Arzobispo católico de Moscú: «Sor Lucía me pidió rezar por la unidad de los cristianos»

Entrevista con monseñor Tadeusz Kondrusiewicz

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ROMA, domingo, 13 marzo 2005 (ZENIT.org).- El arzobispo católico de Moscú, monseñor Tadeusz Kondrusiewicz, revela en esta entrevista detalles de sus encuentros con sor Lucía, la testigo de las apariciones de Fátima, fallecida el 13 de febrero, y de la visita que hizo en el hospital a Juan Pablo II el 8 de marzo.

Justo horas antes de regresar a Moscú, el arzobispo ha aceptado comentar con Zenit su visión del ecumenismo y la libertad religiosa en Rusia, asegurando que «no tenemos ninguna política proselitista».

Monseñor Kondrusiewicz fue nombrado obispo por Juan Pablo II el 10 de mayo de 1989. Desde el 11 de febrero de 2002 es el arzobispo metropolita de la diócesis de la Madre de Dios en Moscú. Hasta este año ha sido presidente de la Conferencia Episcopal Católica en Rusia.

–Parece que el Papa se está recuperando rápido. ¿Le ha sorprendido?

–Monseñor Kondrusiewicz: Mucho. Fui a verle al Gemelli y primero esperé fuera, pues el Papa estaba rezando en su habitación. Cuando entré, le dije en polaco: «Sea alabado Jesucristo». Él sonrío mucho y me preguntó en polaco «cómo iban las cosas por Moscú». Me sorprendió su voz, no me lo esperaba. Le dije que en Rusia rezamos de rodillas por el Santo Padre, tanto en las iglesias como en las casas. Yo mismo lancé un llamamiento para que los fieles recen por él. El Santo Padre me dijo que siempre reza por la Iglesia en Rusia, después me bendijo y me permitió bendecir en su nombre a nuestro pueblo.

–El famoso icono de la Virgen de Kazan, ¿es realmente un enlace entre católicos y ortodoxos?

–Monseñor Kondrusiewicz: Durante la ceremonia de entrega del icono de Kazan [finales de agosto pasado, ndr.] en la catedral, en el Kremlin, el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, dirigió unas palabras al patriarca de Moscú y de Todas las Rusias, Alejo II, que me impresionaron. Recordó que la oración de intercesión de la Virgen lleva a todos, cristinos de Oriente y Occidente, hacia los tiempos de una Iglesia sin divisiones. María es madre de todo el pueblo de Dios, es nuestra abogada.

–Las iniciativas conjuntas con los ortodoxos en Moscú, ¿indican que el ecumenismo está en un buen momento?

–Monseñor Kondrusiewicz: Yo siempre querría ver lo positivo. Antes del Concilio Vaticano II, nosotros, los católicos, hablábamos de los ortodoxos y de los protestantes como de cismáticos. Ahora les llamamos hermanos. La relación de la Iglesia católica con muchas Iglesias ortodoxas son difíciles, pero hay muchas cosas buenas. Pensemos en las dos visitas en un año del cardenal Kasper a Moscú, o en el intercambio de delegaciones enviadas por el Vaticano y por la Iglesia ortodoxa, o en intercambios estatales, universitarios, etc.

Precisamente, dentro de un mes, el 13 de abril, tendremos en la Academia de las Ciencias de Moscú un encuentro en el que participarán también profesores de Roma y se presentará el segundo volumen de la Enciclopedia Católica. Al día siguiente, el 14 de abril, se celebrará una gran conferencia sobre el Concilio Vaticano II, organizada por la Iglesia católica junto al Instituto Bíblico Teológico de San Andrés Apóstol, ortodoxo.

–¿Piensa que las acusaciones a los católicos de ser proselitistas han sido siempre infundadas?

–Monseñor Kondrusiewicz: No tienen ningún fundamento. No tenemos ninguna política proselitista. Después del Concilio Vaticano II, se proclama que las Iglesias ortodoxas son hermanas, con los mismos medios de salvación –los sacramentos–. Por tanto, no hay necesidad de proselitismo.

Tenemos que reconocer la voluntad de las personas que quieran ser católicas. Esto, sin embargo, no es proselitismo. La única solución está en que las Iglesias acepten una definición de proselitismo.

