La emergencia ecológica es una emergencia antropológica, alerta un representante del Vaticano

El obispo Giampaolo Crepaldi explica la mirada de la Iglesia sobre la ecología

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NARBONNE, miércoles, 13 octubre 2004 (ZENIT.org).- Cuando el hombre dispone arbitrariamente de la naturaleza y olvida su papel de colaborador con Dios en la creación, cae en un error antropológico que conduce a una emergencia ecológica, advirtió el domingo el secretario del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, el obispo Giampaolo Crepaldi.

En un coloquio sobre «Iglesia y ecología» –organizado por los Franciscanos de Narbonne (Italia) por el XXV aniversario de la proclamación de San Francisco de Asís como patrono de la ecología– el prelado recordó que la Iglesia «mira siempre la naturaleza en relación con Dios y el hombre, no la ve sólo como un conjunto de cosas, sino también de significados».

Y es que «cuando la Iglesia se ocupa de la “naturaleza” no la entiende sólo “naturalísticamente”», precisó el prelado

Desde el mensaje judeo-cristiano «el hombre» se sitúa «sobre las demás cosas como realidad eminente»: «el hombre es creado “a imagen y semejanza de Dios” y en Jesús de Nazaret Dios mismo se ha hecho hombre», explicó monseñor Crepaldi.

«Desde aquel momento –recalcó– el fundamento del orden de la naturaleza sobrepasaba el ámbito cósmico para fundarse en un principio absoluto y trascendente y, por el mismo motivo, el hombre era alzado por encima de lo creado».

«La naturaleza encuentra su sentido en un diálogo entre el hombre y Dios y las cosas mismas hallaban colocación en una relación de amor y de inteligencia», prosiguió.

En este contexto, el Magisterio de la Iglesia «no avala ni la absolutización de la naturaleza ni su reducción a mero instrumento» –recalcó el obispo Crepaldi–, sino que en cambio hace de ella «escenario cultural y moral en el que el hombre juega su propia responsabilidad ante los demás hombres, incluidas las generaciones futuras, y ante Dios».

De aquí se deriva no sólo que la naturaleza es «una riqueza puesta en las manos responsables y prudentes del hombre», sino que éste «tiene una indiscutida superioridad sobre lo creado» y, como «persona dotada de un alma inmortal, no puede ser equiparado a los otros seres vivientes, ni menos aún considerado como elemento de perturbación del equilibrio ecológico».

Sobre la naturaleza «el hombre no tiene un derecho absoluto» –añadió–, «sino un mandato de conservación y desarrollo en una lógica de universal destino de los bienes de la tierra que es, como es sabido, uno de los principios de la doctrina social de la Iglesia».

Con todo, «existen muchas formas hoy de idolatría de la naturaleza en el sentido naturalístico del término, que confluyen en un “ecologismo radical” que pierde de vista al hombre» y que surge «frecuentemente en el debate sobre los problemas demográficos y sobre la relación entre población, ambiente y desarrollo», alertó el prelado.

Por ejemplo –recordó–, en la Conferencia Internacional del Cairo sobre Población y Desarrollo en 1994, «la Santa Sede tuvo que oponerse, junto a muchos países del tercer mundo, a la idea marcada por un ecologismo radical según el cual el aumento de la población en las próximas décadas sería tal como para llevar al colapso los equilibrios naturales del planeta e impedir su desarrollo».

Se trata de tesis «que ya han sido refutadas» y que están «en regresión», pero «los mismos que proponían esta visión maltusiana, animados por un radical ecologismo, proponían, como medio para frenar los nacimientos e impedir el supuesto desastre ambiental, instrumentos todo menos naturales, como el recurso al aborto y a la esterilización masiva en los países pobres de elevada natalidad», denunció.

En cambio «la Iglesia propone una visión realista de las cosas» y confía «en el hombre y en su capacidad siempre nueva de buscar soluciones a los problemas que la historia le plantea», si bien la Iglesia también sabe que «la acción humana ante la naturaleza debe estar éticamente orientada», aclaró.

De hecho, si «la producción alimentaria ha aumentado respecto a las previsiones y permite por lo tanto alimentar a muchas más personas de cuanto se podía prever, es igualmente cierto que la distribución de alimento es desigual y deja en el hambre a una porción considerable del planeta».

De ahí que el problema ecológico deba ser percibido «como problema ético» –alertó monseñor Crepaldi–, y es lo que «pide la Iglesia, dado que existe una constante interacción entre persona humana y naturaleza».

«Existen ante nuestros ojos muchas pruebas de esta relación complementaria entre naturaleza y hombre, entre aspectos materiales y aspectos inmateriales del tratamiento del ambiente» –constató–, como es el caso de la «relación entre pobreza y degradación ambiental y, al contrario, de la relación entre superdesarrollo y destrucción de los equilibrios ambientales».

Y es que, de acuerdo con el prelado, «el problema ambiental es un problema antropológico»: «en el origen de la insensata destrucción del ambiente natural existe un error antropológico lamentablemente difundido en nuestro tiempo» según el cual el hombre «piensa que puede disponer arbitrariamente de la tierra y en vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación» se pone en el lugar de Dios.

Por eso, «en la perspectiva de la doctrina social de la Iglesia, la ecología no es sólo una emergencia natural, sino también una emergencia antropológica» que lleva a su vez a un error teológico: «cuando el hombre quiere ponerse en el lugar de Dios» «se pierde de vista también a sí mismo y su responsabilidad de gobierno de la naturaleza», concluyó.

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ZENIT Staff

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