BOGOTÁ, martes, 5 julio 2005 (ZENIT.org).- De varios frentes depende la paz en Colombia, según el análisis que hizo el lunes el cardenal Pedro Rubiano Sáez al abrir la 79ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal colombiana, que reúne en Bogotá a 86 prelados de todo el país en una reflexión conjunta sobre la realidad en la que desarrollan su ministerio.

«Durante los últimos años la sociedad colombiana ha sufrido hechos de violencia y de muerte muy dolorosos: atentados terroristas, masacres, secuestros, desplazamientos masivos», hechos que «llevan a nuestro pueblo a experimentar sentimientos de frustración y desilusión», reconoció el presidente del episcopado de Colombia.

«Es importante --señaló-- reconocer los esfuerzos realizados por el Gobierno y por el Congreso para darle un marco jurídico a los procesos de reincorporación de los miembros de grupos armados al margen de la ley, que favorezca la superación del conflicto y el logro de una paz duradera».

Por su parte, «la Iglesia, a través de organismos como la Comisión de Conciliación Nacional, la Comisión ampliada de Paz, la Sección de Vida Justicia y Paz y sus correspondientes en las Jurisdicciones del País, ha trabajado y seguirá empeñada en la consecución de la paz, motivada no tanto por los resultados obtenidos, sino por la convicción de que la paz es parte importante de su misión», confirmó el primado de Colombia.

El purpurado aprovechó para expresar «un reconocimiento especial» a los obispos «que han sacrificado parte de su tiempo y de su tranquilidad personal para buscar acercamientos y diálogos como los que han hecho posible el desarme y la desmovilización de grupos de las AUC». «Nos sigue alentando la esperanza de poder prestar este servicio con otros grupos al margen de la ley», añadió.

El sangriento conflicto colombiano ha provocado en estas cuatro décadas –en las que la Iglesia ha representado frecuentemente el único canal de comunicación entre las facciones beligerantes- tres millones de desplazados y en los dos últimos lustros ha acabado con la vida de 35.000 civiles. Se cuentan por miles los menores de 14 años ligados a grupos armados ilegales en Colombia, uno de los países del mundo que encabeza una auténtica industria del secuestro.

Durante años los prelados colombianos han participado en esfuerzos de dialogo y negociación entre el gobierno colombiano y los dos grupos guerrilleros de inspiración marxista activos: las FARC («Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia») y el ELN («Ejército de Liberación Nacional»), así como con los grupos paramilitares, las AUC («Autodefensas Unidas de Colombia»).

Paralelamente a estos esfuerzos de negociación, la Conferencia Episcopal de Colombia continúa llamando la atención sobre las víctimas del conflicto, como reiteró el cardenal Rubiano el lunes: «Abogamos porque en los procesos de negociación y en la aplicación de la ley de justicia y paz, se tenga en cuenta la reparación a las víctimas que han experimentado en su propia carne el vía crucis de la confrontación y de la guerra».

«Reiteramos a los grupos alzados en armas nuestra solicitud, que es la solicitud del pueblo colombiano, para que liberen de inmediato y sin condiciones a todas las personas secuestradas, respeten el derecho a la vida, a la integridad personal y a la libertad individual de todos los civiles», declaró el cardenal Rubiano.

Pero también «otras situaciones» --denunció-- «como el empobrecimiento, el desempleo, la corrupción, la suerte de los secuestrados» afligen al pueblo, mientras la «dirigencia política» «se ha ido reencontrando» con «viejos vicios» y «con el discurso sectario que causó tanto daño en tiempos no muy lejanos».

Por ello recordó «que el objeto de la política es el bien común, el bien de la Nación»; si no, «se reviven los odios y la división, se siembra la desconfianza y la desesperanza».

Y reclamó el prelado colombiano «a nuestros parlamentarios y dirigentes políticos, una mayor mesura en sus palabras, menos intereses creados en sus aspiraciones y más sintonía con el pueblo» que les eligió para que le representara en el «poder ejecutivo, legislativo y órganos de control, para que busquen la justicia social».

Igualmente exhortó al Gobierno Nacional, a los Legisladores y Magistrados a tomar «decisiones que promuevan la cultura de la vida humana», y denunció «la conjura internacional contra la vida y la integridad de la familia, expresada» también en Colombia, entre otros aspectos, con la promoción de la despenalización total del aborto.

Apuntando los temas sobre los que los prelados ya trabajan, el cardenal Rubiano aludió además a la preocupación «por la disminución y abandono de la práctica religiosa».

«En la línea de las indicaciones y normas divulgadas en los documentos de la Santa Sede, queremos insistir en la necesidad de dar al Culto Eucarístico la prioridad y centralidad que tiene e incentivar en los fieles la celebración del Domingo, día por excelencia del Señor y cuyo centro tiene que ser la asistencia y participación en la Misa dominical», subrayó.

Este martes se eligen los nuevos puestos directivos en la Conferencia Episcopal colombiana para el trienio 2005-2008.

El próximo sábado, fiesta de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Patrona de Colombia, los obispos peregrinarán a su santuario junto a todos los fieles que quieran unirse para pedir, por intercesión de la Virgen, el respeto a la vida y el don de la paz.