CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 12 enero 2006 (ZENIT.org).- Mehmet Alí Agca, el hombre que trató de acabar con la vida de Juan Pablo II, en 1981, fue puesto en libertad este jueves por la Justicia turca sin haber pedido perdón públicamente, constata un representante de la Santa Sede.
Alí Agca pasó 19 de sus 48 años en una prisión italiana hasta recibir una gracia del presidente de Italia, en 2000 y después siguió encarcelado en Estambul por varios crímenes, entre otros, el del asesinato del periodista turco Abdi Ipekci.
Alí Agca podría ser reclamado de forma inmediata por el Ejército turco para cumplir el servicio militar que todavía no había realizado.
El Papa hizo público su perdón al agresor e incluso fue a visitarle a la cárcel el 27 de diciembre de 1983.
El antiguo secretario personal del Papa Karol Wojtyla, que cogió en sus brazos al pontífice al caer a causa del impacto de las balas, ha aceptado la decisión de los tribunales turcos.
«Juan Pablo II perdonó a Alí Agca hace mucho tiempo», declaró el 9 de enero el actual arzobispo de Cracovia, monseñor Stanislaw Dziwisz, a través de su portavoz, el padre Robert Necek. «Ahora desde el cielo reza por él y yo también lo hago», añadió.
«Sin entrar en la cuestión, recuerdo una frase del Papa: «¿Cómo podremos presentarnos ante el Señor si no nos perdonamos entre nosotros?» », subrayó.
En declaraciones al diario «La Repubblica» del 9 de enero, el cardenal Angelo Sodano, secretario de estado, explicó que la noticia de la liberación del terrorista de los Lobos Grises fue conocida por el Vaticano «por las agencias» de noticias.
«Nadie nos ha advertido con antelación», afirmó el cardenal: «No queremos entrar en detalles por el momento. Nos remitimos a los tribunales competentes».
Por su parte, el antiguo secretario de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados, el cardenal Achille Silvestrini, ha constatado en una entrevista al diario italiano «Il Messaggero» del 9 de enero que «la figura de Alí Agca es contradictoria».
«Había comenzado a hablar de la pista búlgara, pero después desmintió todo». Según esta versión, los servicios secretos de la Bulgaria comunista se habrían encargado de la organización sobre el terreno del atentado.
Al mismo tiempo, el cardenal constata que Alí Agca no pidió «perdón públicamente. No sabemos si lo hizo en su diálogo privado con Juan Pablo II en la cárcel de Rebibbia. Ciertamente en las declaraciones sucesivas no expresó arrepentimiento».
El cardenal Silvestrini confirma las sospechas de la Santa Sede sobre la pista de la Europa comunista de aquel entonces.
«Se pensaba que el origen estaba en el Este de Europa… Alí Agca sacó a relucir a Bulgaria. Se sirvieron de un turco, que era un asesino, como en la Edad Media se hacía con los sicarios. Está claro que no quisieron proponérselo a un cristiano», considera.