RÍO DE JANEIRO, martes, 26 julio 2005 (ZENIT.org).- En cuanto tuvo noticia del suceso, la diócesis brasileña de Nova Iguaçu (Río de Janeiro) manifestó su dolor por el «brutal asesinato» de uno de sus sacerdotes, el padre Paulo Henrique Keler Machado, tiroteado el lunes por unos desconocidos.
De 36 años, el sacerdote era vice-coordinador de pastoral y coordinador de liturgia de la diócesis. También era conocido por su compromiso a favor de los familiares de las 29 víctimas de la masacre del pasado 31 de marzo a manos de un «comando» en la misma zona periférica de Río de Janeiro donde él ha perdido la vida.
En abril, después de la matanza perpetrada en la zona en la que el padre Machado desarrollaba su labor, fueron acusados también algunos policías. Un «comando» había abierto fuego contra algunos clientes en un bar acabando con la vida de nueve personas, para después huir y matar a otras veinte en el vecino barrio de Queimados.
Alcanzado por varios proyectiles, el cuerpo del sacerdote fue hallado en su automóvil, bajo un nuevo viaducto en el barrio Luz.
Según la policía, había sido despojado de su reloj, portafolio y teléfono móvil, pero se sospecha que la razón principal del delito pudiera ser la venganza de ambientes criminales respecto a algunas iniciativas del padre Machado en el campo de los derechos humanos, apunta «Misna».
«Es una gran pérdida para nuestra diócesis, pues su capacidad de organizar y coordinar los trabajos pastorales tenía gran dedicación», lamenta una nota de la Iglesia local a las pocas horas del descubrimiento del asesinato.
«Con su alegría incomparable –recueda la diócesis (www.mitrani.org.br) al padre Machado- contagiaba a todos los que se le acercaban».
El padre Machado había sido ordenado sacerdote hace cinco años; pasó el primero en la parroquia de San Francisco, en Queimados; los otros cuatro desarrolló su labor en la de la Sagrada Familia, en Posse –en los alrededores de Queimados–, de la que era párroco.
Toda la franja noroccidental de Río de Janeiro, conocida también como Baixada Fluminense, está formada en su mayor parte por sectores obreros poco pudientes y pobres.
El párroco asesinado ha sido sepultado en la mañana de este martes en el cementerio de Nova Iguaçu.