Los cristianos descubren Hollywood

Influir en los medios desde dentro

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LOS ANGELES, sábado, 14 enero 2006 (ZENIT.org).- Los cristianos deberían trabajar por cambiar Hollywood desde dentro, en vez de gastar tanto tiempo en criticarlo desde fuera. Esta es una de las principales ideas del libro recientemente publicado «Behind the Screen: Hollywood Insiders on Faith, Film and Culture» (Baker Books).

La recopilación de ensayos, editada por Spencer Lewerenz y Barbara Nicolosi, proviene de la actividad de Act One, una organización creada en 1999 por escritores y productores cristianos activos en Hollywood. Act One busca entrenar «apóstoles-artistas» para la industria del cine, y transformarla desde dentro. Los ensayos están escritos por el equipo de Act One y provienen del currículo preparado para los estudiantes.

En su ensayo sobre el tema de un cine cristiano, la coeditora Nicolosi, directora ejecutiva de Act One, observa que producir más películas como «La Pasión de Cristo» de Mel Gibson no es tarea fácil. De hecho, Gibson es algo así como una anomalía, puesto que los artistas de su nivel raramente creen en Cristo, y los cristianos que tienen una fe madura rara vez tienen éxito en los negocios del entretenimiento.

La comunidad de fieles, sostiene Nicolosi, necesita también librarse de la idea de crear un «cine cristiano» en el sentido de hacer todos los productos en sí para una audiencia separada de creyentes.

Por el contrario, los cristianos necesitan trabajar con quienes están dentro de Hollywood, y aprender profesionalmente de ellos para asegurarse de que son capaces de producir películas bien hechas, insiste Nicolosi. Además, los cristianos no pueden limitarse a producir material basado en la Biblia y en las vidas de santos. «Los cristianos en el entretenimiento no tienen que estar siempre hablando de Dios», escribe Nicolosi. «Deberían hablar sobre cualquier cosa de forma buena».

Es necesario también que los cristianos se muestren más sensibles a las demandas artísticas del cine, observa Nicolosi. Muchos proyectos cristianos fallan debido a que fuerzan el medio al insistir sobre un contenido excesivamente teológico. Pero el entretenimiento trabaja mejor cuando se sumerge en un diálogo con el espectador, en vez de ser sólo una lección académica. Así, más que «entregar la verdad», los cristianos deberían imitar la confianza del sembrador que esparce la semilla en la tierra y sigue adelante.

¿Entonces, qué es una película cristiana?, pregunta Nicolosi. Para comenzar es algo más que sólo evitar el lenguaje burdo y la inmoralidad sexual. Una película cristiana debería afirmar las realidades espirituales y mostrar a los espectadores que hay algo más que el mundo material inmediato.

Después, debe también estar imbuida de la certeza de que no estamos solos, sino conectados unos con otros y con Dios.

Una película cristiana debe también dejar claro que el bien y el mal no son lo mismo y debería llevar a los espectadores lejos del cinismo hacia la esperanza en la redención. Retratar los valores de una cultura de la vida es otra importante característica. Esto significa mostrar reverencia hacia la persona humana y dejar claro el carácter único de cada ser humano.

Es también esencial saber cómo equilibrar la alegría y el sufrimiento, observa Nicolosi. Esto nos permite evitar la pena que conduce a la desesperación, indica. Y, por supuesto, el producto debe venderse, lo que significa estar atento a que apelará a las necesidades de la audiencia.

Hacer una buena película
¿Por qué los paganos tienden a hacer las mejores películas cristianas? Esta es la cuestión planteada por Tom Parham en su ensayo. Según Parham, escritor de guiones y profesor asociado en la Universidad Azusa del Pacífico, muchas de las mejores películas con mensajes cristianos, con unas pocas excepciones notables, han sido hechas por personas no religiosas.

La razón de que lo hagan mejor que los productores cristianos, cuyas películas suelen ser imposibles de ver, es que estos cineastas hacen su producto para la audiencia. Los cristianos, observaba, deberían ver las mismas películas que cualquier persona, por lo que producir películas con el objetivo específico de ellos es un error.

