El «pesado yugo» de China, según el obispo de Hong Kong

Entrevista a monseñor Joseph Zen Ze-kiun

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HONG KONG, viernes, 6 enero 2006 (ZENIT.org).- Persiste en la actualidad la intención de pleno control –incluyendo la mente y el corazón de los ciudadanos– del Partido comunista chino, desvela el obispo de Hong Kong, monseñor Joseph Zen Ze-kiun.

El prelado salesiano –que el 13 de enero cumplirá 74 años– hace esta advertencia en una entrevista concedida al diario «Avvenire».

Consciente de que residir en Hong Kong (hoy República Popular China, pero protegida por un estatuto especial) le permite hablar y actuar con libertad, el diario católico italiano describe a monseñor Zen como «la voz independiente de la Iglesia católica en China».

–Hay quien admira a China por su impetuoso desarrollo económico y quien la ve como una amenaza para el mundo. Desde su punto de observación, ¿cómo considera el país?

–Monseñor Joseph Zen Ze-kiun: Más allá de muchos análisis, se impone una constatación: en China sigue existiendo un yugo muy pesado. El Partido comunista quiere controlar todo, no sólo las estructuras, sino también la mente y el corazón de los ciudadanos. Hoy los métodos han cambiado un poco, pero la realidad de fondo es la misma. Nadie se atreve a decir verdaderamente lo que piensa. Tome el caso de Hong Kong: el gobierno de Pekín garantiza ahí formalmente la autonomía, somos aún libres de hacer oír nuestra voz. Pero día tras día está extendiendo su control de manera muy clara y decidida. Pero no desearía parecerle demasiado pesimista. De este yugo también se puede uno liberar.

–¿A qué se refiere?

–Monseñor Joseph Zen Ze-kiun: ¡A la Iglesia, evidentemente! Mi convicción, que procuro expresar de forma sumisa porque podría provocar la dura reacción de Pekín, es que los católicos están ganando. Con paciencia y tenacidad están conquistando espacios significativos de libertad. El gobierno comunista controla las estructuras, ya no los corazones y las mentes de los fieles. Después de muchos años de separación forzada en China, la Iglesia católica de hecho es ya una sola, todos quieren estar unidos al Papa.

–Iglesia oficial e Iglesia clandestina aún son distintas. ¿Qué falta para la plena reconciliación?

–Monseñor Joseph Zen Ze-kiun: El obstáculo es, como siempre, el control ejercido por el Partido. Me explico. La Iglesia oficial china va a parar a dos grandes estructuras, la Conferencia episcopal y la Asociación patriótica de los católicos, que en realidad es el brazo largo del Partido comunista para controlar la Iglesia. La Conferencia episcopal desde hace dos años está sin presidente; tras la muerte del titular no consiguen encontrar uno que sea «de fiar». El jefe de la Asociación patriótica, el obispo de Pekín Michele Fu, está enfermo y sobre todo está muy desacreditado a los ojos de los fieles. En resumen, las dos estructuras están sin cúpula. El que manda es el señor Liu Bai Nie, el secretario ejecutivo de la Asociación patriótica. Pero es un patrón que corre el riesgo de quedarse sin séquito.

–¿Qué ha ocurrido?

–Monseñor Joseph Zen Ze-kiun: Muchos obispos, nombrados por el gobierno de Pekín, no tenían paz en su corazón y deseaban ser reconocidos por la Santa Sede. A partir de los años ’80 Juan Pablo II, con gran generosidad, acogió tales peticiones. Actualmente el 85% del episcopado de la Iglesia oficial china ha obtenido la legitimación del Vaticano. Ahora los obispos que no están aprobados por Roma se sienten marginados, son rechazados por el clero y por los fieles. La novedad es que mientras que en el pasado eran los obispos ya nombrados por el gobierno los que pedían la aprobación pontificia, ahora son los candidatos al episcopado de la Iglesia oficial los que se preocupan de contar con el nombramiento de la Santa Sede. Es una situación interesante, pero no carente de riesgos, pues no siempre el candidato elegido por el gobierno es el nombre ideal para el Vaticano.

