Un balance de la visita de Benedicto XVI a Colonia

Realizado por el experto en asuntos vaticanos, Jean Marie-Guénois

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COLONIA, lunes, 22 agosto 2005 (ZENIT.org).- En sus doce discursos de su primer viaje apostólico internacional Benedicto XVI ha marcado un estilo y ha definido orientaciones, constata Jean Marie-Guénois, redactor del diario parisino «La Croix».

Guénois, considerado como uno de los máximos expertos en periodismo religioso en Francia –ha sido durante una década corresponsal en Roma, donde fundó la agencia de noticias especializada I-Media–, presenta además un programa de información religiosa dominical en la televisión pública France 2.

–¿Ha pasado el test Benedicto XVI?

–Guénois: El nuevo Papa no era esperado como un mesías, sino como un Papa alemán que regresaba a su país natal, así como por la «generación Juan Pablo II». Ya la manera en que Benedicto XVI descendió del avión a su llegada, de manera discreta, sin efectismos, preocupado de no tropezarse con las escaleras, marcó el tono. Consciente de la importancia del momento, se entregó, en ocasiones con algo de timidez, con frecuencia incómodo ante la gran muchedumbre, siempre con mucha humanidad, prestando atención a cada uno, en la medida de lo posible. Leyó sus discursos con cuidado, sin retórica, con sus grandes lentes. No ha buscado la seducción, sino palabras calibradas, de las que no espera el efecto inmediato del aplauso, sino que queden arraigadas a largo plazo. Si bien algunos jóvenes que esperaban un gesto fuerte podrían quedar decepcionados, la mayoría ya lo ha adoptado.

–¿Ha nacido una «generación Benedicto XVI»?

–Guénois: Ciertamente este término no le gustaría para nada a su interesado. Sobre todo es demasiado pronto para evaluar seriamente el impacto del nuevo Papa entre los jóvenes.

Ahora bien, es impresionante ver cómo se dirige a ellos. No evocó cuestiones de moral, prefiriendo convertirse en catequista para comenzar en cierto sentido desde cero y compartir el gusto de ser cristiano. En lugar del «carisma de los gestos» de Juan Pablo II, que levantó multitudes, Benedicto XVI aporta un «carisma de la palabra», de maestro.

Muy pedagógico, muy concreto, en ocasiones ha sido crudo –cuando deploró en su primera entrevista que la sabiduría cristiana «no es algo con sabor rancio»–, en ocasiones es evocador –como cuando habló de la adoración como de «contacto boca a boca» o de «fisión nuclear» para ilustrar la potencia del sacramento–. Por tanto, no se puede decir que no haya logrado comunicar a los jóvenes. Es diferente. Una «generación Benedicto XVI» podría acabar creándose, especialmente entre los adolescentes, que conocieron a Juan Pablo II con fuerzas disminuidas. «Es curioso ver a un Papa que camina», observaba uno de ellos…

–¿Se ha reconciliado Alemania con Roma?

–Guénois: No era el objetivo principal de estas Jornadas Mundiales de la Juventud, programadas hace tres años en Alemania, y que han tenido lugar en la patria del Papa recién elegido. Tres encuentros permitieron entablar lazos de los que habrá que verificar la solidez: la acogida en el aeropuerto, donde la alegría y el orgullo del presidente de la República parecían ir al unísono de este pueblo, al menos en ese instante; la visita a la sinagoga, que permitió a Benedicto XVI pasar simbólicamente a los ojos de todo el mundo una página oscura y dramática de la conciencia colectiva de esta nación; el encuentro con los obispos alemanes, el domingo 21 de agosto, en el que el Papa afirmó su cercanía a esta Iglesia, invitándola a capitalizar todas las energías que ha movilizado con motivo de las Jornadas Mundiales de la Juventud.

–¿Qué mensaje ha dejado?

–Guénois : A nivel político, ha lanzado como dos señales de alerta. El auge del antisemitismo, contra el que el Papa ha alertado firmemente en su visita a la sinagoga. Y el terrorismo de origen religioso, frente al cual, ante los responsables musulmanes, el Papa indicó como mejor camino el de la lucha contra la intolerancia y el del respeto, rechazando la fatalidad del odio para construir una civilización de paz.

A nivel pastoral, se pueden destacar dos líneas fuertes. En primer lugar, continuidad con su predecesor y con la línea del Concilio Vaticano II para avanzar hacia la unidad de los cristianos, el ecumenismo, así como en el diálogo con el judaísmo y el islam, a condición de conocer bien y asumir las diferencias, a las que no se pueden renunciar.

En segundo lugar, se ha dado una novedad en el programa propuesto a los jóvenes. En el primer día, en la vigilia del sábado, o en la misa del domingo, propuso una idea ambiciosa: nada más y nada menos que la de «cambiar el mundo». Pero no con la fuerza del poder, ni con «órdenes impartidas desde lo alto de un trono», sino aprendiendo el «estilo de Dios»: no «nos construimos un Dios privado», de manera que «no hay caminos privados» en la Iglesia, explica Benedicto XVI. Los jóvenes tienen que desarrollar una «sensibilidad hacia las necesidades de los demás», que se manifiesta «en la disponibilidad para compartir».

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ZENIT Staff

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