HONG KONG, sábado, 7 enero 2006 (ZENIT.org).- La ayuda al desarrollo ha estado otra vez en los titulares. Los ministros de comercio de 149 países se reunieron en Hong Kong a mediados de diciembre para continuar las conversaciones organizadas por la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Las negociaciones de la así llamada ronda de Doha se han desarrollado durante cuatro años y se han visto estancadas con los temas de los subsidios agrícolas, y las reformas en el área de servicios y bienes industriales, informaba el 12 de diciembre el Wall Street Journal.
Algunos informes recientes sobre comercio y ayudas señalan la complejidad de los temas implicados a la hora de estimular el crecimiento económico en los países en desarrollo. El 8 de diciembre, el Banco Mundial hacía público un informe titulado, «Poverty and the WTO – Impacts of the Doha Development Agenda» (Pobreza y OMC – Impactos de la Agenda de Desarrollo de Doha).
Un acuerdo «ambicioso» en la ronda de Doha reduciría la pobreza, afirmaban los autores del informe, L. Alan Winters, director del Grupo de Investigación del Banco Mundial, y Thomas Hertel, profesor de economía de la Universidad de Purdue.
«El comercio internacional es el medio económico más directo por el que los países ricos influyen en los países pobres», sostiene el informe. Las reformas propuestas en la ronda de Doha tendrían un gran impacto en los precios y en el volumen de comercio de los productos agrícolas y alimentarios, seguidos por los textiles y la ropa.
Brasil, calcula el informe, podría reducir a corto plazo su pobreza en un 0,4% si se ponen en ejecución las reformas, y un 1,1% a largo plazo. China también reduciría su pobreza un 1,3% a largo plazo.
Pero otros países podrían sufrir. Bangladesh, por ejemplo, un importador neto de productos agrícolas, podría correr el riesgo de un aumento del 1,1% de su pobreza a corto plazo. Pero su pobreza a largo plazo podría bajar más de un 4,6%, según las estimaciones del informe.
No obstante, las mejoras no serán automáticas. Los gobiernos necesitan mejorar las infraestructuras y reformar las instituciones de comercialización internas, para asegurar que los precios mundiales más altos se transmiten a las áreas rurales. También necesitan educar mejor a las poblaciones rurales, y ayudar a los campesinos a beneficiarse de las nuevas oportunidades de exportación.
Se ha hecho ya un cierto progreso en estas áreas, informaba el 12 de diciembre la Organización Mundial de Comercio. En una nota de prensa, la OMC observaba que, desde que comenzó la ronda de Doha en noviembre del 2001, han aumentado en un 50% las cantidades para ayudar a los países en desarrollo a participar de forma más eficiente en el comercio internacional.
Qué funciona y qué no funciona
Otro informe del Banco Mundial, publicado el 7 de diciembre, se centraba en las dificultades para asegurar que los programas de ayuda logran el resultado esperado. En «Reaching the Poor: What Works, What Doesn’t, and Why» (Llegar al Pobre: qué funciona, y qué no funciona, y por qué), el Banco Mundial analizaba la distancia que existe entre las intenciones y los resultados en los programas del área sanitaria.
El estudio descubrió que los programas diseñados para llegar a las personas pobres suelen acabar, por el contrario, ayudando a gente con más ingresos. El informe encontró que en casi todos los 20 países examinados, el 20% más rico de la población recibían más, o lo mismo, de los servicios sanitarios de maternidad e infantiles financiados por el gobierno que el 20% más pobre.
Había excepciones, no obstante. En México, por ejemplo, un programa paga a las familias pobres la atención clínica y escolar. El programa tiene más de 20 millones de beneficiarios, y el 80% de los que reciben los pagos están dentro del 40% más pobre de la población. En Ghana y Zambia la distribución de las mosquiteras para las camas, pensadas para combatir la malaria, también ha tenido éxito, al alcanzar a los sectores más pobres de la población.
Pero duplicar estos buenos resultados no es tarea fácil, concluía el informe. Consideraba que no hay un método único que pueda introducirse de forma fácil para tratar los problemas en los diversos países. Por el contrario, la solución consiste en adaptar los programas a las características locales.
Cómo ayudar a los pobres ha sido el tema de otro estudio publicado una semana antes del encuentro de Hong Kong. «How to Make Poverty History» ha sido publicado por el Instituto Internacional para el Medio Ambiente y el Desarrollo (IIED), una organización no gubernamental con sede en Londres.
