ATENAS, domingo, 15 mayo 2005 (ZENIT.org).- La Conferencia Mundial sobre la Misión y la Evangelización que se celebra por iniciativa del Consejo Mundial de las Iglesias (CMI) en Atenas del 9 al 16 de mayo se ha convertido en una nueva etapa en el camino ecuménico.
En esta entrevista, el guía de la delegación vaticana en el encuentro, el obispo Brian Farell L.C., secretario del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, saca algunas de las conclusiones.
El Consejo Mundial de las Iglesias reúne a 347 iglesias procedentes de más de 120 países de todos los continentes y de la mayor parte de las tradiciones cristianas.
–La Iglesia católica no adhiere al Consejo Mundial de las Iglesias, ¿por qué ha enviado una delegación oficial?
–Monseñor Farrell: Es verdad, la Iglesia católica no forma parte del Consejo, pero desde tiempos del Concilio Vaticano II mantiene relaciones estables con este organismo. Es necesario recordar que el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos tiene sus propios representantes en Ginebra y en el Departamento para la Misión y la Evangelización del Consejo Mundial de las Iglesias, que ha organizado esta Conferencia.
En el organismo Fe y Constitución también están presentes doce teólogos católicos, nombrados por el Consejo Pontificio parta la Unidad.
Recuerdo, por último, que existe un Grupo mixto de trabajo entre el Consejo Mundial de las Iglesias y la Iglesia católica, que da continuidad a la relación.
–¿Qué actitud tiene el Consejo Mundial de las Iglesias ante la Iglesia Católica?
–Monseñor Farrell: En los últimos años se da un notable interés por parte del Consejo Mundial de las Iglesias por la Iglesia católica. Pero no sólo. Como lo testimonia la Conferencia, el Consejo Mundial está tratando de involucrar en sus propias iniciativas al mayor número de Iglesias, incluidas las de origen pentecostal y carismático.
–¿Cuál es el objetivo de esta Conferencia, que durante ocho días a reunido a 600 cristianos de todas las partes del mundo en Atenas?
–Monseñor Farrell: No es una reunión de la que tienen que surgir documentos oficiales. Se ha querido organizar un encuentro fraterno, a nivel mundial, entre diferentes Iglesias. En este sentido, la Conferencia es una cita importante, pues favorece el conocimiento y el intercambio recíproco, la reflexión serena, el diálogo.
–¿Se ha alcanzado este objetivo en Atenas?
–Monseñor Farrell: Seguramente. La Conferencia ha ofrecido a todos oportunidades para encontrarse con los representantes de las demás Iglesias. En particular, el lugar escogido para esta cita ha hecho posible una amplia participación ortodoxa.
–¿Ha facilitado esto el diálogo con los ortodoxos?
–Monseñor Farrell: La Iglesia ortodoxa de Grecia se ha comprometido desde hace mucho tiempo en asegurar el buen desarrollo de la Conferencia. Y el hecho de que por primera vez tenga lugar en un país de mayoría ortodoxa no es un simple dato geográfico: tiene un valor simbólico, lleno de posibles desarrollos. Además, la cita cae en un momento propicio, poco después del informe final de la Comisión especial sobre la participación ortodoxa en el Consejo Mundial de las Iglesias, que ha afrontado algunos puntos controvertidos.
–¿Han tenido encuentros informales con otras delegaciones?
–Monseñor Farrell: Sí, ciertamente. Dentro y al margen de los trabajos de la Conferencia, hemos tenido muchos contactos: con la Iglesia ortodoxa griega y con otras Iglesias y organismos con los que el Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos mantiene relaciones de estudio y de colaboración. Por lo demás, todos los momentos de la jornada han permitido contactos e intercambios entre los delegados de las diferentes Iglesias.
<i>–¿Cuál ha sido el método con el que se han desarrollado las sesiones de trabajo?
–Monseñor Farrell: Respecto al pasado, se han dado novedades. El tema, «¡Ven, Espíritu Santo, sana y reconcilia!», no se ha profundizado con intervenciones teóricas; se ha preferido una actitud que subrayara la dimensión experiencial, sobre la que se ha querido reflexionar. Las intervenciones que han tenido lugar todos los días en la tienda de la plenaria no han sido conferencias catedráticas. En más de una ocasión, han sido contribuciones ofrecidas de manera dialogada, orientadas a abrir perspectivas más que a llegar a conclusiones compartidas por todos. Además, se ha dado gran importancia a las así llamadas «sinaxeis», es decir, los numerosos talleres de la tarde en los que se ha hablado sobre argumentos específicos. El marco espiritual de estos intercambios y profundizaciones ha sido la oración, sobre todo la escucha de la Palabra de Dios en pequeños grupos con el método de la «Lectio Divina».
–¿Puede dar un juicio conclusivo?
–Monseñor Farrell: Esta Conferencia ofrece la esperanza de que se pueda dar una convergencia en las cuestiones importantes de la misión. En un mundo como el nuestro, en rápida transformación, los cristianos están obligados a encontrar una respuesta común y no cien respuestas diferentes, en rivalidad entre sí. Naturalmente, en una conferencia con presencias tan diferentes, uno se da cuenta de la complejidad del camino ecuménico. Pero el Espíritu, que cura y reconcilia, es capaz de encontrar el camino para hacer crecer la comunión entre las Iglesias.
[Más información sobre la conferencia en http://www.mission2005.org
Entrevista realizada por Giovanni Giuranna]