MOSCÚ, domingo, 29 agosto 2004 (ZENIT.org).- Por expreso deseo de Juan Pablo II, el patriarca ortodoxo de Moscú recibió el sábado de manos del cardenal Walter Kasper en esa ciudad el Icono de la Madre de Dios de Kazan, un acontecimiento de «dimensión histórica» que marca «un nuevo comienzo» en las relaciones entre ortodoxos y católicos, explicó el portavoz vaticano, Joaquín Navarro-Valls.

Al entregar la imagen a la delegación vaticana (Cf. Zenit, 25 de agosto de 2004) encargada de llevarla a Moscú, el miércoles pasado Juan Pablo II expresó su deseo de que el Icono transmita al patriarca Alejo II el afecto del Papa por él, por la Iglesia ortodoxa rusa y por la espiritualidad que custodia, así como su firme propósito de avanzar en el camino del recíproco conocimiento y de la reconciliación entre católicos y ortodoxos.

Encabezada por los cardenales Walter Kasper –presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos-- y Theodore Edgar McCarrick, la delegación papal fue recibida el viernes en el aeropuerto de Moscú-Sheremetevo por autoridades religiosas católicas, ortodoxas y civiles en una «acogida verdaderamente muy cordial», reconoció Navarro-Valls a «Avvenire».

Cantos y oraciones rodearon en la mañana del sábado la entrega del Icono de la Madre de Dios de Kazan en la catedral de la Dormición --o Asunción— en el Kremlin, donde Alejo II presidió una liturgia y subrayó que Rusia es la «casa» de la Virgen y que el Kremlin, con sus catedrales, es el «corazón» de Rusia, recoge «Radio Vaticana».

Al término de la solemne ceremonia de tres horas, el cardenal Kasper entregó –en nombre del Santo Padre-- el Icono a Alejo II, haciéndose portador también de una carta de Juan Pablo II.

En ella, el Papa recalca que, a pesar de la división entre los cristianos, el sagrado Icono de la Virgen de Kazan «aparece como un símbolo de la unidad de los seguidores del unigénito Hijo de Dios, el Único al que Ella misma nos conduce».

Juan Pablo II «ha encargado a esta delegación que entregue en su nombre a Vuestra Santidad y –a través de vuestra reverendísima persona— a la Iglesia ortodoxa rusa este venerado y antiguo Icono de la Madre de Dios de Kazan, ardientemente venerado por generaciones enteras de fieles del pueblo ruso», expresó el purpurado a Alejo II en la ceremonia.

«Santidad, pongo de nuevo en sus manos» el Icono, manifestó el cardenal Kasper –cita el diario oficioso de la Santa Sede «L’Osservatore Romano»--, haciendo entrega de la imagen.

«Sea la Santísima Madre de Dios la Madre de Su pueblo y refugio en todos sus peligros y necesidades –prosiguió el cardenal Kasper--; sea la Madre de Europa y de toda la humanidad; sea la Madre de la paz en el mundo; la Madre de la Iglesia y de la plena unidad entre Oriente y Occidente; sea nuestra Madre común, nuestra abogada, auxiliadora, socorro en nuestra peregrinación hacia un futuro que esperamos reconciliado y pacífico».

El cardenal Kasper recordó que la Virgen de Kazan es venerada también por los católicos y que reúne en la oración a las dos partes de la cristiandad a pesar de los malentendidos.

El patriarca Alejo II agradeció al Papa la entrega del Icono: «Han regresado muchas imágenes desaparecidas durante el comunismo --dijo—. Hay un período en el que las piedras se lanzan, y otro en el que son recogidas. Esta es la copia del Icono de Kazan que ha tenido un recorrido largo y difícil».

El Icono de la Madre de Dios de Kazan, que en los años veinte fue sacado de Rusia, después de largas permanencias en diferentes lugares reapareció en los años sesenta en los Estados Unidos, en el contexto de las subastas de arte internacional. Allí fue comprado por el «Ejército Azul» --organización católica de devoción a la Virgen de Fátima--, que en 1993 lo entregó al Papa.

El Santo Padre custodió la venerada imagen desde entonces en su estudio privado, en el Palacio Apostólico del Vaticano.

Reflexionando sobre la entrega del Icono, el portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, declaró desde Moscú a la emisora vaticana: «Todos, me parece, por parte ortodoxa y católica, pensamos que constituye un momento y una dimensión histórica».

«Tal vez dentro de siglos se hablará del día de hoy [por el sábado, ndr.], cuando el Papa, por decisión propia, hizo posible que la Virgen de Kazan volviera “a su tierra oriental”», apuntó.

«Con esta jornada se reaviva la conciencia de que se abre una nueva esperanza razonable para superar juntos las dificultades también históricas que han surgido en diez siglos. Así que existe un nuevo comienzo: de esto no hay duda», recalcó.