Dos años después sigue sin aclarar el primer asesinato de un nuncio de Burundi

El arzobispo Courtney, artífice de paz en el país africano

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LOUGHREA, viernes, 13 enero 2006 (ZENIT.org).- El asesinato del arzobispo Michael Aidan Courtney –cayó en Burundi siendo allí nuncio apostólico del Papa Juan Pablo II– sigue siendo «un misterio», recordó el obispo John Kirby –de Clonfert– al presidir el domingo pasado la Eucaristía ofrecida por el prelado de origen irlandés en el segundo aniversario de su muerte.

El prelado fue abatido a tiros a los 58 años en una emboscada en Minago, al sur de la capital del país africano, Bujumbura, el 29 de diciembre de 2003.

El crimen causó conmoción por el hecho de que era la primera vez que se asesinaba a un representante papal y porque además ocurría en medio de la labor de promoción de la paz que estaba concluyendo en Burundi.

El día de la celebración del Bautismo del Señor fue el momento escogido para esta Eucaristía en la Catedral de St. Brendan, en Loughrea (condado irlandés de Galway), tras la cual se descubrió en los jardines de la catedral una escultura en memoria del arzobispo Courtney, obra del escultor Tom Glendon.

«Después de dos años el misterio del asesinato del arzobispo Michael Courtney sigue aún sin resolver. No sabemos quién le mató o por qué eligieron hacerlo», denunció en su homilía el obispo Kirby ante numerosos presentes, entre ellos familiares directos del desaparecido prelado, representantes eclesiales y autoridades civiles.

En cualquier caso «el acuerdo de paz en vigor en Burundi actualmente es ampliamente el resultado de sus esfuerzos», subrayó el prelado, quien presidio la celebración eucarística.

«Cinco semanas antes de su muerte, Michael me dijo que sentía que tenía buenas relaciones con el gobierno de Burundi y con el último grupo de rebeldes que aún no participaban en el gobierno y con quienes él estaba negociando para alentar la participación», explicó el obispo Kirby.

Enviada íntegramente por «The Catholic Communications Office» –de la Conferencia Episcopal de Irlanda– a Zenit, la homilía dio espacio al prelado para las confidencias, y, recordando que el arzobispo Courtney había sido nombrado nuncio apostólico en Cuba, confirmó que éste pidió a la Santa Sede permanecer en Burundi un mes más porque consideraba que estaba cerca de alcanzar un acuerdo de paz significativo.

La decisión «le costó la vida», lamentó el obispo Kirby.

Insistiendo en el desconocimiento de quién planeó su muerte, llamó la atención del conocimiento que sí se tiene sobre su motivación para la vida: «Creía en la riqueza de la vida y vivía su propia vida en plenitud».

«Como nuncio apostólico en un país gravemente dividido, trabajó asiduamente para ayudar a llevar paz (…). Sé que no estaba entusiasmado con su nombramiento para ese país, pero también sé que, una vez que fue designado, dio toda su energía para esta labor de paz –reveló–. Era reticente a marcharse por su convencimiento de que esa paz era posible».

Pero su labor en Burundi no se limitaba al papel diplomático, sino también al pastoral. «Como buen lingüista, aprendió rápidamente el idioma local, Kiburundi, y celebraba la Misa diariamente para 150 o 200 personas en la iglesia de la nunciatura, mientras que los domingos los asistentes al aire libre rondaban el millar», añadió el obispo Kirby.

«De hecho, este aspecto pastoral de su labor formó la base de su dedicación a su trabajo por la paz –constató–. Tenía que conocer a la gente y estaba preocupado por su futuro».

Y es que «trabajar por al paz no es un aspecto periférico de la labor de la Iglesia», sino «un valor esencial», recalcó.

«Le honramos hoy en este recuerdo, pero continuaremos honrando su memoria dedicándonos nosotros mismos a un compromiso de justicia y de paz como su fruto», concluyó.

Concelebraron la Eucaristía el arzobispo Giuseppe Lazzarotto –nuncio apostólico en Irlanda–, que fue colega de monseñor Courtney en el servicio diplomático de la Santa Sede; el arzobispo Seán Brady de Armagh –primado de toda Irlanda–, antiguo compañero de estudios del arzobispo Courtney en el Irish College de Roma; y el arzobispo Diarmuid Martín de Dublín –primado de Irlanda–, también colega y amigo del prelado asesinado.

Entre los concelebrantes también se contaron el arzobispo Michael Neary –de Tuam–, el arzobispo Joseph Cassidy –emérito de Clonfert–, el arzobispo Thomas A. White (que fue nuncio apostólico en varios países), el obispo Martín Drennan –de Galway–, el obispo John Fleming –de Killala— y el obispo Willie Walsh –de Killaloe, la diócesis de origen de monseñor Michael Courtney–.

Estuvieron presentes los hermanos del arzobispo asesinado Louis, Kathleen y Mary –junto a sus respectivas familias–, y muchos de sus amigos, laicos y clérigos, de diferentes partes de Irlanda e Inglaterra.

Representando al gobierno participó en la Eucaristía el Ministro de Estado en el Departamento de Asuntos Exteriores, Noel Treacy; y en representación del Parlamento Europeo su miembro Seán Ó Neachtain. Hay que recordar que antes de su nombramiento diplomático en Burundi (en 2000), el arzobispo Courtney fue enviado especial con funciones de observador permanente de la Santa Sede ante el Consejo de Europa en Estrasburgo durante cinco años.

El 62 % de los 6.400.000 habitantes de Burundi es católico. Según algunas estadísticas, el 23% de la población sigue creencias indígenas, mientras que el 10% es musulmán y el 5% protestante.

Burundi trata de dejar a sus espaldas una guerra civil de doce años, en la que han perdido la vida más de 300.000 personas, en su mayoría civiles.

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ZENIT Staff

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