MÉXICO, miércoles, 6 julio 2005 (ZENIT.org-El Observador).- Resultado de intensas consultas y de la necesidad de que la Iglesia católica en México manifieste su opinión ante la violencia que se vive en el país, sobre todo en la frontera con Estados Unidos, los obispos, reunidos en asamblea general ordinaria, han emitido un comunicado de urgencia, dirigido al pueblo y al gobierno de México.

La misiva, firmada por el presidente y el vicepresidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), monseñor José Guadalupe Martín Rábago y monseñor Carlos Aguiar Retes, respectivamente, manifiesta el rechazo a la creciente espiral de violencia y descomposición social generada por el crimen organizado.

«Condenamos --dicen los prelados mexicanos-- la cultura de la muerte promovida por el tráfico y consumo de drogas, que al amparo de la corrupción y la impunidad, han lesionado el Estado de Derecho, generando vacíos de poder que amenazan con abrir las puertas a la ingobernabilidad, y más grave aún, han secuestrado la confianza ciudadana en los cuerpos de seguridad pública y procuración de justicia».

Más adelante, desde su posición pastoral, los hacen un llamado a las autoridades de los tres niveles de gobierno, para que intensifiquen las acciones de combate a la delincuencia a través de una mayor profesionalización y dignificación de las fuerzas de policía, de una efectiva depuración de los cuerpos de seguridad corrompidos por el poder del dinero, y especialmente de una coordinación que elimine la transferencia de responsabilidades, para que el Estado con toda su fuerza enfrente a la delincuencia organizada.

Los prelados se dirigen también a los legisladores para que elaboren y aprueben leyes que hagan más eficaz el combate a la delincuencia.

Asimismo piden que los jueces, sean garantes de la legalidad, reduzcan la impunidad con sentencias que inhiban efectivamente la proliferación de los delitos.

«No dejamos de reconocer el esfuerzo del gobierno federal, en especial el trabajo del ejército y la marina en pro de la seguridad nacional. A todas aquellas personas que arriesgan su vida por la seguridad del pueblo de México enviamos nuestra bendición y elevamos a Dios nuestra oración para que ellos y sus familias gocen de su gracia y protección», afirman los obispos.

Proponen una cultura de la vida anclada en la promoción de valores, el fortalecimiento de la familia como núcleo de cohesión social, transmisora de valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos.

«Con tristeza --subrayan-- advertimos que sin familias fuertes en la comunión y estables en el compromiso, los pueblos se debilitan y son presa fácil de los males que destruyen a la persona».

En la parte central del comunicado, los obispos de la CEM coinciden en señalar que sociedad y gobierno reconocen, en el país, que el narcotráfico es el enemigo común que amenaza con destruir el futuro de los hijos y la unidad nacional.

«La construcción de la paz, el fomento de una cultura de la vida, la promoción de valores y el fortalecimiento del Estado, es tarea de todos. Por ello, convocamos a las organizaciones sociales y empresariales, instituciones educativas, medios de comunicación y actores políticos para que, sin protagonismos ni confrontaciones estériles, unamos esfuerzos a favor de una Cruzada Nacional por la Paz que haga posible la civilización del amor y la concordia entre los mexicanos», dicen los obispos agrupados en la CEM.

«México es un gran país --concluyen--, que no merece vivir bajo el miedo y la amenaza de unos cuantos que quieren acabar con sus jóvenes, con sus hombres y mujeres, creando una cultura de terror y de muerte. Redoblemos esfuerzos en pro del fortalecimiento de la familia, lugar primario de humanización de la persona y la sociedad, porque sólo así podremos sembrar en nuestro pueblo valores auténticos de responsabilidad social y solidaridad».