El combate contra el sida requiere una educación sexual adecuada, asegura el Papa

En el mensaje escrito para la Jornada Mundial del Enfermo 2005

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 30 septiembre 2004 (ZENIT.org).- El combate y la prevención contra el sida requieren educar en una vida sexual adecuada, reconoce Juan Pablo II.

Es la propuesta que hace en el Mensaje que ha escrito con ocasión de la Jornada Mundial del Enfermo, cuyas celebraciones centrales tendrán lugar en la localidad africana de Yaoundé (Camerún) el 11 de febrero de 2005.

Si bien hay diferentes modos de contraer el sida, constata, en la mayor parte de los casos el virus se transmite por vía sexual, de modo que se «pueden evitar sobre todo a través de una conducta responsable y de la observancia de la virtud de la castidad».

Por ello, reconoce, «es necesario aumentar la prevención mediante una educación que respete el valor sagrado de la vida y la formación de una correcta práctica de la sexualidad».

La preocupación por el flagelo del sida constituye el tema central del mensaje pontificio, pues la celebración de esta Jornada en tierras africanas recordará inevitablemente a la humanidad la alarmante preocupación que supone el avance del virus VIH en el continente.

El mensaje pontificio recoge en el texto la propuesta que lanzó el primer sínodo de la historia de los obispos de África, celebrado en Roma en 1994, cuando decía: «El afecto, la alegría, la felicidad y la paz proporcionados por el matrimonio cristiano y por la fidelidad, así como la seguridad dada por la castidad, deben ser continuamente presentados a los fieles, sobre todo a los jóvenes».

«Todos deben sentirse implicados en la lucha contra el sida», exige el Papa.

En primer lugar, se dirige «a los gobernantes y a las autoridades civiles» para exigirles que proporcionen «informaciones claras y correctas al servicio de los ciudadanos» y que dediquen «recursos suficientes a la educación de los jóvenes y al cuidado de la salud».

A los organismos internacionales, les pide promover iniciativas que, «inspirándose en la sabiduría y en la solidaridad, estén siempre encaminadas a defender la dignidad humana y a tutelar el derecho inviolable a la vida».

El obispo de Roma interpela también a las industrias farmacéuticas para alentarles a «mantener bajos los costos de las medicinas útiles en el tratamiento del sida» y recordarles que en este campo «la salvaguarda de la vida humana debe colocarse antes que cualquier otra valoración», incluido el afán de lucro.

A los hombres de ciencia y a los responsables políticos de todo el mundo, les suplica «con viva insistencia que, movidos por el amor y el respeto que se deben a toda persona humana, no escatimen medios capaces de poner fin a este flagelo».

El texto se dirige por último a los católicos para proponerles «que ofrezcan a los hermanos y hermanas afectados por el sida todo el alivio moral y espiritual».

En este sentido, alienta el esfuerzo de la Iglesia católica en la atención de los enfermos de sida, «socorriendo, a veces en forma heroica, a los que en África están afligidos por todo tipo de enfermedades, especialmente por el sida, la malaria y la tuberculosis».

En su discurso ante la Sesión Especial de la Asamblea general de la ONU, el 27 junio de 2001, el cardenal Javier Lozano Barragán, presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, constató que el 25% de los enfermos de sida en el mundo son atendidos por instituciones católicas (el 12% por organismos eclesiales católicos y el 13% por organizaciones no gubernamentales católicas).

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ZENIT Staff

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