La industria del cine es diferente de los sectores de la música y los libros, donde hay una distribución cristiana extensa y una infraestructura comercial. Pero no hay salas de cine o cadenas de distribución cristianas, por lo que las películas dirigidas a los cristianos tienen que competir con
los productos de moda.

A menudo, los cineastas cristianos ignoran esta realidad, y los aspectos de producción y de cómo se cuenta la historia se subordinan al mensaje. «Las películas son un mero cebo para llevar los espectadores a una homilía o un discurso de altar, y esto sólo asegura que no tengan éxito», observa Parham.

«Muéstrelo, no lo cuente, es la regla del cine», explica, y es importante no confundir arte con propaganda. Esto lo entienden bien los productores no cristianos, que en vez de un mensaje abierto suelen confiar en el símbolo y la metáfora. En esto, explicaba Parham, están siguiendo el ejemplo de Jesús, que solía enseñar en parábolas en vez de responder directamente a las preguntas.

Los cristianos también harían bien en recordar la dimensión de misterio inherente al mensaje cristiano, y dejar espacio a la imaginación de su audiencia. Otro fallo de los productores cristianos es que ignoran las complejidades de la vida, en lugar de ver el mundo como es, con sus contradicciones y fallos.<br>
Es cierto, observa Parham, que ha habido algunos cineastas religiosos de éxito. Curiosamente, la mayoría de ellos vienen de un entorno católico.

Incluso aunque algunos de ellos hayan dejando la práctica de su fe, su catolicidad les da tres elementos clave: una captación intuitiva de la iconografía para echar mano de las imágenes visuales; una realización de la función encarnacional del arte; y una conciencia de la naturaleza sacramental de la vida.

Cambiar de canal
Los consumidores cristianos tienen también un importante papel que desempeñar, explicaba el escritor y productor televisivo Dean Batali. En lugar de animar a la gente a apagar sus televisores, les anima a ver televisión, y a cerciorarse de que hacen saber a Hollywood lo que les gusta y lo que no les gusta.

Los programas de televisión, observa, pueden considerarse como un sistema de entrega de anuncios. El éxito o fracaso de un programa depende de si logra una audiencia que pague por los productos promovidos durante los intermedios de anuncios.

Dado que los productores de Hollywood piensan que los cristiano ni están viendo ni se sienten ofendidos por los programas, rara vez tienen en cuenta sus puntos de vista. Batali con los espectadores que se disgustan con el lenguaje burdo o el contenido inmoral de muchos programas de televisión.

Pero también les anima a informarse y a descubrir qué programas son buenos. Algunos programas decentes, de hecho, han fracasado porque no pudieron atraer suficientes espectadores.

Parte del problema también reside en el abismo que hay entre Hollywood y el cristianismo, observa Batali. Apunta que de los 55 escritores con los que ha trabajado durante su carrera, sólo tres asistían regularmente a la iglesia. Y en muchos casos los programas de televisión reflejan los puntos de vista de la gente que los escribe.

Ron Austin, un veterano escritor y productor, también comenta la división entre el cristianismo y Hollywood. Muchos cristianos que intentan trabajar en la industria del entretenimiento encuentran cierto grado de prejuicios, indica.

El secularista típico de Holllywood, que pudo formar parte de la generación contracultural de los años 60 y 70, no tendrá a menudo una filosofía personal especialmente coherente, pero habrá rechazado la religión. Y con demasiada frecuencia el secular
ista se habrá formado un estereotipo de los cristianos como reprimidos, provincianos e inhibidos.

Al mismo tiempo, muchos en Hollywood no tienen ninguna alternativa creíble que proponer a la religión. Austin explica que cuando él llegó a Hollywood hace unos 50 años, el marxismo, o la esperanza en un mundo guiado por la ciencia y la tecnología, proporcionaban una fuente de ideales.

Hoy, sin embargo, estas pseudo religiones rivales han fracasado y el secularista «está atenazado por una crisis de incredulidad». Lo que queda, algunos así lo esperan, es un campo abierto a la evangelización.

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ZENIT Staff

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