ROMA, jueves, 17 junio 2004 (ZENIT.org).- En la República Democrática del Congo, un país «rico de todo bien de Dios» y que «dispone de una población escolarizada y cualificada», «falta la estabilidad que puede ser garantizada sólo dando confianza a la sociedad civil», explicó el martes a Zenit monseñor Laurent Monsengwo Pasinya, arzobispo de Kisangani.
De hecho, según el prelado –hasta hace dos meses presidente del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SCEAM) y actual vicepresidente de Pax Christi Internacional— en el Congo los tiempos están maduros para dar salida a un gobierno estable elegido democráticamente.
Considera que «el gobierno militar se ha demostrado incapaz tanto en el proceso de pacificación como en el de mantenimiento de la integridad territorial de la nación».
Desde 1998, la guerra en el R. D. Congo, una de las más sangrientas de África, se ha cobrado la vida de tres millones y medio de personas. En el país, las potencias de la región de los Grandes Lagos se disputan el control de sus inmensos recursos naturales.
La población congoleña alimenta actualmente grandes esperanzas en el final del conflicto, si bien algunos puntos (como el distrito de Ituri y algunas zona de Kivu) han sido últimamente escenario de graves enfrentamientos y masacres.
El pasado julio, la MONUC (Misión de las Naciones Unidas en el Congo) recibió del Consejo de Seguridad de la ONU un nuevo mandato de un año y la autorización de hacer uso de la fuerza para proteger a los civiles.
Protagonista reciente de la violencia ha sido Bukavu, capital de Kivu Sur (al este del país). La ciudad fue tomada a principios de mes por militares disidentes, ex rebeldes del RCD-Goma (Unión Congoleña para la Democracia) que debían ser incorporados al ejército unificado congoleño que, según los acuerdos de paz del 2003, debe integrar a las principales formaciones militares que combaten en el Congo.
El RCD-Goma es el antiguo movimiento rebelde filoruandés que en tiempos de guerra controlaba buena parte del este del Congo y que actualmente forma parte del nuevo gobierno de unidad nacional.
Después de algunos días, los rebeldes abandonaron la ciudad, ahora controlada por el ejército y la MONUC. Pero la conquista de Bukavu, según alerta «Fides», ha desencadenado una grave crisis que amenaza con poner en serio peligro los acuerdos de paz en el Congo, igual que ha abierto una brecha dentro del propio RCD-Goma, entre extremistas y los moderados que quieren continuar con las negociaciones de paz.
El arzobispo de Kisangani relató a Zenit que, con ocasión de los recientes combates en Bukabu entre los militares fieles al gobierno y la guerrilla filoruandesa, los estudiantes congoleños se echaron a las calles a miles pidiendo la liberación de la ciudad de Kivu Sur y el restablecimiento de la integridad nacional.
«Esta manifestación popular –comentó– demuestra que la población se opone a todo intento de división del país».
«Además –prosiguió– es una prueba ulterior de que existen las condiciones para poner en pie un gobierno civil y preparar las elecciones democráticas».
Para impedir que la manifestación del pasado 3 de junio degenerase, el arzobispo de Kisangani tuvo que salir a la calle en persona para hablar a la población revuelta, según confirmó.
Para el prelado, lo ocurrido en Bukavu es «extremadamente grave» y en el mensaje trasmitido a los medios de comunicación, tras asegurar «la cercanía espiritual» a todos los familiares de las víctimas, reconoció «el derecho de las personas a defender la propia patria».
Igualmente condenó «toda forma de violencia» y llamó a la calma a la población para «privilegiar la voz del derecho y de la justicia» y favorecer «la solución de los problemas a fin de oponerse a las fuerzas que quieren impedir la realización del Estado de Derecho en el Congo».
Bukavu cayó el 2 de junio en un momento en que se encontraban desplegados en el lugar unos 800 cascos azules de la MONUC. Entonces el balance de los enfrentamientos entre soldados disidentes y el ejército regular fue de 61 muertos y 107 heridos, confirmó «AFP» recalcando que la pasividad de los cascos azules provocó la cólera de la población.
De ahí que la gente se manifestara violentamente contra las Naciones Unidas en la capital, Kinshasa, y al día siguiente también en Kisangani –la ciudad de los diamantes, al norte–, en Kindu, en Maniema (centro), y en Lumumbashi, en Katanga (sur).
Monseñor Laurent Monsengwo Pasinya ya había intervenido el 19 de abril ante la Unión Europea explicando que si no se sostiene un desarrollo democrático del país se corre el riesgo de un «recrudecimiento de conflictividad».
Trazando la situación del Congo para Zenit, el arzobispo de Kisangani pide una «declaración formal de fin de guerra entre los beligerantes en la región de los Grandes Lagos», así como una «conferencia internacional y la firma de un pacto de no agresión, con severas sanciones para quien no lo respete».
Además propone intensificar la lucha contra el tráfico de armas en la región y una Conferencia Internacional de fondo económico con la participación del Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, representantes del G8, multinacionales y gobierno congoleño a fin de «poner fin a la criminalización de la economía».
Finalmente, solicita un fondo de solidaridad internacional para el Congo.
En cuanto a la situación de la Iglesia católica en el país africano, monseñor Monsengwo Pasinya se mostró muy optimista y confirmó que «crecen las vocaciones». «La Iglesia está considerada con razón como la que lucha más por el respeto de los derechos y por la reconciliación», apuntó.
«No se trata de hacer conquistar a los católicos la hegemonía política –aclaró–, sino realizar la misión en la fe y en la Resurrección de Cristo». Ello significa que la Iglesia se ofrece «para un servicio de mediación desinteresada en la consecución de paz, perdón y reconciliación».
«Cristo ha resucitado, nosotros [África] resucitaremos», concluyó el prelado citando el Mensaje Especial del Sínodo para África.