Después de la primera visita del cardenal Walter Kasper a Moscú, se creó una comisión mixta compuesta por tres representantes ortodoxos y por tres católicos, entre los que me encuentro. Hemos tenido dos encuentros: el primero sobre casos concretos considerados por el patriarcado de proselitismo ante los que queríamos responder. Tenemos que trabajar también sobre argumentos más teológicos y sobre lo que significa la libertad religiosa.

Hay obstáculos, sobre todo las acusaciones de invasión del territorio canónico [las tierras que dependen del patriarcado ortodoxo de Moscú, ndr.]. Siempre hay trabajo, y construir siempre lleva más tiempo que destruir, como dice un refrán ruso.

Hay que dejar que la fruta madure, hace falta mucho tiempo. Todo está en las manos de Dios y nosotros también somos instrumentos en las manos de Dios.

–En su formación personal, ¿la tradición ortodoxa ha contado mucho?

–Monseñor Kondrusiewicz: Sí, mucho, y tenemos que tenerlo en cuenta en la actividad pastoral. En las iglesias católicas, en Occidente, se han perdido los iconos y las imágenes de muchos templos. Pero no es sólo cuestión de los iconos, sino de la misma liturgia: celebraciones dominicales de treinta o cuarenta minutos… ¡es poco! La gente quiere liturgias de una hora y media o más.

–¿Es dinámica la vida de la Iglesia católica n Moscú?

–Monseñor Kondrusiewicz: Mire, en Moscú, hace quince años, durante el domingo sólo había dos misas: en San Luis de los Franceses y en la embajada estadounidense. Hoy hay 27 misas en 12 idiomas. Muchos de los que participan en ellas son jóvenes, algunos rusos y otros extranjeros. Como sólo tenemos dos iglesias, tenemos que celebrar la misa en las embajadas (la alemana, la estadounidense, etc.).

Los jóvenes son muy dinámicos. Es fácil organizar actividades y se ofrecen sin problemas como voluntarios.

–¿Es difícil para los religiosos establecerse en Rusia?

–Monseñor Kondrusiewicz: En Rusia ya hay religiosos, pero es difícil el que puedan tener personalidad jurídica. La ley rusa no distingue entre parroquias o comunidades religiosas y para registrarse hay que tener un mínimo de diez personas rusas. Esto significa que para abrir una comunidad monástica debe tener al menos diez rusos que vivan en la ciudad. Este problema se resolverá con vocaciones rusas. La ley, sin embargo, reconoce otros modos de existencia, como los grupos de oración. Pero no tienen personalidad jurídica.

Además de los religiosos, hay otros muchos grupos o comunidades en Moscú, en San Petersburgo y en otras ciudades: Neocatecumenales, Focolares, Comunión y Liberación… Por cierto, el lunes de Pascua celebraremos en Moscú una misa especial por monseñor Luigi Giussani.

–Si pronuncio la palabra «Fátima», ¿qué le sugiere a usted como ruso y como católico?

–Monseñor Kondrusiewicz: Muchas, muchas cosas. Tras la muerte de sor Lucía, celebramos una mesa especial. Me encontré tres veces con ella. La primera vez en 1991, fue en Coimbra. Ella no podía creer que en Moscú hubiera un arzobispo. Esto era para ella el signo de que la promesa de Fátima se estaba realizando. Era evidentemente emocionada. Me dijo que rezaba por todas las Rusias por todos los cristianos. Y me pidió que rezara por la unidad de los cristianos. Me regaló un Rosario que ella había hecho, y una figura de la Virgen de Fátima, pidiéndome que se la llevara al patriarca de Moscú. Así lo hice y el patriarca la aceptó.

Después, en 1996, comenzamos una peregrinación por toda Rusia con la Virgen de Fátima. La última vez que me encontré con sor Lucía fue en 1997. Me dijo precisamente que rezáramos por la unidad de los cristianos. El 13 de cada mes, en Rusia, se hace una procesión con las antorchas y se reza.

Para nosotros los católicos el mensaje de Fátima, en tiempos soviéticos, era una esperanza. Todo era oscuro, pero la Virgen dijo «mi corazón inmaculado
triunfará y Rusia se convertirá». Quizá los jefes que firmaron el final de la Unión Soviética, el 8 de diciembre de 1991, no sabían bien el significado de ese día: la fiesta de la Inmaculada.

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ZENIT Staff

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