CIUDAD DEL VATICANO, martes, 3 mayo 2005 (ZENIT.org).- «El pueblo ha percibido la santidad del Papa Juan Pablo II, pero tenemos que esperar la declaración oficial», advierte el cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para la Causas de los Santos.
El purpurado portugués se siente gratamente sorprendido por la aclamación popular, que en su funeral exclamó «santo ya», pero aclara: «hay que esperar cinco años después de la muerte, a no ser que el Papa Benedicto XVI establezca una dispensa para el inicio del proceso».
«Ahora bien, la dispensa no afecta al proceso como tal, que no cambia», subrayó.
El purpurado portugués hizo estas declaraciones al presentar en la tarde del lunes en Roma el libro «Los santos y Karol» («I santi e Karol») del corresponsal en el Vaticano del canal público de la televisión italiana, RAI, Fabio Zavattaro.
Entrevistado por Zenit sobre el proceso de canonización de Juan Pablo II, el cardenal Saraiva Martins se mostró partidario de «respetar los tiempos establecidos, buscar toda la documentación, y hacer las cosas paso tras paso».
«Creo que también a Juan Pablo II le hubiera gustado el que fuera así, con los tiempos establecidos», dijo a Zenit en la sede de la (Obra»>http://www.operaromanapellegrinaggi.it»>Obra Romana para las Peregrinaciones, después de la presentación del libro.
Por lo que se refiere a los milagros, el purpurado subrayó que «el milagro es el sello con el que Dios garantiza que una persona está con Dios y que Dios está con esa persona, en comunión».
«Por este motivo, el milagro realizado en vida no es válido para el proceso de canonización, tiene que realizarse después de la muerte», precisó.
El cardenal explicó que existen unos formularios en los que cada persona que considere que el Papa es santo debe firmar. «Vimos a la muchedumbre sumamente conmovida que pedía «santo ya», y habrá que comenzar con las declaraciones individuales», explicó.
El cardenal Saraiva Martins citó el nombre de dos de los santos «preferidos» por Juan Pablo II: santa Faustina Kowalska, la santa de la Divina Misericordia, y el hermano Alberto Chmielowski, ambos polacos. Juan Pablo II había dicho en una ocasión que se sentía «espiritualmente muy ligado» a este santo.
También citó a san Juan de la Cruz, a santa Teresa de Ávila, a san Luis Grignon de Montfort y a los pastorcillos de Fátima. «El Papa estaba muy feliz cuando regresó de Fátima después de haber elevado a los altares a esos niños. Nunca olvidaré su sonrisa. Estaba realmente contento», confesó el cardenal.
El cardenal portugués subrayó que «con Karol Wojtyla la santidad se ha hecho universal» y recordó que ser santo «es hacer extraordinariamente bien las cosas ordinarias».
El cardenal precisó que Juan Pablo II era consciente de que algunos criticaban la gran cantidad de santos y beatos que proclamó; ahora bien, añadió, si la Iglesia los reconoce es porque existen. En este sentido recordó que el siglo «que se acaba de concluir es el que más mártires ha producido en la historia cristiana».
El purpurado citó entre estos mártires a los españoles martirizados durante la persecución religiosa de los años treinta, a los japoneses de Nagasaki y a muchos otros mártires de todo el planeta.
El cardenal desmintió que su congregación sea una «fábrica de santos»: «El Papa no es quien hace a los santos, ni tampoco el dicasterio vaticano que tengo el honor de presidir. La Iglesia los declara santos y el Papa los proclama, no se hacen santos, uno se convierte en santo», constató.
«Hoy encontramos por las calles, en las fábricas y en las aulas universitarias a personas que dentro de cincuenta años estarán en los altares, pues como decía Giorgio La Pira, la santidad de nuestro tiempo es la santidad de los laicos», observó este cardenal Misionero Claretiano, revelando que Juan Pablo II ha elevado a los altares a 522 laicos.
En el encuentro también intervino el obispo Renato Boccardo, secretario general del Estado de la Ciudad del Vaticano, quien expuso dos de las convicciones fundamentales de Juan Pablo II: «en primer lugar, los hombres tienen necesidad de modelos a imitar; en segundo lugar, que hoy también es posible ser santo».
El libro de Zavattaro, «Los santos y Karol», de la editorial Ancora, se ha publicado en italiano y polaco. En estos momentos se estudia su traducción en otros idiomas.