CASTEL GANDOLFO, lunes, 8 agosto 2005 (ZENIT.org).- El miércoles, 3 de agosto, ante varios miles de fieles y peregrinos de todo el mundo que se hicieron presentes en el Aula Pablo VI del Vaticano, el Santo Padre Benedicto XVI reanudó las Audiencias Generales, que se habían suspendido durante el período de descanso que transcurrió el Pontífice en la región italiana del Valle de Aosta, del 11 al 28 de julio pasados.
En su discurso en lengua italiana, retomando el ciclo de catequesis sobre los Salmos y los Cánticos, Benedicto XVI comentó el Salmo 124, «El Señor protege a su pueblo». Este fue el resumen de la catequesis que el Santo Padre leyó en español:
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Queridos Hermanos y Hermanas:
Comentamos hoy un Salmo de peregrinación que suscita la radical confianza en el Señor, comparándola con la estabilidad del monte Sión. La presencia de Dios que es «roca, fortaleza, escudo, baluarte», conforta a los justos y los exhorta a afrontar las situaciones difíciles, cuando a la prepotencia de los impíos, a los riesgos y hostilidades, al aislamiento, la ironía y el desprecio, se asocia la mediocridad, el desánimo y el cansancio.
El salmista ruega al Señor que se manifieste como un padre amoroso para con los «rectos de corazón» y los proteja de la opresión, revelándose como juez justo ante aquellos que caminan por las sendas tortuosas del mal. El tradicional saludo de shalom con que concluye, es un deseo de esperanza.
Saludo cordialmente a los peregrinos de España y Latinoamérica, especialmente a las Hijas de la Pasión, a los miembros de Schönsatt y Regnum Christi, así como a los fieles de Chile, México y Perú. Confiados en el Señor, desead la paz, anunciad la paz, construid la paz. Sois el pueblo del Señor y vuestra paz es Cristo.
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Después de haber resumido la catequesis y haber saludado en diferentes idiomas, Benedicto XVI se dirigió a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados con las siguientes palabras:
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La liturgia recuerda mañana a un sacerdote muy amado por sus contemporáneos: San Juan María Vianney, el santo Cura de Ars. Queridos hermanos, que su ejemplo os sirva a todos de estímulo y aliento para corresponder generosamente a la gracia divina.