LES COMBES, domingo, 24 julio 2005 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que dirigió Benedicto XVI este domingo antes y después de rezar la oración mariana del Ángelus desde el chalet en el que está pasando unos días de vacaciones en la localidad de Les Combes (Valle de Aosta), en los Alpes italianos.
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¡Queridos hermanos y hermanas!
Mañana se celebra la fiesta del apóstol Santiago, hermano de Juan, de quien se veneran las reliquias en el célebre santuario de Compostela, en Galicia, meta de innumerables peregrinos de todas las partes de Europa. Ayer recordamos a santa Brígida de Suecia, patrona de Europa. El 11 de julio pasado se celebró san Benito, otro gran patrono del «viejo continente». Al contemplar a estos santos, viene espontáneamente la reflexión sobre la contribución que el cristianismo ha ofrecido y sigue ofreciendo a la construcción de Europa.
Quisiera hacerlo recordando la peregrinación que el siervo de Dios Juan Pablo II realizó, en 1982, a Santiago de Compostela, donde hizo un solemne «acto europeo» en el que pronunció aquellas memorables palabras: «Yo, obispo de Roma y pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: “Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes”» (
9 de noviembre de 1982).
Juan Pablo II lanzó entonces el proyecto de una Europa consciente de su propia unidad espiritual, apoyada sobre el fundamento de los valores cristianos. Volvió a tocar este tema con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud de 1989, que tuvo lugar precisamente en Santiago de Compostela. Deseó una Europa sin fronteras, que no reniegue de las raíces cristianas, sobre las que surgió y que no renuncie al auténtico humanismo del Evangelio de Cristo. ¡Qué actual sigue siendo este llamamiento a la luz de los recientes acontecimientos del continente europeo!
En menos de un mes, también yo peregrinaré a una histórica catedral europea, la de Colonia, donde los jóvenes se han dado cita para su vigésima Jornada Mundial. Recemos para que las nuevas generaciones, encontrando su savia vital en Cristo, sepan ser en las sociedades europeas fermento de un humanismo renovado, en el que fe y razón cooperen en un fecundo diálogo por la promoción del hombre y la edificación de la auténtica paz. Lo pedimos a Dios por intercesión de María santísima, que vela como madre y reina en el camino de todas las naciones.
[Tras rezar el Ángelus, el Papa añadió:] Estos días de serenidad y descanso han quedado también turbados por las trágicas noticias de execrables atentados terroristas que han causado muerte, destrucción y sufrimiento en varios países como Egipto, Turquía, Irak, Gran Bretaña. Confiando a la divina bondad los difuntos, los heridos y sus seres queridos, víctimas de estos gestos que ofenden a Dios y al hombre, invoquemos al Omnipotente para que detenga la mano asesina de quienes los han cometido, movidos por fanatismo y odio, y convierta sus corazones a pensamientos de reconciliación y de paz.
[A continuación saludó en varios idiomas a los peregrinos. En castellano, dijo:] Saludo a los fieles de lengua española. En estas fechas veraniegas, os invito a reponer las fuerzas del cuerpo y a escuchar con sosiego la palabra de Dios, acogiéndola en el corazón, como hizo la Virgen María. Feliz domingo.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]