la era de la globalización. Pero este encuentro debe ser construido por una comunidad civil, religiosa, política, educada en el diálogo.
He procurado igualmente desarrollar tres puntos importantes que reflejan la realidad de esta comunidad cristiana palestina, o sea su ser: una comunidad que es una minoría y que vive la realidad de la diáspora; una comunidad que rechaza las pretensiones de una guía social que llama a la violencia y cierra los ojos a la injusticia; una comunidad lugar de diálogo abierto y valiente.
–En un discurso a algunos embajadores de distintos países –escenarios en su mayoría de violentos enfrentamientos– ante la Santa Sede, Juan Pablo II afirmó: «No podemos vivir en paz y nuestro corazón no podrá permanecer en paz si los hombres no son tratados dignamente» (Cf. Zenit, 27 de mayo de 2004). ¿Qué validez tiene esta afirmación en Tierra Santa, ensangrentada por el conflicto palestino-israelí?
–Sami Basha: Es absolutamente válida, y lo ha repetido también el patriarca de Jerusalén varias veces, confirmando que la coexistencia pacífica es posible entre los palestinos cristianos y musulmanes y judíos sólo con una condición: volver a dar a los palestinos su libertad como personas y como pueblo. Personalmente comparto la afirmación también de Martin Buper (judío); «usar la fantasía real en determinar su relación con los árabes… Un pacto puede establecerse sólo si es precedido por la comprensión por parte de los judíos de los sentimientos más íntimos de los árabes».
Él mismo confirma que lo ético religioso es superior a lo político y debe en cualquier caso impregnarlo. Uno mis dos reflexiones a San Agustín, según el cual, la antropología, que tenía un puesto relevante en la reflexión cristiana en el ámbito de la doctrina de la creación, se convierte en filtro de cualquier otro razonamiento; esto es, todo pasa a través del hombre… Para Agustín, el hombre es aquello que es según su situación concreta: su corazón, su conciencia… La persona humana, en otras palabras, se convierte en protagonista de la escena mundial.
Sin embargo creo y estoy convencido de que estamos asistiendo, silenciosamente, a un fenómeno de gran confusión antropológica en el que el concepto de persona humana ya no existe, porque prevalece un tipo de política lejana de la naturaleza misma de hacer política: o sea, la consecución del bien común.
–Usted ha trabajado mucho, además de por la paz en Oriente Medio, también en las actividades humanitarias, prestando asistencia a los niños discapacitados. ¿Podría relatar su experiencia personal y las actividades llevadas adelante en este campo por el resto de la comunidad cristiana presente en esas tierras?
–Sami Basha: Creo en la frase del propio patriarca de Jerusalén: «Ninguno es mejor que el otro cuando se convierte en portador de odio y de venganza». He trabajado en Palestina varios años antes de iniciar mi investigación para el doctorado aquí en Italia. Mi experiencia se divide entre el norte y el sur de Palestina, en Belén en el Centro de la Sagrada Familia («Holy Family Center») he tocado con mis manos el verdadero sufrimiento de muchos niños que hoy más que nunca necesitan de nuestra ayuda moral.
Y en el mismo momento establecí un centro en Jenin que se ocupaba de los niños afectados por trastornos a causa de la ocupación. Estas dos experiencias de forma particular me han permitido entender mejor que nuestro objetivo principal es el de prevenir y buscar construir una paz justa, de otro modo llegará el tiempo para nosotros de pagar el precio de la consecuencia de la guerra que nunca es civil.
He visto que prevalece sobre las fuerzas ideales de la ética la fuerza militar. Parece que allí el hombre haya olvidado sus propias tradiciones. Y esta confusión involucra todos los campos. Por ello frente a la fue
rza política deben existir otras soluciones que puedan asegurar un futuro mejor para todos los habitantes de la región.
Sólo una formación –que se haga institucional y curricular— capaz de cambiar la imagen del otro, que haga caer la máscara del enemigo y lo desvele como compañero a todos los niveles; una educación al diálogo constructivo que nos enseñe a aprender del otro.
Aportar luz sobre la realidad de los dos Territorios llevará inevitablemente a concebir una intervención activa, entre otras cosas una renovación concreta de las instituciones para replantear la estrategia educativa y para que se desarrolle una real «pedagogía de paz».
Pero subrayo por mi parte que sólo la cultura renacida, la civilización redescubierta, la buena voluntad renovada, y no la fuerza política y militar, son capaces de poner fin a esta confusión, son capaces de dar el verdadero sentido a las opciones de diálogo, que pueden ser las bases de un proyecto educativo en el diálogo.
–¿Podría explicar a grandes rasgos la iniciativa de la que usted también se hará portavoz en la conferencia que se celebrará en Lausana?
–Sami Basha: Se celebrará en Lausana (Suiza) del 23 al 25 de junio la primera conferencia por un solo Estado democrático en Palestina con el título «One Democratic State in Palestine/Israel».
La Conferencia ha sido organizada por el «Collective for peace in Palestine/Israel», que reúne a asociaciones orientada a promover la reconciliación y la paz entre Palestina e Israel avanzando como soluciones la formación de un único Estado democrático que garantice iguales derechos para todos sus habitantes, sin discriminaciones por sexo ni religión, reconociendo al mismo tiempo el derecho de los refugiados palestinos de poder regresar a sus propias tierras. Todo ello con finalidades constructivas y no polémicas. Durante la Conferencia se lanzará la llamada «iniciativa Lausana».