El informe se mostraba escéptico ante la publicidad dada a los grandes acuerdos internacionales de ayuda. «La realidad suele ser menos magnánima», se advertía en el prólogo, «con el mismo dinero prometido en diversas ocasiones, y reciclado de un contexto a otro».
El capítulo del informe dedicado a África mencionaba puntos que eran similares a las conclusiones del estudio del Banco Mundial sobre cómo llegar al pobre. Uno de los errores más grandes de la asistencia al desarrollo, observaba el IIED, es la falta de apoyo a las organizaciones locales. «Sólo una proporción muy pequeña de la asistencia oficial al desarrollo va a lo que los pobres identifican como sus prioridades», comentaba el informe.
El estudio ponía de relieve la necesidad de concentrarse en unas pocas prioridades fundamentales, como la provisión de servicios en el área de escuelas de calidad, asistencia sanitaria y provisión de agua y saneamientos. La publicación también observaba la importancia de garantizar el imperio de la ley, y asegurar que se aplica de forma que proteja los derechos y el sustento de los grupos más pobres.
Ayuda y crecimiento
Un par de estudios publicados este año señalaban la importancia del crecimiento en las conversaciones de comercio, al considerar que la ayuda exterior es de un impacto muy limitado. El Fondo Monetario Internacional publicaba sus documentos de trabajo el 1 de junio.
En «Aid and Growth: What Does the Cross-Country Evidence Really Show?», los autores, Raghuram Rajan y Arvind Subramanian encontraron pocas evidencias de una relación positiva entre el flujo de ayudas a un país y su crecimiento económico.
De hecho, indica el documento: «Virtualmente no hemos encontrado evidencia alguna de que las ayudas funcionen mejor en las mejores políticas o en mejores ambientes institucionales o geográficos, o que ciertas clases de ayuda funcionen mejor que otras».
El documento examinaba diversos tipos de ayuda, por ejemplo, ayuda alimentaria en el caso de las crisis a corto plazo, o ayuda a largo plazo para infraestructuras. También examinaba las ayudas de diferentes tipos de donantes, y, por el lado receptor, si se daba a instituciones con buenas políticas o malas.
Los resultados, explicaban los autores, no implican que las ayudas puedan no ser beneficiosas. Pero sugieren que, para que la ayuda sea efectiva en el futuro, tiene que ser repensada.
En el segundo documento, «What Undermines Aid’s Impact on Growth?», los mismos autores consideraba el por qué resulta tan difícil encontrar un efecto positivo de las ayudas en el crecimiento a largo plazo de los países pobres, incluso de aquellos que tienen buenas políticas.
Rajan y Subramanian encontraron que los flujos de ayudas afectan de modo adverso la competitividad de un país. La afluencia de fondos del extranjero causa que el valor de la propia divisa se sobrevalore. Esto tiene un impacto negativo en las industrias de trabajo intensivo y el sector de las manufacturas.
Por el contrario, observaban, la afluencia de fondos privados, como los envíos a familiares desde el extranjero, no parecen crear estos efectos adversos. Sugieren que esto podría explicarse por el hecho de que est
os envíos se gastan de modo diferente, reduciendo así su impacto en el cambio de divisas.
Las ayudas también pueden tener un efecto negativo en los gobiernos. Los autores hacían referencia a otros estudios que observan cómo la ayuda inicialmente es algo adicional al presupuesto del gobierno, pero el país se vuelve más perezosa a la hora de aumentar los ingresos por impuestos, y se vuelve necesaria más ayuda. Así, los efectos beneficiosos a corto plazo de la ayuda pueden disiparse a largo plazo al crear una cultura de dependencia.
Además, la provisión de ayudas, al ampliar los recursos de un gobierno más allá de los ingresos normales por impuestos, relaja la necesidad de que las autoridades sean responsables de sus acciones ante los ciudadanos, «lo que puede tener una influencia de corrupción a largo plazo en el gobierno mejor intencionado».
El documento observaba, no obstante, que la ayuda humanitaria es importante y útil para evitar crisis y un inmenso sufrimiento. Por otra parte, si se utiliza de forma más eficaz, las mejoras provenientes de las ayuda podrían compensar el impacto negativo en el cambio.
Pero advertían contra la falacia de considerar la falta de progresos en las naciones en desarrollo como algo que puede resolverse fácilmente sólo a través de grandes aumentos en las cantidades de ayudas.