CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 16 junio 2005 (ZENIT.org).- Al constatar los rostros de tantos pobres y excluidos, Benedicto XVI consideró este jueves que el primer desafío de la familia humana en estos momentos es la solidaridad.
La presentación de las cartas credenciales de los nuevos embajadores de Azerbaiyán, Guinea, Malta, Nueva Zelanda, Ruanda, Suiza y Zimbabwe ofreció la oportunidad al Papa para lanzar un apremiante llamamiento a una justa repartición de las riquezas,
«La tierra tiene la capacidad para alimentar a todos sus habitantes, a condición de que los países ricos no se guarden para ellos mismos lo que pertenece a todos», advirtió.
El Santo Padre invitó a estos países a comprometerse «por crear una humanidad cada vez más fraterna, prestando una renovada atención a todos, en particular a los más pobres y a los excluidos de la sociedad».
«En este sentido --constató--, nuestro mundo afronta numerosos desafíos que debe superar para que siempre se le dé más importancia al hombre que a la técnica, y para que el justo destino de los pueblos constituya la preocupación principal de quienes han aceptado gestionar los asuntos públicos, no para ellos mismos, sino de cara al bien común».
Hablando en francés, el pontífice indicó: «Nuestro corazón no puede quedarse tranquilo mientras vemos sufrir a hermanos por falta de alimentación, de trabajo, de un techo o de otros bienes fundamentales».
Para responder al llamamiento que lanzan estos rostros, señaló, «tenemos que afrontar el primer desafío: la solidaridad entre generaciones, la solidaridad entre países y entre continentes, por una repartición cada vez más justa de las riquezas del planeta entre todos los hombres».
«Es uno de los servicios esenciales que los hombres de buena voluntad tienen que ofrecer a la humanidad», indicó.
Por su parte, garantizó que «la Iglesia no dejará de recordar que todos los hombres tienen que prestar atención a una fraternidad humana hecha de gestos concretos, a nivel de individuos y a nivel de gobiernos e instituciones internacionales».
La Iglesia, insistió, «seguirá saliendo en ayuda de las poblaciones en todos los continentes con el apoyo de sus comunidades locales y de todos los hombres de buena voluntad, en particular en los campos de la educación, de la salud y de los bienes fundamentales».
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Jun 16, 2005 00:00