ROMA, lunes, 23 enero 2006 (ZENIT.org).- Al final de la segunda guerra mundial, cuando parecía que la violencia había acabado junto a los regímenes nazi-fascistas, bandas armadas comunistas acabaron en Italia con miles de vidas, entre éstas las de 129 sacerdotes y miles de católicos.
Para profundizar en aquellos hechos, Marco Pirina, junto a algunos amigos, fundó el Centro de Estudios Históricos «Silentes Loquimur» (Silenciosamente hablamos), y tras recuperar en 1992 los restos de 68 personas arrojados en una fosa, llevó a cabo una intensa investigación en documentos, testimonios, informes de las fuerzas del orden y de prensa de la época para «devolver dignidad a la memoria de los sepultados y desaparecidos».
Dos volúmenes –de 500 páginas cada uno– nacieron de las investigaciones del Centro de Estudios Históricos «Silentes Loquimur». Llevan por título «1945-1947 Guerra Civil» y «1945-1947, la Revolución Roja».
Para este trabajo de investigación en 2003, por ley regional 2/2003 «Silentes Loquimur» fue reconocido como «Instituto de Investigaciones Históricas de notable interés regional». Zenit ha entrevistado a Marco Pirina.
–En el curso de sus investigaciones, ha documentado la matanza perpetrada respecto a quienes se oponían o podían ser obstáculo a la difusión de la ideología comunista en el período 1944-1947. ¿Puede proporcionar algunos datos?
–Pirina: Partamos de un dato científico, que son las denuncias presentadas a las autoridades judiciales, carabinieros, etc., en el territorio italiano. Excluyendo las zonas de Istria y de Dalmacia, que ya no estaban bajo control de la autoridad italiana, y donde en cualquier caso se llevó a cabo una matanza por parte de las tropas de Tito, tenemos un total de 50.380 desaparecidos: de 12.000 de ellos jamás se hallaron sus cuerpos. De estas víctimas sólo una pequeña parte estaba implicada con el pasado régimen fascista.
–¿Cuántos eran sacerdotes o seminaristas y cuántos representantes y militantes de asociaciones católicas?
–Pirina: Los datos documentan la responsabilidad probada de militantes comunistas en el asesinato de 110 sacerdotes. Analizando los desaparecidos provincia por provincia hemos llegado a contar un total de 129 sacerdotes asesinados. De 19 se desconocen sus asesinos, si bien parece un dato cierto que, acabada la guerra, con los nazi-fascistas derrotados, sobre todo partisanos socialcomunistas alimentaban un odio sistemático contra la religión católica y eran también capaces de organizar y llevar a cabo homicidios.
Por lo que respecta a los dirigentes católicos, basta decir que sólo en Bolonia desaparecieron cerca de 160 cultivadores católicos que no querían formar parte de las cooperativas rojas y no estaban de acuerdo con ser sometidos a las organizaciones comunistas.
Militantes comunistas tampoco tuvieron piedad de partisanos católicos que combatían a los nazi-fascistas. Entre el 8 y el 12 de febrero de 1945, en Porzûs (en Friuli), un grupo de partisanos católicos pertenecientes a la «brigada Osoppo» fue masacrada por una brigada comunista encabezada por Mario Toffanin. Entre las víctimas se contó «Ermes», nombre de batalla de Guido, hermano del escritor Pierpaolo Pasolini. Los comunistas asesinaron a los partisanos cristianos porque se oponían a la política de alianza con las tropas de Tito, quien quería la anexión de territorios italianos a Eslovenia. Hay que decir que entre los muchos laicos asesinados hubo también socialistas y comunistas que no compartían las directrices del Partido.
–En la causa de beatificación y canonización del seminarista Rolando Rivi, la Iglesia católica habla de martirio, esto es, un crimen cometido en odio a la fe. ¿Cuántos casos similares conoce usted?
–Pirina: Las historias de martirio son muchas y distintas; recuerdo algunas. El padre Angelo Tarticchio, sacado de su casa por partisanos yugoslavos, fue primero golpeado entre blasfemias e insultos, después asesinado junto a otros 43 prisioneros atados con alambre de púas y arrojado a una mina de bauxita. No satisfechos, los partisanos yugoslavos exhumaron el cuerpo y se lo presentaron a su madre y a su hermana con una corona de alambre de púas en la cabeza.
El padre Miroslav Buselic, párroco de Mopaderno (en Istria) y vice-director del seminario de Pisino, fue degollado en la casa parroquial por partisanos comunistas el 24 de agosto de 1947. Su culpa fue haber acompañado a monseñor Jakob Ukmar en la Confirmación de 237 chavales, a pesar de la prohibición impuesta por los comunistas.
El obispo Ukmar fue golpeado brutalmente y se salvó sólo porque le dieron por muerto.
En 1956, en pleno régimen comunista, la diócesis puso en marcha secretamente la causa de beatificación de Miroslav Buselic. En 1992 la causa recibió el «nihil obstat» de la Santa Sede y el 28 de marzo de 2000 se abrió el proceso diocesano.
Francesco Bonifacio, un sacerdote dócil y piadoso, dedicado a obras de caridad, el 11 de agosto de 1946 fue sacado de su casa por las llamadas «guardias populares», asesinado y arrojado a una fosa. No se supo más de él. En 1998, después de que se publicó una biografía suya, se introdujo la causa de beatificación.
El padre Giovanni Dorbolò fue arrojado a una fosa en mayo de 1945; el padre Nicola Fantela fue ahogado en Ragusa con una piedra al cuello el 25 de octubre de 1944; el padre Ugo Bardotti fue asesinado en Cevoli el 4 de febrero de 1951; en su lápida está escrito «asesinado en odio a la fe» .
Lo más espeluznante de estas historias es el odio ejercido contra la fe católica y contra los sacerdotes que eran su expresión. Los asesinos no se contentaron con matarlos. Se trata de sacerdotes que no habían hecho mal a nadie; es más, eran ejemplo de caridad y de ayuda para todos.
El padre Giuseppe Lendini fue asesinado en Crocetta de Pavullo, en la provincia de Módena, el 21 de julio de 1945. Sus asesinos le golpearon y torturaron para «obligarle a blasfemar». Cuando se encontró su cuerpo, tenía varios huesos fracturados, estaba acribillado, su cráneo hecho pedazos y no tenía ojos.
El padre Giuseppe Tarozzi, de Riolo de Castefranco, fue cortado a trozos y metido en un horno. El padre Carlo Terenziani fue rociado con vino antes de acabar a golpe de metralla. El padre Giuseppe Jemmi fue golpeado, insultado y ridiculizado por partisanos comunistas antes de segarle con una ráfaga de ametralladora. En su sombrero se pegó una estrella roja. En 2004 «L’Osservatore Romano» pidió que se iniciara el proceso de beatificación del padre Jemmi.
–Historias muy parecidas a los mártires de España…
–Pirina: Muchos de los comisarios políticos de las formaciones partisanas y garibaldinas habían combatido en España en los años 1935-1936, cuando se disparaba a crucifijos, iglesias, imágenes de la Virgen, cuando fueron masacrados sacerdotes, religiosas, miembros de asociaciones católicas. Así, se repitió en Italia parte de lo que habían ya hecho en España.
En el funeral del padre Ugo Bardotti, el obispo de San Miniato no dudó en unir el asesinato del sacerdote de su diócesis al «clero mártir de la guerra de España y a la Iglesia perseguida en el bloque soviético del Este de Europa».