CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 3 marzo 2005 (ZENIT.org).- Comprender el pecado original significa también comprender el inmenso amor de Dios por cada persona, considera el secretario de la Congregación para al Doctrina de la Fe.
El arzobispo Angelo Amato afrontó el argumento al inaugurar este jueves un congreso celebrado en el Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum» de Roma sobre «El pecado original: una perspectiva interdisciplinar»
El prelado italiano ilustró la visión cristiana del pecado original citando el número 400 del Catecismo de la Iglesia Católica en el que se explica que por su causa «la armonía con la creación se rompe».
«La consecuencia anunciada por la desobediencia es la muerte, que entra en la historia de la humanidad. De este modo, la creación visible se hace para el hombre extraña y hostil», explicó el prelado, respondiendo a muchas de las preguntas que, por ejemplo, plantean catástrofes naturales como el «tsunami» del sudeste asiático.
Pero, ¿qué es el pecado original? ¿Cómo es posible que también nos afecte a nosotros? Amato respondió a estos interrogantes reconociendo que «hay que aprender a comprender el hombre», que «vive en aquellos en los que ama, en aquellos por los que vive y por los que existe: el hombre es relación».
El pecado, añadió, es la pérdida de la relación con Dios, y este pecado transforma y perturba la relación con el mundo.
«La doctrina católica sobre el pecado, en último término, se resume en la solidaridad de los hombres en Adán, contrapuesta a la solidaridad de los hombres en Cristo», reconoció el arzobispo, perteneciente a la familia salesiana.
«En Cristo se alcanza la salvación, que excluye la autosalvación como imposibilidad teológica y como arrogancia antropológica», insistió este teólogo, colaborador en la redacción de la declaración «Dominus Iesus» (agosto de 2000) de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuando todavía no era secretario de este dicasterio vaticano.
De este modo, reconoció, «hoy más que nunca se revela que al principio no está el pecado, sino la gracia».
«Dios ama antes de ser amado y permanece fiel a este proyecto a pesar incluso de la infidelidad y la desobediencia», indicó el teólogo.
Monseñor Amato concluyó citando a san Pablo: «donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Romanos 5, 20).