–La Santa Sede ha subrayado recientemente la disponibilidad a entablar relaciones diplomáticas con la China comunista, rompiendo con Taiwán y trasladando al nuncio de Taipei a Pekín. ¿Estamos cerca de un acuerdo histórico?

–Monseñor Joseph Zen Ze-kiun: La Iglesia universal está atenta a los millones de fieles de la China comunista y está dispuesta a dar un paso muy doloroso. Debemos explicar bien a los fieles de Taiwán que no es una traición, sino una necesidad impuesta por las cosas. En resumen, no es una decisión que haya que proclamar a la ligera. Y además, ¿qué se nos da a cambio? ¿El gobierno de Pekín está dispuesto a conceder la libertad religiosa? Ésta es la cuestión.

–¿Cuál es su impresión?

–Monseñor Joseph Zen Ze-kiun: Noto que, mientras el Vaticano obra por un acuerdo, los comunistas chinos no tienen ninguna prisa. Antes quieren arreglar algunos problemas, por ejemplo los nombramientos episcopales de muchas diócesis que están vacantes. Y tengo la impresión de que la Asociación patriótica intentará situar a sus hombres para contrarrestar los nombramientos que ha tenido que sufrir en los últimos tiempos, como el del obispo auxiliar de Shangai. No veo un acuerdo a la vuelta de la esquina; se necesita más tiempo.

–¿Es cierto que el Papa Wojtyla le pidió ayuda para realizar un gran deseo, el de visitar China?

–Monseñor Joseph Zen Ze-kiun: Era el inicio de 1997; hablamos largamente y el Santo Padre no hacía más que repetir: ¡Quiero ir a China! ¡Pero yo –respondí— no puedo hacer nada! Se habló de un posible viaje a Hong Kong para la conclusión del Sínodo asiático. Pero el gobierno de Pekín dijo inmediatamente que no.

–China tiene cada vez más peso y prestigio en el escenario internacional, ha ingresado en la WTO (Organización Mundial del Comercio. Ndt) y será anfitriona de las Olimpiadas en 2008. ¿Puede influir positivamente todo esto en las relaciones con el Vaticano?

–Monseñor Joseph Zen Ze-kiun: No existe una respuesta unívoca. China no debe ser aislada, de acuerdo. Pero debemos valorar atentamente los efectos de las aperturas internacionales. Por ejemplo, cuando Pekín organizó los Juegos Asiáticos no fue una ventana de libertad. Más aún: fueron encarcelados obispos y sacerdotes. Y todavía hoy persisten las represiones contra los católicos y los disidentes.

–Usted se ha echado a las calles hace un mes junto con los manifestantes que quieren la plena democracia para Hong Kong. ¿No teme la acusación de involucrar a la Iglesia en cuestiones estrictamente políticas?

–Monseñor Joseph Zen Ze-kiun: Óigame bien: la Iglesia católica en Hong Kong tomó parte en las manifestaciones de dos años contra el famoso artículo 23, el proyecto de medidas anti-subversivas que limitaban fuertemente la libertad de los ciudadanos y de las asociaciones, y que al final fue retirado. Ahora está en juego la cuestión del sufragio universal. Según la Ley Fundamental (una especie de Constitución en el territorio. Ndt) podía ser introducido de forma gradual para el año 2008. Pero las autoridades han bloqueado todo proponiendo un paquete de reformas que carecen de relación alguna con el sufragio universal. Sencillamente he querido hacer una pregunta y lo he hecho públicamente: ¿Cuándo podremos llegar a este objetivo? Habéis dicho: ahora no. De acuerdo, aceptamos. Pero queremos saber cuándo. Es un derecho de los ciudadanos, un derecho que la Iglesia no puede dejar de defender (Cf. Zenit, 5 diciembre 2005. Ndt).

[Traducción del original italiano realizada por Zenit.org]

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ZENIT Staff

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